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LETRAS DURANGUEÑAS

La testigo

OLGA AGUILERA

Te tiemblan ya las piernas, un paso a la vez, casi llegas, el dolor de la pierna derecha no te deja, la sangre no para. La herida parece estar profunda, un torniquete, tal vez eso ayude. Sigue caminando, adelante está la casa, falta poco.

Llegas no hay nadie, parece abandonada, no, mejor espera, miras por la ventana protegida con barrotes. Sus muebles son rústicos en general ¡Claro! ¿Qué esperabas? Es una casa de campo. La puerta tiene candado, tratas de entrar por algún lado, pero ¿cómo? Vas hacia la parte de atrás, encuentras una pequeña ventana, eso estará bien, tú eres muy delgada, sí cabes, rompes el vidrio, entras, lo primero que haces es buscar un teléfono para pedir ayuda, ¡que burra! pues si no hay señal de celular tampoco habrá teléfono fijo, no ves ningún aparato de teléfono. ¡Apúrate!, la sangre sigue saliendo, ya ensuciaste el piso. Te diriges a la cocina, ahí buscas algo con que curarte. Prendes la estufa, tomas un cuchillo, lo pones en la lumbre, lo coges nuevamente, cierras los ojos y te acuerdas de la película de Rambo y ¡zaz! lo dejas caer al rojo vivo sobre la herida, cauterizando al instante. Duele pero pasará. Ya está, aguanta, aprieta fuerte, ¡quema!, no importa, tu puedes con ese dolor, peores cosas has pasado, como cuando te quebraste el brazo allá en Los Cabos, al caer de la lancha.

¿Escuchas? ¡es un carro! ¡alguien llegó! deben ser los dueños de la casa. Sal, no, mejor escóndete, pero antes limpia la sangre, deja todo como estaba. No sabes cómo reaccionen, obsérvalos primero, o mejor solo te presentas y dices la verdad ¿y si no son de fiar? ¡Mira! la lavandería parece un lugar seguro ¡escóndete ahí!

¡Que silencio! Parece que no hay nadie afuera. Escuchas gritos, te asomas por la ventana, piensas que tal vez necesitan ayuda ¡Es una mujer!, un hombre está con ella, ¡ la está golpeando! Te alejas asustada. Ya no se escucha ¿qué hace?, te preguntas. Vuelves a mirar por la ventana, te horrorizas con la escena ¡La está arrastrando hacia un árbol!, ¿Qué pasa? El hombre te parece conocido, pero ¿de dónde? Tal vez lo viste en el bar. Su rostro se ve algo borroso ¡tus gafas! Ni cuenta te habías dado, quedaron ahí rotas en el choque. ¡Claro! Te bebiste cuatro margaritas, ahí tienes las consecuencias, no viste la curva y fuiste a dar con el árbol. No, esa no fue la causa, ¡acuérdate!

¡No puede ser! Se te eriza la piel, ¿ahora qué hace? ha lanzado una cuerda a través del brazo grueso saliente del árbol, tiene a la mujer ahí, desmayada, o muerta, ahora la rodea con la cuerda, hace un amarre bajo sus brazos y detrás de la espalda ¡está jalando, intenta colgarla! Tú no puedes hacer nada, solo observas impotente, quieres gritar, ¡una pistola! Si la tuvieras… no lo pensarías, saldrías a salvar a la mujer, no importa que no la conozcas, su vida lo vale. Si lo matas a él tampoco importa, piensas tal vez la suya no vale tanto, pues ¿Qué alma tan despiadada hace eso?

Son las diez de la noche cuando ya te despides de tus amigas, una de ellas te dice: Espérate otro rato para irme contigo. (Juanis, tu mejor amiga) tú no quieres quedarte más, al otro día tienes que levantarte temprano para ir a trabajar, ella vive contigo en el mismo departamento pero es desvelada y la distancia es larga, hay que atravesar unos cuantos kilómetros de carretera hasta la ciudad, el pueblo está mono, ella se puede quedar con su abuela ahí mismo, te quedarías tú también pero solo tienen dos cuartos, quedarían muy apretadas, mejor no, y además no te gusta dar molestias. Estuvo padre la fiesta. Sales del bar, fue la despedida de soltera de otra amiga, "La Chiquis". Sacas las llaves del auto, te diriges al estacionamiento, escuchas unos pasos, volteas, no ves a nadie. Recuerdas los comentarios de esta mañana en la oficina, lo de las mujeres que han aparecido muertas en diferentes puntos de la ciudad. ¡Fíjate, Laura, dicen que ya van cinco que encuentran!. Eso te da escalofríos, metes la llave rápido y te subes al auto.

