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El invierno se va acercando al rancho con pasos sigilosos.

Los nogales, rendida ya su cosecha generosa, empiezan a pintar sus hojas de un amarillo que no se atreve todavía a desplazar al verde. Las nubes se hacen grises, como si el cielo azul encaneciera, y el campo todo se recoge sobre sí mismo, parecido a un hombre que después de haber hecho su trabajo se dispone ya al descanso.

A mí no me preocupan los días invernales. Tenemos leña suficiente para mantener el fuego en la cocina, y en los baúles hay ropas de abrigo y cobijas de lana y lana. No nos faltarán el té de menta y yerbanís ni el recio mezcal serrano que da calor al cuerpo y luz al alma.

Descansaremos igual que el campo, lo mismo que los animales que nos dan su ayuda en la labor: el manso caballo, el resignado buey, el humilde asno. Yo no he dejado que la máquina los sustituya, y ellos me lo agradecen -estoy cierto- porque los ayudo a sentirse útiles a pesar de su edad.

Venga el invierno. Bienvenido será igual que el verano, la primavera y el otoño. Cuando llegue iré a la cocina, y de la olla que borbollea en el fogón sacaré agua y haré dos tazas de té, una para mi esposa, la otra para beberla yo. A mí también me gusta sentirme útil a pesar de mi edad.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador pesar, igual, cocina,, buey,

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