Inundaciones en Durango: las tormentas que exhibieron la falta de infraestructura hidráulica
Las lluvias registradas el pasado 3 de septiembre en la ciudad de Durango, provocadas por los efectos del huracán Lorena, volvieron a mostrar la vulnerabilidad de la capital ante las precipitaciones intensas. Calles convertidas en ríos, vehículos varados y familias atrapadas en sus hogares fueron solo algunas de las escenas que se repitieron en distintos puntos de la ciudad.
Lo cierto es que no es la primera vez que los duranguenses enfrentan un escenario así. En los últimos años, varios episodios de tormentas han dejado a su paso daños materiales, pérdidas económicas y, en algunos casos, tragedias humanas. Acontecimientos que tienen en común un factor clave: la insuficiencia de la infraestructura hidráulica para canalizar y drenar el agua de manera eficiente.
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Ecos de "La Tormenta Perfecta"
Entre los casos más recordados está la tormenta de agosto de 2016, conocida como la “Tormenta Perfecta”, cuando en cuestión de horas se registró una cantidad histórica de lluvia que rebasó colectores y drenajes. El bulevar Domingo Arrieta colapsó en un tramo, se inundaron colonias completas y decenas de familias tuvieron que ser evacuadas, dejando claro que la ciudad no estaba preparada para un fenómeno de tal magnitud.
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Más recientemente, en 2021, un aguacero extraordinario generó el cierre de avenidas principales como el bulevar Francisco Villa, mientras que en 2023 la capital volvió a sufrir encharcamientos severos en colonias como Azcapotzalco, La Virgen y El Refugio.
Especialistas en urbanismo y colegios de ingenieros han señalado en repetidas ocasiones que la red de drenaje pluvial es insuficiente y obsoleta. Se trata de tuberías pensadas para una ciudad mucho más pequeña, que hoy se ve rebasada por el crecimiento urbano y por fenómenos meteorológicos cada vez más intensos debido al cambio climático.
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Pese a que se han anunciado proyectos de colectores y obras pluviales en distintos gobiernos municipales, los avances han sido lentos y desiguales. Mientras tanto, la población se enfrenta año con año al mismo panorama: lluvias que se convierten en riesgo para la movilidad, el patrimonio y, en ocasiones, la vida.
En este contexto, las lluvias de Lorena no hicieron más que recordar una deuda pendiente de la ciudad: contar con infraestructura hidráulica moderna y suficiente que permita prevenir tragedias y mitigar los efectos de un clima cada vez más extremo.