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Mis maestros en la gratitud y el recuerdo

Mis maestros en la gratitud y el recuerdo

Mis maestros en la gratitud y el recuerdo

ENRIQUE ARRIETA SILVA

Cuando llegué a la edad de seis años, mi madre quiso llevarme a la escuela primaria, pero mi padre, hombre de acción, poco dado a la teoría, le pidió que esperara un año más porque aún era muy pequeño; por aquel entonces la regla era que se ingresara a los siete años, así que mi madre accedió. Llegados los siete, mi madre hizo oídos sordos a la petición de mi padre de que esperara un año más y anegado en llanto me llevó a la escuela número 13 José Ignacio Soto, de la que no recuerdo el nombre de mis maestras, solo su buen trato y aplicación. Por cambio de domicilio, de la calle Zarco a la de Coronado, fui a parar a la escuela número 11 Lorenzo Rojas, entonces ubicada en la calle de Juárez, entre Coronado y Gabino Barreda, y allí sí, recuerdo a mis maestras Bartola (toda dulzura), Anita (guapa y diligente), Josefina (guapa y amable), María de Jesús Rodríguez (abnegada y diligente) y a la directora Sara Leyva (amable y enérgica) todas ellas unas almas de Dios, que me enseñaron a garrapatear óvalos, pinitos; las vocales; a sumar, dividir, multiplicar y restar con peras y manzanas; a dibujar y colorear mapas de México, los nombres de los ríos y sus afluentes; los primeros trozos de la historia de México; a escribir con lápiz y después con manguillo y la regla de tres simple, así como la raíz cuadrada, entre cantos a la madre, a Juárez y declamaciones al Renacuajo paseador.

De allí al Instituto Juárez en los primeros días de febrero de 1957 a estudiar los tres años de secundaria y los dos de preparatoria, transformado en Universidad el 21 de marzo del mismo año, y allí mi mente siguió abriéndose con las enseñanzas de Julián Bermúdez en matemáticas , Roberto Bravo en inglés, Ignacio Bermúdez en dibujo, Raúl Pacheco en álgebra, Edmundo Fuentes en lógica,, Agustín Ruiz en literatura española, Lilia Isáis Chávez en cultura, Epifanio Alanís en filosofía, Héctor García Calderón en seminario de revolución mexicana, Pedro Camacho en historia , Fernando Sonora en literatura universal, Jesús Velázquez en música, Hortensia Vela Murillo en química, Jesús Soria en física, Joaquín Soria en trigonometría,. Anselmo Torres en latín y Guillermo Ferreira en griego.

Vendría después la carrera de derecho, y en ella encontraría a los mejores litigantes y funcionarios judiciales como a Juan Francisco Gurrola amparista de prestigio, Juan Bravo Cuevas litigante de éxito, Abel Hernández versado en el derecho y en idiomas, Manuel Mendívil litigante de los buenos y entrenador del futbol universitario, Miguel Guerrero Román honesto y de convicción católica, Alexandro Martínez Camberos jurista de izquierda y poeta mayor, Mario Valero Salas entregado a las paralelas y al derecho del trabajo, Melchor Parral litigante carismático, Roberto Ramson notario que gozaba del reconocimiento social, Jaime Carranza litigante capaz y aguerrido, Salvador Zúñiga Garay conocedor del medio social y de fina ironía y Raúl Ríos buen litigante y deportista destacado en el basquetbol..

En el doctorado en derecho, con especialidad en constitucional y administrativo en la División de Estudios de posgrado de la Facultad de derecho de la UNAM, de 1971 a 1973, guardo especial aprecio a mis maestros Andrés Serra Rojas administrativista, Héctor Fix-Zamudio de saber jurídico enciclopédico, Ignacio Burgoa magnifico expositor, Héctor González Uribe jesuita, doctorado en teología, en derecho y en otra materia que se escapa a la memoria, pero lo que si recuerdo que su modestia auténtica no tenía límites. Alberto Trueba Urbina de fina figura y toda una personalidad nacional en el derecho del trabajo, Fausto Vellado Berrón de proyecciones filosóficas, Fernando Flores García dominador de la teoría y prácticas pedagógicas, Juan Manuel Terán Mata filósofo del derecho, Sergio Domínguez Vargas conocedor de la economía, Edmundo Escobar entregado a la enseñanza del derecho, Gabriel García Rojas maestro de metodología del derecho y de prestigio en el derecho civil y Fernando Siliceo Camacho que se manejaba con acierto en el derecho sindical.

De todos ellos, guardo el mayor de los respetos y el más sincero de los agradecimientos, pues de todos, de la primaria al doctorado, pasando por la secundaria, preparatoria y profesional, recibí sabias enseñanzas y ejemplos de virtud, que a estas alturas de la vida evoco con gran cariño, pues me fueron formando y conformando, hasta llegar a ser lo que hoy soy: un modesto ciudadano que cumple con sus obligaciones cívicas, que navega en la marejada de los valores, que se mantiene en la circunferencia del derecho, que no le ha hecho daño a nadie y que ha sabido sortear los escollos de los malvados y esquivar los mandobles de los corruptos y de los perversos. Los errores que sin duda he cometido, los acredito a mí mismo, liberando de ellos a mis amados maestros, espejos de bondad, apostolado y sabiduría. Pudiera ser que de manera involuntaria haya omitido a algunos de mis venerados maestros, de ser así les pido me perdonen, y les digo que habrá tiempo para corregir omisiones.

Si el Ratón Macías, le debía todo a su mánager y a la virgencita de Guadalupe, yo declaro con la mano en el corazón, que todo se lo debo a mis padres, a la Revolución Mexicana y a mis inolvidables maestros, los cuales evoco con el más grande y sincero de los cariños, porque al ser ellos los puentes de trasmisión del conocimiento, son los verdaderos constructores de la patria, de las naciones. Al menos mis añorados maestros si lo fueron, y lo fueron con todas las potencias de su alma y con todas las fuerzas de su amor a sus discípulos, entre los cuales felizmente me encuentro. Gracias nunca los olvidaré.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS derecho, derecho,, litigante, recuerdo

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