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De Política y Cosas Peores

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ARMANDO FUENTES

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"Mi novia es insaciable en la cuestión sexual -le contó aquel muchacho a su papá-. Me pide que le haga el amor todos los días; frecuentemente dos veces seguidas, y en ocasiones hasta más. No hallo cómo hacer que pierda interés en el sexo". Con laconismo le aconsejó su padre: "Cásate con ella". Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, chocó el automóvil de su esposo contra un árbol de robusto tronco. Tal fue el golpe que la parte delantera del vehículo quedó toda chafada. "¡Caramba! -se apuró doña Panoplia ante la gente que acudió-. Espero no haber dañado a los caballos de fuerza. Mi marido está muy orgulloso de ellos". La adivinadora consultó su bola de cristal y le dijo al cliente: "Eres padre de tres hijos". "Eso es lo que tú crees -se burló el tipo-. Soy padre de cuatro hijos". Replicó impertérrita la adivinadora: "Eso es lo que tú crees". En el consultorio médico la curvilínea chica le dijo al facultativo al tiempo que ambos se vestían: "Lo encontré muy bien, doctor. ¿Para cuándo quiere mi próxima visita?". El cliente del restorán llamó al mesero y le reclamó enojado: "Hace media hora le pedí un café y no me lo ha traído". Replicó el camarero: "No me grite, que no estoy sordo. ¿De qué quiere su pastel?". Dulcibella, muchacha en flor de edad, casó con don Geroncio, señor más viejo que dos pericos juntos. A su regreso de la luna de miel la recién casada le confió, extática, a una amiga: "Antes de casarnos mi marido me dijo: 'Por mi edad lo haremos como el marqués: una vez al mes'. ¡Pero la noche de bodas me adelantó tres meses!". Al salir del teatro un griego de la época clásica le comentó a otro: "Supongo que Esquilo es bueno, pero uno viene al teatro a divertirse". Don Chinguetas le preguntó al agente de viajes: "¿Cuánto me costaría pasar tres días en Las Vegas con mi esposa?". El hombre le informó la cantidad. Quiso saber don Chinguetas: "¿Y si voy solo?". Respondió el agente: "Calcule usted el triple". La joven esposa le relató a una amiga: "Mi marido llegó anoche con el ánimo caído, pero me puse brassiére de media copa, medias rojas de malla con liguero, pantaletita crotchless, negligé transparente y zapatos de tacón aguja, y se lo levanté". El Poqui Tapolla es un nuevo personaje de esta columneja. La naturaleza se olvidó de dotarlo bien en la entrepierna, tanto que cuando el urólogo lo examinaba debía echar mano a una lupa. En cierta ocasión el Poqui dijo en el baño de vapor del club: "Unos milímetros más de bíceps y sería yo Mister Universo". Acotó un socio: "Y unos milímetros menos de aquello y serías Miss Universo". Acerca de la medida del atributo masculino hay mucha discusión. Por encargo del Instituto de Sexología Kinsey dos chicas hicieron una encuesta a ese respecto. Una de ellas le preguntó a un sujeto: "Dígame, señor: en tratándose del sexo en el varón ¿qué importa más? ¿El tamaño o la técnica?". Respondió de inmediato el individuo: "Desde luego la técnica es lo que importa más, señorita. El tamaño no cuenta para nada". La encuestadora llamó a su compañera: "¡Glafira! ¡Otro de picha corta!". Advierto, sin embargo, que me estoy apartando del relato. Vuelvo a él. Pese a su indigencia varonil el Poqui Tapolla contrajo matrimonio con una linda joven. La noche de las nupcias el desposado se puso frente a su flamante mujercita y con displicente ademán dejó caer la bata de popelina verde que había comprado en el súper especialmente para la ocasión. La muchacha, que por primera vez veía a su marido al natural, comentó con cierto desencanto: "Mi mamá me dijo que esta noche me darías una sorpresa muy grande. Pero, la verdad, a mí no me parece nada grande". FIN.

Escrito en: De Política y Cosas Peores marido, tres, Poqui, noche

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