Editoriales

Urbe y Orbe

No a las armas, sí al medio ambiente

Urbe y orbe

No a las armas, sí al medio ambiente

No a las armas, sí al medio ambiente

ARTURO GONZÁLEZ GONÁLEZ

Las tensiones entre Estados Unidos y China, la pandemia de Covid-19 y la guerra de Rusia contra Ucrania han relegado de la agenda internacional el que debería ser el principal tema de todos los países desarrollados y emergentes: el calentamiento global. Según estudios especializados de los últimos años, la presente década será crítica en el proceso del cambio climático causado por la actividad económica humana. Estamos en el punto de no retorno, la última llamada. Lo que no consigamos de ahora a 2030, difícilmente podremos lograrlo después. Lejos se ve aún el objetivo planteado en el Acuerdo de París de 2015 de reducir 45 por ciento las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a más tardar en 2030 para mantener el aumento de la temperatura promedio del planeta por debajo de 1.5 grados Celsius. Debemos preguntarnos: ¿se está haciendo lo adecuado y lo suficiente?

La celebración del Día Mundial del Medio Ambiente de este año cobra una relevancia especial puesto que se cumplen 50 años de la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano llevada a cabo en Estocolmo, Suecia. En el encuentro se acordó la creación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y se designó el 5 de junio como Día Mundial del Medio Ambiente. Ahora, como en 1972, el tema de la jornada es "Una sola Tierra", con el objetivo de hacer consciencia sobre la importancia de cuidar el planeta, que es el único hogar que tenemos. El tema no puede ser más vigente hoy, cuando algunos de los más ricos del mundo han decidido destinar millones de dólares en proyectos espaciales para volver a viajar a la Luna como una etapa para visitar y, algún día, colonizar Marte. Esta posibilidad, hay que decirlo, estará al alcance de unos cuantos y se requerirán recursos monetarios y naturales sin precedentes para hacerla realidad. Por eso, tenemos que seguir insistiendo en que tenemos una sola Tierra, nuestro único hogar planetario.

En noviembre de 2022 la Conferencia de las Partes (COP) regresará a África tras seis años desde la COP 22 de Marrakesh, Marruecos. Las COP reúnen a los gobiernos, empresas y sociedades civiles de los países signatarios de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático para tomar decisiones sobre, entre otros asuntos, cómo disminuir las emisiones de GEI y cómo enfrentar las consecuencias del cambio climático antropogénico. La COP 27 que se llevará a cabo en Sharm El Sheij, Egipto, posee una importancia particular por varios aspectos. Además de revisar los avances del Acuerdo de París, la conferencia egipcia se realizará bajo el estigma del fracaso de la COP 26 de Glasgow, Reino Unido. Además, y esto es lo más trascendente, África es el continente que menos emisiones de GEI produce, apenas el 4 por ciento del total global, pero es el que más consecuencias padece; mientras que el 60 por ciento de las emisiones se concentran en China, Estados Unidos, la Unión Europea e India. Es decir, África es el menos responsable del calentamiento global y el que más lo sufre. Debido a ello, la COP 27 se concentrará en la justicia climática para los países pobres.

Que no se haya avanzado más en los objetivos del Acuerdo de París plantea la duda de si las naciones más poderosas del mundo están haciendo lo que les toca. Un parámetro para acercarnos a una respuesta es la cantidad de dinero que se invierte contra el calentamiento global. Según datos de la consultora Iniciativa de Política Climática, citados por María Amoroso y Mónica Mata Ortega en su artículo El financiamiento climático internacional del más reciente número de Foreign Affairs, entre 2011 y 2020 el financiamiento climático creció un 73.7 por ciento para alcanzar los 632,000 millones de dólares. ¿Es mucho, es poco? Depende de con qué se compare. Esta cantidad equivale al Producto Interno Bruto de un país como Suecia, uno de los estados con más bienestar material en el mundo. Sin embargo, la cifra se queda corta si revisamos, por ejemplo, el gasto militar en el mundo. En 2021 el gasto de defensa global fue de casi 2 billones de dólares, un 2.3 por ciento del PIB global, tres veces más que el 0.7 por ciento del financiamiento climático. Y con la guerra en Ucrania, la diferencia será mayor, dado que casi todas las potencias occidentales y orientales están abriendo la llave de su presupuesto para aumentar y perfeccionar sus armamentos. Sólo EUA invierte más en armas, 770,000 millones de dólares, que todo lo que el mundo invierte contra el cambio climático. Y el 40 por ciento de las armas que se venden en el mundo provienen de la potencia americana.

El comparativo refleja cuáles son las prioridades de los países más poderosos. No es algo menor, se trata de un asunto ético y de supervivencia. ¿Vamos a seguir invirtiendo más en armas que en contrarrestar el calentamiento global que pone en jaque a especies del planeta, entre ellas, la nuestra? Un dato que pone de relieve la necesidad de invertir más contra el cambio climático antropogénico es que para cumplir los objetivos del Acuerdo de París se requieren 4.3 billones de dólares anuales, es decir, aumentar el financiamiento climático casi 600 por ciento, lo que significa poco más que el doble del gasto militar actual. Con mayor razón hay que hacer hincapié en la necesidad de modificar las prioridades del gasto si tomamos en cuenta la enorme huella de carbono que deja la industria militar. Sólo las fuerzas armadas de EUA, que tienen presencia en todo el globo, contaminan más que 140 países del mundo, de acuerdo con un estudio de las universidades de Lancaster y Durham. Visto sin cortapisas: el gasto militar no sólo distrae recursos de la prioridad de combatir el calentamiento global y sus efectos, sino que además contribuye a que el cambio climático se acelere.

De cara a la COP 27 de Sharm El Sheij, la justicia climática implica reducir los gastos de defensa de las potencias militares, poner freno a la nueva carrera armamentista que está enriqueciendo a unos cuantos no sólo a costa del miedo y la sangre de millones de personas, sino también a costa de la viabilidad de la vida humana en este planeta. Un acto de verdadera justicia climática sería decir no a las armas y sí al medio ambiente, tanto como transitar de un modelo energético basado en combustibles fósiles a otro sustentado en fuentes renovables. Pero, es cierto, la realidad geopolítica y geoeconómica actual no permiten abrigar muchas esperanzas. El duelo abierto entre las potencias consolidadas occidentales encabezadas por EUA y las potencias emergentes euroasiáticas, principalmente China y Rusia, representa un obstáculo para la lucha contra el calentamiento global. ¿Por qué? Porque los países hoy están más ocupados en la recuperación económica, a como dé lugar, y la modernización de sus ejércitos para plantar cara a sus adversarios. La cooperación global parece no atravesar por su mejor momento.

@Artgonzaga

Urbeyorbe.com

Escrito en: Urbe y orbe climático, países, calentamiento, global

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Editoriales

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas