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ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Caían las nueces del añoso nogal en el camino. Pasaban los carros y los animales y quebraban las nueces; las aplastaban y dejaban trituradas.

-¡Qué desperdicio! -pensaba yo.

Estaba equivocado, como de costumbre. Llegaban los pájaros y las ardillas, los diminutos ratones campesinos, separaban la rica pulpa de las cáscaras y la comían.

Lo que yo veía con pena -aquel aplastamiento de las nueces- era en verdad preparación de un banquete providencial para los pequeñios seres del cielo y de la tierra.

Nada se desperdicia de los bienes de Dios.

Él cuida lo mismo del hombre que de la ardilla y el gorrión.

Para cada criatura hay una nuez.

Para todos nosotros hay una bendición.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador Caían, bienes, aplastamiento, nueces-

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