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Orquídeas a la luz de los siglos

El rostro de una época

ORQUÍDEAS A LA LUZ DE LOS SIGLOS

El rostro de una época

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DANIELO HERNÁNDEZ

Si en este momento pronunciáramos el nombre de Dolores Asúnsolo López-Negrete entre Sunset Boulevard en Hollywood y el corazón del centro histórico de la ciudad de Durango, México, es muy probable que nadie o casi nadie sabría a quién nos estamos refiriendo. Sin embargo, si lleváramos a cabo el mismo ejercicio refiriéndonos ahora a Dolores del Río, el resultado sería distinto y casi cualquier persona tendría un dato, una referencia o hasta una anécdota de esta extraordinaria actriz que dictó el canon de la belleza femenina en las pantallas del cine norteamericano, mexicano y del resto del mundo entre las décadas de los años veinte y principios de los setenta.

Aunque hay versiones que intentan hacerla un año más joven, Dolores Asúnsolo nació en Durango el 3 de agosto de 1904 en el seno de una de las familias más acomodadas del estado. La Dolores del Río de leyenda surgió en 1921 cuando contrajo nupcias con el escritor, abogado y rico dueño de haciendas, 18 años mayor que ella, Jaime Martínez del Río. Si bien no hay registro de lo fastuosa que debió haber sido esta boda, la luna de miel por toda Europa duró varios años y en esta exótica travesía por el viejo mundo hasta la realeza española conoció la exquisitez del rostro de la mexicana.

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Tiempo después, Dolores llegó al cine Hollywoodense de la mano del director Edwin Carewe, más por curiosidad que con la intención de hacer carrera. Desde su arribo, los publirrelacionistas de la meca del cine supieron explotar el morbo que despertaría la presencia de quien en 1933 sería considerada la "figura femenina más perfecta del cine" con el siguiente anuncio: "Dolores del Río, la heredera y primera dama de la alta sociedad mexicana ha llegado a Hollywood, con un cargamento de chales y peinetas valuados en $50 mil dólares. Se dice que es la muchacha más rica de su país gracias a la fortuna de su marido y la de sus padres".

Esta primera incursión en el cine mudo ni siquiera la colocó en los créditos del filme pero sus singulares rasgos de ardiente belleza latina le aseguraron un lugar en el celuloide en las décadas por venir.

Dolores del Río comía pétalos de orquídeas y dormía 16 horas diarias para conservar la lozanía del rostro que para 1930 la había convertido en la máxima figura de la industria fílmica. Por esos años se divorció de un Jaime Martínez venido a menos y contrajo nupcias con Cedric Gibons, director de arte de la Metro Goldwin Meyer del cual decidió separarse 10 años después. A principios de los años 40 acosada por las investigaciones anticomunistas en el cine, censurada por la exacerbada insinuación de su maravilloso cuerpo y señalada como "veneno de la taquilla" por grupos ultraconservadores, Dolores regresó a México para triunfar y emular al rey Midas convirtiendo en oro todo lo que tocaba: cine, teatro, radio, televisión, obras benéficas y de impulso al arte y la cultura.

Mientras se mantuvo soltera le inventaron amoríos con medio Hollywood, hombres y mujeres. Para 1949 conoció al millonario Lewis Riley y en 1959 se casaron. Lolita fue profeta en su nación, su trabajo y talento quedaron demostrados al ganar tres veces el Ariel a Mejor Actriz y el Ariel de Oro por su trayectoria. También su estilo y gusto por la moda la convirtieron en inspiración de diseñadores, actores, actrices, pintores, fotógrafos y directores. Su paso por el cine mexicano, aunque exitoso, siempre estuvo plagado de celos, envidias y cuchicheos de parte de algunas de las estrellas de la época destacando su rivalidad con María Félix o el supuesto sabotaje que intentaba imponerle e Emilio "el Indio" Fernández.

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Dolores del Río aprovechó el peso de su fama y disfrazada entre el glamour enarboló una lucha por la equidad de género y la reivindicación de los derechos de las mujeres y en especial de las actrices. Fue pionera de la utilización del traje de baño de dos piezas y también la primera en pintarse los labios dejando de lado la besucona forma de corazón. Su temperamento y tesón la llevó al Festival de Cannes en 1957 y la convirtió en la primera mujer en ser parte del jurado. Dolores también es recordada como filántropa y defensora de las artes; fue fundadora del Festival Cervantino, cofundadora de la Sociedad para la Protección de los Tesoros Artísticos de México y en 1970 ayudó a abrir un centro para atender a los hijos de actores mexicanos que lleva su nombre y que aún funciona.

Dolores del Río fue dueña de un estilo que intentaron imitar todas las actrices latinas. Poseedora de una belleza excepcional, temperamental, apasionada, triste, sincera, instintiva, patética y afligida, todo al mismo tiempo, lo mismo actuó junto a Omar Sharif o Sofia Loren en el cine italiano, español y griego, que aceptó los malos tratos de "el Indio" Fernández en las filmaciones de una de sus obras máximas: María Candelaria.

Dolores del Río murió en California en 1983 aquejada por diversas enfermedades crónicas, sin embargo, hasta la fecha, es su legado el que ha abierto las puertas de la meca del cine a tantos y tantos actores de habla hispana.

Escrito en: Orquídeas a la luz de los siglos Dolores, cine, primera, mismo

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