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Ángel Zárraga

El eterno Ángel Zárraga

Sigue viva la memoria del reconocido artista duranguense, en el marco de su natalicio.

El eterno Ángel Zárraga

El eterno Ángel Zárraga

EL SIGLO DE DURANGO

Han pasado 143 años del nacimiento de Ángel Zárraga Argüelles, el pintor duranguense que aún después de partir del plano terrenal, está más vivo que nunca.

Hablar de él, es hablar del "artífice cuya obra transcendió fronteras", del "representante del arte mexicano en la primera mitad del siglo XX" que "fue motivo de admiración por el carácter íntimo y expresivo que daba a los rostros de sus personajes", según declaraciones del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal).

Sabiendo compaginar las artes plásticas con la poesía, el pintor nació el 16 de agosto de 1886 en esta capital.

En 1903 se mudó a Ciudad de México para ingresar a la Academia de San Carlos, donde fue alumno de José María Velasco, Santiago Rebull y Julio Revueltas.

En la gran selva urbana entabló amistad con Diego Rivera y Saturnino Herrán y entró en contacto con intelectuales y artistas del Ateneo de la Juventud y la Revista Moderna.

Al año partió al Viejo Continente, específicamente a París, donde fue recibido por el poeta Rubén Darío, quien entonces era cónsul de Nicaragua en esa ciudad.

Alcanzó reconocimiento internacional a temprana edad, pero no en México, pues pasó gran parte de su vida en Europa.

"Estudió en la Real Academia de Bruselas, Bélgica, bajo la dirección del pintor Isidore Verheyden, para después mudarse a España, donde permaneció tres años. En ese tiempo expuso en dos ocasiones, la primera de manera grupal con cinco obras en el Museo del Prado en 1906, y la segunda en el Salón de Independientes, un año después", dice el Inbal.

Zárraga navegó entre las principales corrientes artísticas de la época, pasando del cubismo hasta el muralismo mexicano, pero su estilo terminó por ser catalogado en el realismo simbólico. Y no solo fue la pintura, también escribió poesía, crónicas y ensayos sobre cuestiones artísticas, además incursionó en el teatro, y elaboró decoraciones escenográficas para la obra Antonio y Cleopatra de Williams Shakespeare.

En 1941 regresó a México y montó un estudio en el cual impartió clases y trabajó en un mural en los salones del Club de Banqueros del edificio Guardiola. Le siguieron los murales en la Catedral de Monterrey, que se sumaron a su portafolio que incluye 'La vieja que ora', 'La mala consejera', 'El don' y 'La bailarina desnuda', por mencionar algunas, piezas que mantienen viva su memoria, que lo convierten en el eterno Zárraga.

El duranguense falleció en Cuernavaca, Morelos, el 22 de septiembre de 1946.

Escrito en: ANGEL ZARRAGA pintor, poesía,, obra, Zárraga

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