Malparado en las Américas
Son días de reuniones y elecciones, de conferencias, de un proceso incesante de toma de decisiones en los gobiernos y en las empresas. Tiempos difíciles, en medio de muchas circunstancias muy inciertas. En unas cuantas semanas parece estar sucediendo lo que en aquel pasado remoto tomaba años. ¿Será acaso este un momento cero, uno de acumulación, trastornos y obligados golpes de timón ante tamaño vendaval? Frente a múltiples cambios políticos y geopolíticos, ante un mundo desacoplado, surgen varias preguntas: ¿qué está aconteciendo en nuestro entorno regional? ¿México, dónde se encuentra? ¿cómo estamos entendiendo? ¿Será cierto, acaso que la era más reciente de la globalización, basada en un comercio sin restricciones, en la subcontratación, en la diversificación y relocalización productiva, en la idea de un mundo interconectado e interdependiente, está llegando a su fin? ¿Es razonable pensar que la regionalización va a recobrar el centro de las decisiones estratégicas, como una vía para salir adelante en tiempos de recesión económica, de inflación creciente, de caídas bursátiles, altas tasas de interés, disrupción en las cadenas mundiales de suministro, guerras y conflictos al por mayor, emergencia climática, nuevos confinamientos y otras múltiples secuelas post pandemia? Como lo advirtiera el ex presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, hoy al frente de Goldman Sachs: "La globalización se enfrenta a la fricción del nacionalismo, el proteccionismo, el nativismo, el chovinismo o incluso a veces, la xenofobia ... y para mi esta claro quién va a ganar".
En esta hora complicada del mundo es imperativo lograr acuerdos regionales. Son tiempos de repensar las estrategias locales y globales, de revisar las alianzas, las sociedades estratégicas y la cooperación. Los líderes políticos, casi sin excepción, están siendo obligados a distinguir entre sus diferencias geopolíticas de fondo y a recalibrar sus posturas y desacuerdos ideológicos, ante la obligación de afrontar, de una manera medianamente coordinada, los retos del crecimiento sustentable, la salud pública global y el combate frontal, conjunto y decidido, al cambio climático. Resulta cada vez más urgente y difícil conciliar las opciones entre la seguridad, el crecimiento económico y la transición energética. En efecto, trabajar hacia adentro, con cercanía, entendiéndonos con los vecinos; y también hacia fuera, de manera global y con otras regiones. Actuar consecuente y responsablemente con una visión global.
Como señalara atinadamente Luis Rubio en un artículo reciente: "La noción de que es posible abstenerse de los intereses de las potencias y suponer que todos juegan bajo las mismas reglas parece haber llegado a su fin. La geopolítica esta de vuelta". Por ello considero equivocada la decisión del presidente López Obrador de ausentarse de la Cumbre de las Américas a celebrarse esta semana. En mi opinión, de nueva cuenta, desperdicia la oportunidad de conocer, promover y defender su visión, de sentarse en la mesa con Biden y con otros presidentes, para discutir los asuntos de fondo en juego para todas las Américas, si, anteponiendo los intereses de México. De dialogar sobre los procesos democráticos en curso; sobre la unión y la integración regional; los esfuerzos conjuntos para lograr la recuperación económica; la necesidad de fortalecer las cadenas productivas y atraer inversiones; para combatir una mayor pobreza y enfrentar el hambre; para atender y resolver de manera integral y con pleno respeto de los derechos fundamentales los flujos migratorios y la movilidad laboral, precisamente cuando el conjunto de la región enfrenta una crisis tridimensional, en torno a los alimentos, las energías y las finanzas. El gobierno estadounidense dispuso tener una reunión cumbre en donde se asumieran compromisos para impulsar un hemisferio más resiliente, sostenible y equitativo. Lamentablemente, su vecino al sur optó por hacerse representar, en vez de estar presente, con el argumento falaz de algunas exclusiones justificadas.
Esto ocurre justo cuando EUA mantiene una confrontación abierta con China, la cual se consolida como el segundo socio comercial de mayor importancia para México (y en América Latina), siendo el principal inversionista directo en sectores fundamentales en países como Argentina, Brasil, Chile y Perú. Existiendo ciertamente desequilibrios comerciales muy notables. México y algunos países de Centroamérica están experimentando fuertes presiones inflacionarias y continúan perdiendo competitividad. Para Estados Unidos (y los países miembros de la Unión Europea) invertir en mercados emergentes de la región está siendo menos atractivo en sectores claves como energías limpias y renovables, salud, agricultura sostenible, transformación digital y gobernanza o transporte. De ahí la importancia de la reunión cumbre en Los Ángeles y la interlocución directa entre Jefes de Estado de las Américas. Desdeñar o descuidar el diálogo interamericano, o enredarse secundado las diferencias en el seno de la OEA, anteponiendo ciertos entendimientos y posturas en la CELAC, como parece haber sucedido, es un craso error. Más en estos momentos, con el trasfondo de las tensiones y secuelas de la guerra en Ucrania.
El presidente y algunos altos funcionarios mexicanos parecen no haberse percatado de que está en curso una ofensiva diplomática y comercial de EUA en Asia. Un asunto principalísimo del que no podemos desentendernos o permanecer ajenos. El futuro de las relaciones continentales está en juego, pudiendo verse afectadas. Alguien debió hacerle notar al presidente de México que el valor de las remesas enviadas por los migrantes mexicanos desde EUA equivalen al 70% de las remuneraciones de todos los trabajadores mexicanos en los sectores formales e informales. Tan sólo por esto y por no desairar a nuestro socio quedándose en casa, debió estar presente. Lamentable.
@JAlvarezFuentes