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JORGE ALVAREZ FUENTES

El significado del presente

JORGE ALVAREZ FUENTES

Este año bizarro, el de la pandemia del coronavirus, la duración del tiempo presente parece ir alargándose, contrariando, socavando y destruyendo los procesos, planes y proyectos futuros de toda índole, tanto en las naciones como entre los individuos, generando inquietud y miedo, haciendo zozobrar cualquier atisbo de certidumbre sobre el curso que seguirá el mundo fragmentado, que es ahora todo menos una correlación universal. Es cierto: todos estamos en el mismo barco, pero no vamos todos a bordo de igual manera. Con el paso indistinto de las semanas y los meses, cuantiosas y dolorosas son las pérdidas humanas, mientras sigue ahondándose y extendiéndose la recesión económica global, en muchas latitudes, a nivel individual, nacional y regional, predomina una situación de crisis social, de salud, con pérdidas masivas de empleos y medios de trabajo, con una marcada sensación de perplejidad y extravío. Muchos líderes, gobiernos, organizaciones, individuos y comunidades no aciertan ni alcanzan a comprender el presente, como si la pandemia hubiera golpeado la tierra a la manera de un meteorito, que después de impactar la superficie y causar un sobresalto, la humanidad pudiera continuar y pensar en volver a esa normalidad previa. Opto mejor por la imagen de un devastador tsunami sanitario, social y económico, de alcances geopolíticos que sigue golpeando, en forma prolongada y constante, el devenir actual. El pasado parece habernos jugado una muy mala pasada; el presente se tornó un total desconcierto y el futuro una dimensión imposible de encontrar.

Basta observar lo que acontece en los Estados Unidos que se encamina en unas cuantas semanas a una elección presidencial determinante para las próximas dos generaciones, estando la única superpotencia inmersa en una gravísima crisis de salud, de cohesión social y de crisis económica. En las elecciones del 3 de noviembre estará en juego no sólo un posible triunfo demócrata con el binomio Joe Biden y Kamala Harris o una indeseable reelección de Donald Trump, sino mucho, mucho más. ¿Podrá Estados Unidos en los próximos años recobrar su empuje y proyección hegemónica y su peso decisivo después de 4 años de paranoia aislacionista? ¿Qué ocurrirá en Rusia o en Turquía, donde no sólo está de por medio la permanencia de sus líderes autocráticos Vladimir Putin o de Tayip Erdogan, a la luz de sus jugadas internas y sus apuestas en el cambiante tablero geopolítico? Mientras cunde la intranquilidad general sobre el lamentable estado que guardan los asuntos mundiales, debemos ver más allá de la peligrosa dislocación del Medio Oriente, de los escenarios pesimistas que se ciernen sobre Bolivia, Brasil, Chile, México y Perú en América Latina, o sobre España, Francia y Reino Unido en Europa, o sobre Mali, Libia y Egipto en África o respecto de la salida hacia adelante de China, Pakistán y la India en Asia.

Un acuerdo reciente entre China, Irán y Rusia, del que han trascendido muy pocos detalles, parece ser el presagio de una rápida reordenación de fondo por la disputa y control de los recursos energéticos más cuantiosos del mundo, incluyendo los que se encuentran en la Península Arábiga. Ello sin dejar de lado en la ecuación a Venezuela o a Nigeria. El historiador Ilan Semo subrayaba con acierto, en un artículo reciente, que: "Moscú tiene una larguísima experiencia de intervención gradual sobre estados enteros y Pekín los recursos económicos, tecnológicos y financieros para capitalizar [esa reordenación]".

Parafraseando una recurrente afirmación: ni el mundo, -ni tampoco el presente- son como eran antes. No debiera sorprendernos después de lo que estamos viviendo con el COVID-19 a nivel planetario. Con razón, a todos preocupa nuestra salud, la de nuestros familiares, amigos, compañeros y conciudadanos; nos inquieta de sobremanera el destino y sentido de nuestros trabajos, proyectos, empresas e iniciativas; nos alarma y atemoriza la debacle constante de la situación económica, y tantos asuntos más. Sin poder por ahora prever lo que vendrá, nos sabemos y nos sentimos más vulnerables. En el ámbito de los asuntos mundiales, de las relaciones entre los Estados nacionales ¿seremos capaces, gobernantes y gobernados, hombres y mujeres, de encarar estos momentos de profunda incertidumbre, como lo hiciera hace entre 1919 y 1920 un pensador como Max Weber? Esto es: ¿Sabremos acaso, como humanidad, más allá de las pertenencias a Occidente y Oriente, al Norte y del Sur, como naciones y como pueblos e individuos transitar de la ética de las convicciones a la ética de las responsabilidades hasta tener muy claro que lo que tenemos frente a nosotros puede ser o no la alborada de una nueva época, de una transformación auténtica o bien la dura y oscura noche de la simulación, presagio de final de la vida en la tierra por la destrucción ambiental?

Confío, sin embargo, en que el tiempo presente se significara con todas sus dificultades y complejidades por trazar un lúcido cambio de la relación entre el pensamiento y la acción humana. Sólo así seré capaz de coadyuvar, junto con mis hijos, y plantearnos juntos cómo será el futuro y construirlo.

@JAlvarezFuentes

Escrito en: JORGE ÁLVAREZ FUENTES presente, salud,, asuntos, Estados

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