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Suicidios, problema que nos debe ocupar

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Suicidios, problema que nos debe ocupar

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IGNACIO ESPINOSA

Cuando en el estado de Durango observamos que la estadística del suicidio se ha disparado significativamente este año en comparación con el anterior, a muchos nos preocupa que este fenómeno vaya incrementándose de manera considerable, ya que implica varios factores, entre los que destacan el hecho de que la familia de las víctimas no se ha percatado de las intenciones de quienes se cortaron la existencia, además de que las autoridades no han sido lo suficientemente efectivas para implementar programas preventivos que vayan a la raíz del problema que nos afecta sensiblemente como sociedad.

Luego de que, recientemente, se ha difundido que, en lo que va del año, en esta entidad federativa, se ha rebasado la cifra de más de 80 suicidios, y los cuales se concentran principalmente en la capital del estado y en la Comarca Lagunera, debido a que son las regiones donde se ubica la mayor parte de la población de Durango, esto es un indicativo de que la zona urbana es donde la incidencia de dicho fenómeno se registra con una mayor frecuencia, tal vez en virtud de que sus habitantes están sometidos a un estrés más acentuado.

Incluso, en este mismo sentido, hay quienes asocian la mayor cantidad de suicidios a las zonas donde se aglutina la población de carácter urbano, debido quizá a que sus habitantes son víctimas de situaciones que propician que sus niveles de estrés se incrementen con mayor facilidad, sobre todo en los aspectos emocional, afectivo, laboral y, por supuesto, sin dejar de lado el factor económico, al que se le atribuye una cifra sustancial para que muchas personas tomen la decisión de partir de este plano terrenal a través de diferentes formas.

De acuerdo con autoridades y a la información que los medios de comunicación recaban sobre los métodos para quitarse la vida, los más comunes son la ingesta de fármacos controlados, la asfixia por ahorcamiento y por disparo de arma de fuego, datos que reflejan la manera en que las víctimas se cortan la existencia luego de analizar sus circunstancias y no encontrar una salida a sus problemas, además de no contar con alguien de confianza para tratar de encontrar una solución a su situación muy personal.

No obstante, y con base en las estadísticas de que se dispone hasta este mes, en lo que va de este año, en el estado de Durango, el 35 por ciento de los suicidios involucra como víctimas a jóvenes, un aspecto que llama la atención, pues generalmente este fenómeno se asociaba más directamente con el sector de personas mayores a los 40 o 50 años de edad. Sin embargo, los hechos más recientes arrojan que los jóvenes son también ahora víctimas de esta problemática social a la que urge ponerle más atención y destinarle más recursos económicos para su prevención antes de que se convierta en un rubro difícil de atender desde su raíz.

Incluso, hay quienes opinan -y tal vez con mucha razón- que, debido al confinamiento provocado por la pandemia del nuevo coronavirus (Covid-19), se registró un notorio aumento de casos ansiedad y estrés, padecimientos que, según especialistas en conducta y en salud mental, deben ser diagnosticadas y atendidas, lo anterior con el propósito de evitar un mayor impacto no sólo en las familias en particular, sino en la sociedad en general.

Para ello, se ha recomendado, incluso, que los diputados del Congreso del Estado de Durango podrían hacer una gran aportación en ese aspecto en el sentido de contemplar un incremento en el presupuesto, específicamente en el tema de salud mental, sobre todo considerando que este rubro ha sido ignorado prácticamente por nuestros legisladores locales, como si se tratara de un tema sin importancia, de ahí que le destinan sólo lo suficiente para su operatividad, es decir, para el pago del personal del Instituto de Salud Mental del Estado (ISMED), sin incluir más recursos económicos para implementar programas dirigidos a la prevención del suicidio.

Empero, uno de los aspectos más importantes -sino es que el más significativo- es el de la prevención, y con ello no me refiero a lo que atañe directamente a las autoridades, sino a la familia específicamente, ya que la responsabilidad en este contexto es mayor para quienes conviven todos los días con quienes tienen ideas suicidas o quienes ya, lamentablemente, concretaron sus propósitos en ese sentido.

Conforme a lo explicado por especialistas en este tema, los potenciales suicidas envían señales de su objetivo a corto, mediano o largo plazos, las cuales pueden reflejarse, por ejemplo, en actitudes de aislamiento, de pérdida de interés en muchos aspectos de sus vidas cotidianas, en la indiferencia para convivir con la familia, sus amistades o, incluso, hasta con la pareja.

Cuando se detectan este tipo de señales, es obligación de la familia, o de quienes rodean a los potenciales suicidas, actuar de inmediato y tratar de indagar sobre los motivos de ese comportamiento inusual, para de ahí saber qué se puede hacer para persuadir a quien intenta quitarse la vida de no hacerlo.

Dentro del hogar, todos quienes convivimos dentro de él nos conocemos perfectamente, de ahí que cuando percibamos un cambio en la conducta debemos poner mayor atención, ya que se puede estar en presencia de un potencial caso de suicidio que se podría prevenir si se atiende oportunamente. Por favor, no echemos en saco roto estas recomendaciones si deseamos contribuir para que este fenómeno no crezca en nuestro estado.

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