Che, Mafalda

Irreverente, subversiva, librepensadora, extrovertida... los adjetivos son pocos para describir a esta mujer que lleva más de 50 años expresando sin tapujos lo que cree y piensa.

Transgresora a más no poder y removedora de conciencias, es la envidia de muchos que quisieran ir por la vida sin seguir la moda, con un único y desfachatado peinado crespo.

A pesar de su edad, jamás ha necesitado, ni necesitará del botox o la cirugía -otra razón para tenerle envidia- y es que esta argentina nacida en la década de los sesenta, nunca envejece, sigue siendo la misma niña desde que fue concebida por el dibujante Joaquín Salvador Lavado Tejón "Quino"; su nombre: Mafalda.

Mafalda "nació" en 1962 como una estrategia de publicidad para una marca de electrodomésticos en la que se pretendía apareciera una familia de clase media con un hijo y una hija. Por azares del destino, la campaña en mención nunca salió al aire y el prototipo de familia creado por Quino dio origen a una tira cómica que circuló de manera esporádica en 1963. Para el año siguiente el personaje de Mafalda comenzaba a consolidarse, al aparecer dos veces por semana en la revista "Primera Plana".

Entre 1964 y 1973 la familia, los amigos y la fama de Mafalda, crecieron de manera exacerbada y esta pequeña "odiadora" de la sopa pudo ser conocida, amada e incluso vetada por cientos de miles de personas en América Latina y España.

En 1973, su padre intelectual, decidió dejar de dibujar a Mafalda. Sin embargo, su idealismo e inocencia había quedado ya grabado en distintos estratos de la sociedad. Así mismo las mordaces frases disfrazadas de inocente opinión infantil han estado vigentes en casi cualquier momento de la historia, gracias a las extrañas manías que tenemos los seres humanos de cometer los mismos errores, comportarnos de las maneras más alocadas o destruir permanente y sistemáticamente, todas nuestras relaciones interpersonales.

Muchos recordarán y harán propias sus célebres frases que protestan y se duelen contra lo acelerado de la vida, "Paren el mundo que me quiero bajar"; que critican la falta de amor al prójimo; "Ya que amarnos los unos a los otros no resulta, ¿por qué no probamos amarnos los otros a los unos"; que señalan y magnifican la descarada negativa de los seres por no respetar los derechos, "Y estos derechos... a respetarlos, ¿eh? ¡No vaya a pasar como con los diez mandamientos!". Las enseñanzas de esta niña son tan variadas y extensas que no tendríamos el espacio suficiente en este medio para repasar y reflexionar con sus lecciones.

No es sorpresa entonces que los dichos de Mafalda hubieran sufrido censura en regímenes autocráticos y conservadores, pero es un hecho que el revuelo que provocaron estos dichos y la identificación de una clase social de los sesenta y setenta que iba en ascenso, le valió encabezar entre 1976 y 1991 distintas campañas de asistencia social, salud, beneficencia y defensa de los derechos de los niños, impulsadas por instituciones tan importantes como la UNICEF, la Cruz Roja o los ministerios de educación y salud de España y Argentina.

A Mafalda le ha funcionado ser niña y ser un dibujo. Dada su condición inocente y utópica, poco o nada se le puede refutar; más aún si con sus palabras identifica y representa a aquellos que prefieren el silencio.

Mafalda es también una defensora de la pluralidad y la equidad desde tiempos en que estos conceptos no eran aun tan presentes, se rodeó de espíritus conservadores y clásicos como Susanita; de contestatarios e insolentes como Manolito; de tímidos y despreocupados como Felipe; de soñadores y curiosos como Miguelito; y de adorables y preguntones como su hermano Guille; a pesar de lo disímbolo del grupo todos ellos, aportan la perspicacia necesaria para jugar a la bomba atómica, para disfrutar de la música de los Beatles y para desear la paz mundial, incluso si siguen existiendo la sopa y la cuchara.