Ángel Maturino Reséndiz: El asesino serial duranguense que hizo del tren su ruta mortal
Antes de convertirse en uno de los asesinos seriales más buscados por el FBI, Ángel Maturino Reséndiz vivía con aparente normalidad en el municipio de El Rodeo, Durango, junto a su pareja e hija. Nacido en Puebla, pero radicado en el norte del país, su historia parecía la de un migrante más, marcado por el desarraigo y la promesa de un futuro en Estados Unidos. Pero entre los vagones de carga y los pueblos olvidados por el tren, comenzó a gestarse una ruta de violencia que lo transformaría en ‘El asesino del ferrocarril’, un criminal errante que convirtió las vías en territorio de muerte.
Entre 1986 y 1999, Reséndiz cometió al menos quince homicidios confirmados en suelo norteamericano. Viajaba como polizón, cruzaba fronteras con identidades falsas y elegía víctimas que vivían cerca de las vías, a las que atacaba con objetos improvisados como martillos, picos, piedras, y en varios casos cometía agresiones sexuales. Su rastro se extendía por Texas, Kentucky e Illinois, sin patrón aparente más allá de la cercanía al tren.
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Una brutalidad arbitraria y desmedida
La brutalidad era constante, pero el mapa era errático. Claudia Benton, médica asesinada en Houston, Noemi Domínguez, maestra de secundaria en Texas, Josephine Konvicka, una mujer de 73 años en Weimar, y Michael White, pastor evangélico, fueron algunas de sus víctimas. Ninguna tenía vínculo con él, solo estaban en el lugar equivocado, cerca de los rieles. Holly Dunn, única sobreviviente conocida, logró escapar y testificar, aportando detalles clave para consolidar el perfil del asesino.
Cada ataque ocurría en un estado distinto, con armas improvisadas y sin conexión aparente entre las víctimas, y su capacidad para desaparecer tras cada crimen frustró a las autoridades durante años. En junio de 1999, el FBI lo incluyó en su lista de los diez fugitivos más buscados, lo que detonó una presión mediática creciente, por lo que, ante el temor de que fuera abatido, su hermana Manuela contactó a un Ranger de Texas para negociar su entrega.

¿Cuál fue la conclusión del ‘Asesino del Ferrocarril’?
Finalmente, el 13 de julio de ese mismo año, Ángel Maturino Reséndiz se presentó sin resistencia en el puente fronterizo entre Ciudad Juárez y El Paso, acompañado por un pastor evangélico y tras su arresto, fue juzgado por el asesinato de Claudia Benton y condenado a muerte en 2000. Su defensa intentó alegar esquizofrenia, pero los tribunales lo declararon mentalmente apto para enfrentar la pena capital. Durante el proceso, se le atribuyeron al menos quince homicidios, aunque persisten dudas sobre el número real de víctimas.
El 27 de junio de 2006, a los 46 años, fue ejecutado por inyección letal en la Unidad de Huntsville, Texas, y sus últimas palabras fueron una súplica de perdón: “Sé que dejé al diablo gobernar mi vida… No tenía derecho a causarte dolor. No merecías eso. Yo merezco lo que tengo”. Con su muerte, se cerró uno de los expedientes criminales más inquietantes de la historia reciente entre México y Estados Unidos.
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