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GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Ríos vivos

A la ciudadanía

Ríos vivos

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GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

El pasado 17 de Junio se celebró el Día Mundial para combatir la Desertificación y la Sequía, y como todas las efemérides ambientales más que celebraciones se vuelven pesares, porque de nada está sirviendo hacer llamados internacionales para evitar o revertir los severos procesos de deterioro ambiental que está sufriendo el planeta. Por ello no solo debe señalarse los grandes problemas mundiales y nacionales que impiden a las sociedades transitar hacia un desarrollo sostenible, también hay que hacerlo a nivel local para hacer nuestra propia contribución.

La desertificación es un proceso de degradación y pérdida de los suelos y los recursos naturales asociados a ellos, fenómeno provocado por causas naturales como las variaciones climáticas, o sociales derivadas de las actividades humanas basadas en prácticas de manejo no sostenibles del capital natural. Afecta principalmente las zonas áridas, semiáridas y húmedas secas que abarcan un tercio de la superficie del planeta, dentro de las cuales se ubica el desierto Chihuahuense y la Comarca Lagunera.

Uno de los factores naturales que inciden en los procesos de desertificación son las sequías, cuyo impacto puede expresarse en cambios en los tipos de vegetación como sucede con los pastizales que son reemplazados por matorrales, procesos que pueden agudizarse con las inadecuadas prácticas productivas realizadas por el hombre como el sobrepastoreo y los cambios de uso de suelo. De igual forma ocurre con los bosques, las propias zonas de matorral, en el entorno de lagunas, lagos y áreas ribereñas.

Si observáramos la Comarca Lagunera desde las alturas, veríamos como la desecación del río Nazas realizada hace más de cinco décadas provocó la desertificación del corredor ribereño, al que hoy llamamos lecho seco. También nos daríamos cuenta que el último tramo de este río es un corredor verdes donde aún persiste un bosque de galería de sabinos, sauces, álamos y otro tipo de vegetación secundaria, y que el área relativamente más conservada ha sido declarada en un estatus de protección, el Parque Estatal Cañón de Fernández.

Esto sucede porque a pesar de su represamiento fluye agua por su cauce la mayor parte del año. De igual forma ocurre en el río Aguanaval, donde su último tramo vivo que atraviesa los cañones de La Cabeza y El Realito, también conserva un modesto bosque de galería con vegetación similar pero menos abundante que en el Nazas; constituye un corredor ribereño alimentado por el brote de medio centenar de manantiales sobre su cauce y en las laderas de los cerros, sitio que forma parte de otra área declarada en estatus de protección, la Reserva Ecológica Municipal Sierra y Cañón de Jimulco.

Estos tramos riparios de una distancia similar, entre 25 y 30 km, constituyen los últimos corredores vivo de los ríos Nazas y Aguanaval, el resto hasta lo que fue su desembocadura en las Lagunas de Mayrán y de Tlahualilo, o de la Laguna de Viesca y Laguna Seca, es un corredor desecado a través del que, en otros tiempos, fluía el agua cada año, exhibiendo un paisaje lleno de vida y que hoy en día aparece desolado. Las generaciones actuales solo han visto estos corredores ribereños desecados, desertificados, de ahí, como lo hemos señalado en ocasiones anteriores, no se identifican con ellos.

Durante más de siglo y medio hemos intervenido ambos ríos y sus afluentes, acequias y canales naturales, ya sea represándolos, derivándolos o sustituyéndolos por vías de comunicación o canales revestidos, alteramos sus flujos para aprovechar el agua en la siembra de cultivos, y si bien hemos obtenido beneficios económicos y sociales importantes, al desecarlos cegamos lagunas y manantiales en sus desembocaduras, abatimos los acuíferos y contaminamos el agua dulce almacenada en ellos. De alguna manera, esta ha sido nuestra contribución a la desertificación de extensas áreas que, incluso, en algunos casos ni la agricultura bajo riego superficial se puede dar, como sucede con Viesca.

Cuando reflexionamos sobre esta forma de manejar nuestros recursos naturales, observamos que no ha sido la más inteligente. Ese manejo fue útil en el corto y quizás mediano plazo, pero al parecer no nos trazamos un horizonte de mayor longitud de tiempo de modo tal que evitáramos perjudicarnos a nosotros mismos, como sucede con los habitantes de Viesca y otras localidades periféricas, los afectados con el hidroarsenicismo, a los cuales ahora incluimos a los habitantes de las ciudades y comunidades rurales de la zona metropolitana y el centro del valle irrigado que sufren desabasto de v agua, sobre los que se acuña una denominación que no percibíamos, los hoy llamados afectados hídricos, que somos la mayor parte de los habitantes de esta región.

Por ello es lamentable que desde el ámbito gubernamental o de algunas élites económicas que hoy monopolizan el agua en la región, se promuevan proyectos que solo contribuyen a agravar el desastre que hemos provocado y que a los laguneros nos muestra como malos gestores de los recursos naturales, como sucedió hace década y media cuando se pretendió construir dos presas en el río Aguanaval, una de ellas finalmente terminada pero no utilizada, o el caso de la potabilizadora en el último tramo vivo del río Nazas. Parece que no aprendemos de nuestros errores, y por ello debemos hacer nuestro mejor esfuerzo para evitar la afectación de los ríos vivos que aún nos quedan.

Escrito en: GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ agua, corredor, desertificación, sucede

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