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Respetemos los derechos de la mujer

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IGNACIO ESPINOZA GODOY

En este país, del que decimos que está inmerso en la globalización, resulta incongruente que a estas alturas de los inmensos logros que se han concretado en todos los ámbitos no hayamos podido avanzar en aspectos tan importantes como el respeto a los derechos de la mujer, algo tan básico pero que, lamentablemente, a un sector importante de los varones aún le cuesta trabajo asimilar que las mujeres gozan de los mismos derechos y obligaciones, quizá porque aún arrastran un pasado que añoran, cuando el machismo estaba en su apogeo, como en las décadas de los años setenta y ochenta.

Sin embargo, ese segmento de hombres es el que aún se muestra renuente a reconocer que las mujeres deben tener acceso, por ejemplo, a las mismas oportunidades de trabajo y de estudio que los varones, porque no existe algún argumento válido para coartarles ese derecho, consagrado en las mismas leyes mexicanas pero que, aún así, se resisten a cumplir, amparados tal vez en la ley de la selva, es decir, donde manda el más fuerte, el que tiene más poder en cierta forma, sobre todo cuando se trata del ámbito de la administración pública, donde la mayor parte de los puestos de primer nivel los ocupan los hombres.

No obstante, habría que reconocer que las mujeres han sabido abrirse paso y derrumbar, al menos parcialmente, esos mitos absurdos en el sentido de que el hombre manda y que la mujer debe estar en casa, cuidando a los hijos y haciéndose cargo de su educación, mientras que al varón le corresponde asumir el rol de proveedor de los satisfactores materiales, una escena que ya pasó al baúl de los recuerdos una vez que las mujeres han demostrado con creces que tienen la misma capacidad que su contraparte de género para desempeñar las mismas actividades.

De manera lamentable, resulta que aún no se concreta en los hechos esa regla legal que indica que a trabajo igual corresponde igual remuneración, ya que se ha comprobado en la práctica que, en muchos casos, hombres y mujeres ejercen el mismo puesto pero, sin embargo, los primeros reciben un pago más elevado, con lo que se da al traste con esa disposición contenida en nuestra Constitución y que, de esta manera, se convierte en letra muerta si no se aplica para beneficio del sector femenino, por simple justicia, sin objeciones ni argumentaciones que no pueden sustentar esa terrible contradicción.

Este grave caso de discriminación se observa no sólo en el ámbito de la administración pública, sino también en el sector privado, es decir, en las empresas de todo tipo, donde tampoco se puede hacer mucho cuando sus directivos son varones y tienen la mentalidad de que estos cuentan con mayor capacidad y, por lo tanto, merecen mejores percepciones económicas que las mujeres, a pesar de que estas demuestren que están igual o mejor capacitadas que algunos hombres para desempeñar cualquier actividad que se les asigne.

Es más, se han dado casos en que cuando algunas mujeres han protestado por ese contraste o diferencia entre los salarios, simplemente, se les da las gracias, es decir, se les despide y se contrata a nuevo personal que no se queje de esa circunstancia, por lo que esa política laboral continúa prevaleciendo hasta que llegue una mujer a esos cargos directivos para cortar de tajo con esa inquietud o que un varón con una mentalidad de justicia y equidad corrija esa injusticia para que haya equidad en los diferentes puestos de la empresa, para que de esa forma se aplique la norma de "a trabajo igual corresponde el mismo ingreso económico".

Otro ámbito en el que aún se observa cierto nivel de discriminación es el de la investigación, donde se ha corroborado que el acceso a los varones es más fácil, mientras que a las mujeres se les ponen más obstáculos. No obstante, también se ha constatado cómo un sector importante de féminas se ha aferrado y ha roto muchas de esas barreras que les impedían ingresar a ese selecto círculo, lo cual han logrado al comprobar que su preparación académica, su capacidad y su talento son argumentos más que suficientes para que se les ofrezcan las mismas oportunidades que a los hombres.

Gradualmente, con mucha satisfacción, muchos varones hemos visto cómo las mujeres se han ganado a pulso el lugar que siempre les ha correspondido pero que, sin embargo, muchos varones les habían negado.

No se trata de competir ni de ver quién puede más, sino de justicia, de darle a cada quien lo que le corresponde. Los derechos y obligaciones se ejercen en la misma proporción para hombres y mujeres, de tal forma que nadie debe estar por encima de los demás sólo por una actitud de machismo o de misoginia.

Ya es tiempo de que los hombres respetemos los derechos de las mujeres, pues debemos reconocer que tienen la misma capacidad, talento e inteligencia para desarrollar cualquier actividad.

Aprendamos a convivir en un ambiente de respeto, convivencia y solidaridad ya que finalmente nos complementamos y nos necesitamos en todos los aspectos.

Escrito en: Padres e hijos mujeres, derechos, que,, varones

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