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PADRES E HIJOS

¿Tenemos autoridad moral para enseñar educación vial?

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IGNACIO ESPINOZA GODOY

A propósito de los cada vez más frecuentes accidentes viales que se registran tanto en la mancha urbana como en carretera, es preocupante observar cómo el índice de este tipo de percances aumenta cada año, un tema que a los padres de familia nos debería mover a la reflexión ya que no sólo los adultos mayores de 30 o más años de edad son los que se involucran en esta clase de incidentes, sino también una cantidad importante de jóvenes que rondan cerca de los 20 años de edad o que apenas los rebasan.

En principio, se supone que cada conductor de un vehículo automotor, antes de obtener su licencia de manejo, tuvo que haber leído el Reglamento de Tránsito y Vialidad y aprenderse los conceptos básicos de este ordenamiento legal, para así presentar un examen teórico-práctico, y después de haber aprobado -si así fuera el caso- acceder a ese documento que lo faculta para ponerse al volante de un automóvil, ya con la aprobación de la autoridad de la materia y con el compromiso de hacer uso de esa licencia de una manera responsable, pues no sólo está de por medio su integridad física, sino también la de los demás conductores y de los propios peatones.

No obstante, en lo personal me sigo preguntando qué pasa con esos conductores de vehículos automotores que observamos todos los días incurriendo en todo tipo de violaciones al citado reglamento, como si se tratara de una competencia para ver quién acumula más puntos negativos en ese sentido, cuando deberíamos apegarnos escrupulosamente a lo que establece dicho ordenamiento si deseamos que esa alarmante cifra de accidentes viales no siga creciendo, en perjuicio de todos ya que ese tipo de actitudes y hábitos negativos nos afectan no sólo a quienes manejamos un automóvil, sino también a los peatones.

Además, no deberíamos olvidar que, en determinado momento, cuando nos bajamos del vehículo, nos convertimos automáticamente en peatones, que nos hace vulnerables a las conductas condenables de los automovilistas que no respetan la zona peatonal ni el derecho que tenemos los peatones para cruzar de una acera a otra y donde los conductores deberían cedernos el paso, pero si usted como transeúnte se los reclama, los automovilistas (la mayoría, créame, porque así me ha sucedido) se molestan y hasta a uno como peatón le sobran insultos, en lugar de reconocer que el de a pie es quien tiene la razón cuando defiende sus derechos.

Si usted, amable lector, va acompañado de sus hijos al momento de manejar, seguramente se habrá visto involucrado en muchos casos en los que los demás automovilistas pasan por encima de sus derechos y, tal vez, hasta haya sido víctima de un accidente vial por esa situación.

Quienes casi todos los días llevamos a los hijos a la escuela tratamos de enseñarles a estos las reglas viales básicas, para que de esta manera vayan aprendiendo los conceptos más importantes y así también tomen conciencia de que el respeto a los derechos de los demás es lo que nos permite mantener un ambiente de armonía. Mientras desde más temprano les inculquemos este tipo de mensajes positivos, con toda seguridad, crecerán con una mentalidad de respeto no sólo en este ámbito, sino en todos los que se desenvuelvan.

De manera lamentable, los hijos habrán presenciado muchos casos de violación al Reglamento de Tránsito y Vialidad que a los padres de manera directa o indirecta nos afectan. Sin embargo, los progenitores debemos tratar, hasta donde sea posible, de ser tolerantes y prudentes cuando algún automovilista nos moleste, a menos de que golpee nuestro vehículo, aunque en este tipo de casos hay que conservar la serenidad y dejar que la empresa aseguradora que hayamos contratado sea la que se encargue de los trámites para resolver el problema.

No tiene caso, estimado lector, que los conductores nos enfrasquemos en una discusión si los vehículos no tuvieron contacto entre sí, de tal forma que lo más recomendable es evitar los altercados verbales y seguir nuestro camino ya que si de las palabras se pasa a los golpes el problema se puede hacer mayor, sin ninguna necesidad.

También ese tipo de situaciones nos enseñan a darles un buen ejemplo a los hijos y enviarles un mensaje positivo en el sentido de que es mejor evitar discutir y pelear cuando nadie resultó afectado ni en sus vehículos ni en su integridad física.

Al final nadie gana cuando sólo se busca imponer por la fuerza su argumento aunque no tenga la razón. Ya hemos visto, durante años, cómo terminan esas escenas de violencia, en ocasiones con un saldo trágico, sólo por asumir una actitud de obstinación y terquedad que no se justifica.

Por ello, amable lector, los padres de familia (mamá y papá, ambos) tenemos la ineludible responsabilidad y misión de ser un buen ejemplo cuando se trata de inculcarles a los hijos el respeto a todas las normas de vialidad que nos permiten convivir con armonía en medio del tráfico vehicular en el que nos vemos inmersos todos los días, a la par de velar también por la seguridad de los peatones.

Escrito en: Padres e hijos tipo, hijos, todos, conductores

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