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Hace un par de días, los recuerdos de Facebook hicieron aparecer en mi pantalla el poema 'Yo', de Nellie Campobello:

Que venga la lluvia / que venga el viento / No tendré miedo / estaré golpeando / con mis pies el suelo. / Va a llover / va a haber desbordamiento de agua. / Trombas de viento / y yo un potro salvaje / que estará corriendo.

Tal vez por la cercanía con la celebración del natalicio de Leonora Carrington, el pasado 6 de abril, pensé en 'The inn of the dawn horse', el autorretrato que la artista inglesa-mexicana realizó en 1938, cuando su carrera apenas empezaba.

En el cuadro, Leonora aparece con un atuendo masculino: pantalones de montar, botas victorianas. El cabello, desordenado, parece tener vida propia. Señala a una hiena, el único ser vivo, además de ella, que se encuentra en la habitación azul. A su espalda, cuelga un caballo de madera que parece el paralelo de un caballo blanco que asoma por la ventana, a pleno galope, a punto de perderse en el bosque.

Sobre el cuadro, Elena Poniatowska escribió en su novela 'Leonora':

'Max contribuye con un caballito mecedora comprado en una tienda de antigüedades que Leonora pinta al lado de la hiena, su otro yo, en el cuadro que comenzó en The inn of the dawn horse. Le da las últimas pinceladas a sus pantalones blancos y a sus cabellos alborotados. Tártaro huye por la ventana hacia la libertad de los árboles. Hay que volar por encima de todo. La vida estalla dentro de Leonora [...] Dragones de dedos largos y serpientes monstruosas con hocicos de jabalí podrían desgarrar su piel, que ella seguiría adelante. Su fuerza anonada a Max, que no la deja ni de noche ni de día, y la acecha inquieto, no vaya a escapársele como el caballo de su autorretrato'.

(Spoiler alert: Leonora sí se le escapa a Max).

Desde esa primera etapa, el caballo se volvió un símbolo recurrente en su obra: la independencia y la libertad de los caballos le hablaba a niveles profundos. Aunque no es el tema central de esta columna, también es importante mencionar que otro de los animales que tuvieron una conexión profunda con el trabajo de Carrington es precisamente la hiena, por representar también cualidades salvajes -este cuadro a menudo es analizado a la par de 'La debutante', un cuento de Carrington en el que una joven se vuelve amiga de una hiena-.

Una primera pista de la fascinación de la pintora por los caballos se rastrea hasta su adoración por las leyendas celtas, transmitidas gracias a su nana. Ahí, aparece Epona, la diosa de la fertilidad, representada cabalgando un caballo o incluso en la forma de una yegua.

En 'El mundo simbólico en la obra temprana de Leonora Carrington', Alba Devo Colis apunta que el Autorretrato también es analizado a menudo a la par de otro cuento: ''La Dama Oval' en el que Lucrecia, la protagonista, juega a transformarse en un caballo blanco, junto con su amado caballo-mecedora, Tártaro. Domenella (1992) apunta que este juego funciona como símbolo de ceremonia iniciática pues 'bajo el grito de 'Todos somos caballos' -que actúa como conjuro mágico- se produce la transformación licantrópica'. Este rito iniciático es quizá el más importante porque tiene que ver con la búsqueda de libertad y empoderamiento personal que Leonora ha comenzado a alcanzar'.

Susan Aberth analiza al símbolo en el trabajo de la pintora de forma similar, y escribe que 'los caballos son otro aspecto del ser animal de Carrington, el cual representa el amor a la libertad y su deseo de escapar del fondo de clase embrutecedor que su atuendo implica y quizás satiriza'.

Solía relacionar al Autorretrato con mis primeros años de juventud. Hace unos días, una de mis mejores amigas y yo hablábamos sobre cómo en esa época nos sentíamos más ambiciosas, con menos temores. Ahora, viendo el cuadro y leyendo a Nellie, creo que ese tipo de ambición y ese empuje que lo puede todo no se pierde nunca, solamente encuentra un ritmo distinto, pero late siempre a punto de escapar, como Tártaro en la pintura.

El ímpetu de Leonora no se atiene a edades, y en una conexión no tan inesperada, el poema de Nellie Campobello es la compañía perfecta para el Autorretrato y todo lo que representa:

Mi cabeza / ya no tejerá pensamientos / mis labios / ya no mandarán besos / Seré un potro / sin dueño / fuerte salvaje / con los ojos / ardientes abiertos / Salvaje correré / a través de los desiertos / no tendré freno / no tendré pensamientos / no tendré dueño / Trombas de agua... / Y un potro salvaje / será mi alma.

Escrito en: ITINERANTE Leonora, caballo, libertad, tendré

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