El Ocaso

Dar los primeros pasos a la par de una naciente democracia mexicana tiene mística y complejidad. Ser mujer y destacar en esa época tiene su encanto. Muchos años tuvieron que pasar para que a las mujeres de este país se les reconociera su calidad de ciudadanas y otros tantos más para otorgarles el derecho de votar y ser votadas.

A pesar de que la ley fue clara desde entonces, las mujeres nacidas en la primera mitad del siglo XX, vivieron como ninguna su condición de sumisas y calladas acompañantes de sus maridos. La mayoría tuvo que aceptar el lugar ornamental que la sociedad les impuso, otras pocas al intentar sobresalir, fueron juzgadas o ignoradas y solo unas cuantas lograron ser exitosas en el difícil papel de ser, al mismo tiempo, abnegadas esposas, amorosas madres y exitosas exponentes de alguna disciplina como el arte, la ciencia, la academia o el mundo empresarial.

Damiana nació en ese contexto al que habría que agregarle el pesado lastre que significaban las ideas conservadoras y tradicionalistas del México posrevolucionario. A pesar del entorno adverso para las mujeres, fue educada en paridad y equidad con sus hermanos varones, destacando por su visionaria personalidad y su carácter fuerte.

Desde muy joven se involucró y trabajó en las empresas de su padre, aprendiendo del sector ganadero y lechero, entre muchos otros. Esta oportunidad sentaría las bases de la empresaria en la que se convirtió años después por mérito propio.

Como empresaria, Damiana demostró ser una mujer vanguardista, emprendedora, perseverante y dinámica, con un alto sentido de la responsabilidad. Inteligente y suspicaz a la hora de concretar un negocio; firme en la toma de decisiones, estricta y exigente con cada uno de sus colaboradores. Hizo propio el oficio de su esposo y construyó junto a él los cimientos de lo que hoy es la cadena funeraria más grande de este país.

En su papel de madre, estuvo al tanto del crecimiento y educación de sus hijos y les inculcó el valor del trabajo, el respeto y las recompensas del esfuerzo diario. A pesar de su compromiso, la maternidad de 10 hijos no fue sencilla, los problemas de salud de dos de sus hijas, el fallecimiento de tres y el exilio del mayor de los varones, siguen siendo temas complejos. Sobre este último y para no ahondar mucho y solo porque considero esa decisión un ejemplo de dignidad y objetividad para muchas familias cito: "No puedes dejar que una manzana podrida, pudra a las demás".

Damiana no es una santa, ni creo que lo haya pretendido ser, no tuvo el interés superfluo de pertenecer a un círculo social, ni practicó nunca la autocondescendencia. Es una mujer impecable, moderna y sus acciones tuvieron notas feministas incluso antes de ser consideradas como tales. No se limitó a tomar decisiones claves sobre ella -en lo personal y familiar- sino que también influyó con sus actos en la vida de miles de personas que desde entonces, cruzaron las puertas de las empresas de sus amores.

Hoy en la figura de mi abuela hago este reconocimiento a tantas mujeres que han sido importantes y que siguen siendo anónimas. Sin importar si son dedicadas amas de casa, empresarias exitosas, profesionistas responsables, madres amorosas o todas las anteriores, y a pesar de los privilegios que su éxito les pueda otorgar, siguen en las sombras porque muchas aún enfrentan una sociedad machista que debe reeducarse en el combate de la discriminación, el abuso y la desigualdad.

Damiana hoy se encuentra en el ocaso de su vida, pero al mismo tiempo es satisfactorio saber que ha vivido con plenitud y así como hoy, hubo un gran momento en que ella, estuvo en lo más alto.

Llegará el tiempo en el que las mujeres no tengan que exigir sus derechos. Mientras tanto, seamos constantes y sobre todo contundentes al momento de exigirlos junto con ellas.