La neblina no te deja ver bien, tratas de ir lo más despacio posible, hay curvas bastante pronunciadas, en eso viene un torton, te pone las altas en plena curva, tú, pierdes el control, derrapas, tratas de frenar, no puedes, gira el auto completamente, te sales de la carretera, ves cómo te diriges hacia un árbol, intentas frenar nuevamente, de pronto solo escuchas un zumbido en tus oídos. Despiertas después de un rato, si no fuera por la bolsa de aire, estarías fuera. Ahí estás, con un pedazo de vidrio de botella de vino encajado en la pierna derecha, (recuerdo de la despedida). El encaje que la envolvía está ensangrentado, te sacas el vidrio que sobresale de la herida, mala idea, sale el chorro de sangre, reaccionas instintivamente, te arrancas un pedazo de la blusa, ves que no tocó arteria (cursaste primeros auxilios en la Cruz Roja), aún no sientes dolor, está adormecida tu pierna, haces un torniquete para que ya no salga tanta sangre. Sales del auto como puedes, la pierna la sientes muy caliente, volteas a los lados, no hay nadie. El culpable, obvio, se fue. No sabes cuánto tiempo ha pasado desde entonces, no ves bien, esperas un rato para ver si pasa algún auto y se pare a auxiliarte, sacas el celular, nada; totalmente muerto. Transcurren veinte minutos y ninguna alma. Caminas un poco más hacía en medio de la carretera. Ves tu celular nuevamente, sigue sin señal, miras a través de la espesa arboleda, a lo lejos se ve una tenue luz, parece una cabaña, calculas medio kilómetro de distancia más o menos, buscas si hay forma de llegar, unos pasos más encuentras un camino de terracería, ¡eso es! por ahí se debe llegar - piensas-.

Si hubieras hecho caso a tu amiga "Juanis" esperarla o quedarte en el pueblo, no estarías aquí sola en este bosque sin poder ver nada, solo con la lámpara del celular que es lo único que le funciona. Ahora si te comienza a doler la pierna, ni modo tienes que caminar hasta esa luz que se ve ¿será una casa? Te preguntas, sí, eso parece. No te queda de otra, tienes que arriesgarte, realmente no parece lejos, debe vivir alguien ahí, quizás tengan teléfono o algo con que curarte. Piensas todo esto mientras caminas.

El hombre sube a la mujer hasta pegar con la rama del árbol, ves como la sujeta por un largo rato, la observa, luego enreda el sobrante de la soga al tronco, ella no se mueve, ni emite sonido alguno, después él enciende una fogata con algunas ramas que recoge. Va hacía el coche lo prende, pone música y las luces dan directamente a la silueta de ella, tú te horrorizas al verla claramente ¡Es Juanis, tu amiga! Casi te desmayas de la impresión. En ese momento él camina hacia la casa, tú te quedas quieta, sabes que va a entrar. Los pasos ya están más cerca, quita el candado -supones- ¡Obvio, es el dueño de la casa!, entra, escuchas el ruido de botellas (habías visto de reojo la cantinita al pasar a la cocina) Tú ni siquiera te mueves, incluso no respiras. Se oye que cierra la puerta de nuevo al salir, ni siquiera, supervisa la casa, se aleja, te asomas por la ventana, ahí está de nuevo, lleva solo una botella en la mano, hace como un brindis levantándola, mirando a "Juanis". A tu salud, princesa, dice el tipo. Le toma un trago, luego da unas vueltas a la fogata como haciendo una danza - ríe como loco-. Termina su ritual, después va hacia el tronco del árbol y ves como inesperadamente suelta el lazo y cae el cuerpo de tu amiga, sin más, haciendo un ruido seco, él se acerca toma otro trago a la botella escupe sobre su cuerpo, enseguida se desabrocha el pantalón y rocía su orina en toda ella. Aquel acto te hace erizar la piel y helar la sangre hasta los huesos. Al final él abre la cajuela de su auto, recoge el cuerpo, lo pone dentro junto con la cuerda (supones para no dejar señal alguna) la cierra, se sube al auto y se aleja.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS solo, parece, hacia, tienes

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