Urgen ciudadanos empoderados
Después del proceso electoral del pasado 2 de junio, los ánimos políticos se tranquilizan. Los que resultaron ganadores están en las negociaciones del reparto de cargos y responsabilidades; los perdedores, se replantean su futuro, sobre todo si se pelearon con medio mundo por defender a su candidato.
Se puede decir, en términos generales, que las elecciones en las seis entidades federativas tuvieron un saldo blanco, por fortuna. Sin embargo, deja un mal sabor de boca el alto abstencionismo que se registró.
En Durango, el porcentaje de personas que acudió a emitir su sufragio fue del 45.3 por ciento, es decir, no alcanzó ni la mitad de los ciudadanos en la Lista Nominal. Pero las cosas estuvieron peor en otros estados.
En el caso de Puebla, solo fue el 33 por ciento de los ciudadanos los que acudieron a votar. De un universo de cuatro millones 584 mil 484, un total de 682 mil 137 ciudadanos decidieron quién gobernará por seis años al darle su voto a Miguel Barbosa. Es realmente preocupante que un 14 por ciento se imponga a la inmensa mayoría.
Si bien es cierto en la democracia cada voto cuenta, es innegable que una votación tan baja le resta honorabilidad (y credibilidad) a cualquier gobernante, ya que si bien el triunfo puede ser legal conforme a ley vigente, no tiene el respaldo real del pueblo al que se supone, representará.
Por eso se ha insistido en una verdadera reforma electoral en donde se implemente la segunda vuelta para garantizar que quien gane, cuente con el apoyo de la mayoría de las personas con el derecho de votar.
Es claro que hay un hartazgo ciudadano de procesos electorales continuos, en donde se ven una y otra vez a los mismos políticos pidiendo el apoyo. El que era alcalde ahora quiere ser diputado, el que era diputado ahora quiere ser senador, el senador quiere ser presidente municipal otra vez. En fin, es el cuento de nunca acabar.
Los "refritos" en las candidaturas se unen a los malos, pésimos resultados de los gobernantes en turno, la corrupción, la impunidad, los compromisos sin cumplir. Tras la gran expectativa que generó en su momento Andrés Manuel López Obrador, es muy probable que sus primeros seis meses de trabajo hayan generado desilusión en más de una persona que decidió no votar al considerar que no tiene caso porque al final, "nada cambia".
Es urgente seguir trabajando en la construcción de una nueva ciudadanía y eso recae en gran parte, en la sociedad civil organizada porque el peor error es esperar que la clase política haga algo al respecto, ya que en su caso, le conviene que sean pocos, muy pocos los que salgan a votar pues así es más sencillo movilizar sus militancias.
Tenemos un enorme reto, debemos seguir insistiendo en la importancia del empoderamiento ciudadano para no solo elegir a los gobernantes sino darle seguimiento a su trabajo, exigirle la rendición de cuentas, demandar mejores leyes, ser proactivos. Ya vimos que el pueblo organizado tiene la posibilidad de poner o quitar a un mal gobernante, no podemos desistir. Ahora más que nunca, debemos velar por el bien de nuestro país.
PUNTO Y APARTE.- Una vez que Jorge Salum del Palacio resultó ganador de la presidencia municipal de Durango, la atención se ha centrado en lo que hará con las letras gigantes que José Ramón Enríquez Herrera instaló en diferentes zonas de la ciudad como un sello de su administración.
Se trata de una inversión millonaria, de dinero público por supuesto, así que no se trata de echarlas a la basura sino de buscar una forma para reutilizarlas o reciclarlas, de modo de se recupere aunque sea algo de lo gastado.
Salum del Palacio ha dicho además que hará una auditoría a la administración municipal y que se sancionarán las irregularidades. Ojalá, porque a propósito de las promesas sin cumplir, ésta ya la hemos escuchado en más de una ocasión sin resultado alguno.
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