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ENRIQUE IRAZOQUI

Esta semana con bombo y platillo el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que Petróleos Mexicanos (Pemex)había decidido adquirir el 50 por ciento restante de la refinería ubicada en el estado de Texas en los Estados Unidos, conocida como Deer Park.

Con la compra que le costó a Pemex 600 millones de dólares, se hace del control de una planta que procesa gasolina, diésel y hasta turbosina, en aras, según el criterio del Presidente, de garantizar la suficiencia de hidrocarburos para nuestro país.

Según la información disponible, el vendedor y otrora socio de la petrolera mexicana, la británica-holandesa Shell había decido vender varias de sus refinerías de más de la decena de las que posee, para quedarse solo con algunas cuantas que tienen el potencial de reconvertirse para poder procesar carburantes de nueva generación de menor índice contaminante. Deer Park no estaba en el listado de las que venderían, cuando de manera sorpresiva recibieron la oferta de compañía mexicana. La empresa europea se jacta de tener un área química desarrollada que le permite mirar hacia el futuro que demandará sin duda combustibles más limpios. Incluso, en el comunicado de la misma señala que mantendrá su presencia justo en el área de la química para seguir trabajando en el sitio para ayudar en el mejor desempeño posible de la refinación aportando sus productos químicos.

Seiscientos millones de dólares por el 50 por ciento de una refinería de la cual se poseía la mitad de la misma parece una compra razonable si se compara con la inversión de 5 mil 900 millones de dólares que se tiene proyectado costará la refinería que se está construyendo en el estado natal de López Obrador, Tabasco, y que podrá procesar aproximadamente los mismos volúmenes con los de Deer Park, por lo que mil 200 millones agregando y suponiendo que ese es el valor de la planta que está en Texas versus la denominada Dos Bocas de Tabasco sigue pareciendo razonable el lance.

Y parecería razonable si el argumento del Presidente mexicano es garantizar la soberanía energética en cuanto a combustibles fósiles se requiere. Incrementar a como dé lugar la capacidad de refinación para dejar de depender de las compañías norteamericanas que nos proveen de alrededor del 40 por ciento de la gasolina que se consume en el país parecería que fuese una razón poderosa para aquellos que no creen que las integraciones económicas plenas entre países son suficientemente robustas para impedir en nuestro caso un asunto doméstico en los Estados Unidos los lleve a tomar decisiones como dejarnos sin el principal carburante de los vehículos automotores en nuestra nación.

Quizá el antecedente más cercano y que fortalece la tesis de los piensas en términos "nacionalistas" como el actual Presidente mexicano lo encontremos el pasado mes de febrero con las atípicas heladas en los estados de Texas y de Coahuila. Una violenta tormenta invernal hizo descender los termómetros más allá de los 10 grados bajo cero en varias regiones de estos estados, lo que disparó la demanda de gas natural para su propio consumo en aras de generar calor, así como ingentes cantidades de este elemento gaseoso para generar el máximo posible de electricidad en plantas que utilizan este combustible para mover sus generadores, propiciando que las autoridades locales texanas cerraran sus gaseoductos que abastecen a México. Primero fueron ellos como estado, lo que su marco jurídico les permite. El cierre de ese suministro provocó, claro, una siniestralidad en el territorio mexicano, sobre todo en aquellas importantes industrias que necesitan elementalmente del gas natural para llevar a cabo sus procesos.

Visto así, parece que la compra de Deer Park valió la pena. Los mexicanos deberíamos poder procesar nuestros propios combustibles si se persigue la independencia energética, y no nos suceda como lo del gas natural apenas hace unos cuantos meses.

Lo insólito es que en esa obsesión de lograr la autosuficiencia de gasolinas, aun a costa de la rentabilidad, pues es claro que el negocio de la extracción es mucho más rentable que el de la propia refinería, no se le haya ocurrido que Deer Park está en territorio de los Estados Unidos, porque si los norteamericanos vuelven a tener una contingencia, fácilmente pueden intervenir esa planta ahora propiedad de Pemex. O ¿no pueden? A las pruebas habría que remitirse.

Escrito en: No hagas cosas buenas... Deer, millones, compra, planta

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