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PADRES E HIJOS

Valores, la mejor herencia

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IGNACIO ESPINOZA GODOY

Llama mucho la atención cómo tras la muerte del padre o la madre (o de ambos al mismo tiempo), se genera una especie de batalla de todos contra todos entre los hijos por quedarse con los bienes materiales que pudieron haber adquirido los finados durante el tiempo que convivieron con la familia, de tal forma que esos pleitos terminan trasladándose hasta los juzgados o tribunales en juicios que pueden prolongarse por varios años, con lo que los vástagos y otros familiares se disputan todo lo que tenga un valor económico cuantificable y se olvidan de otros aspectos más importantes.

Esta situación no es privativa de un segmento socioeconómico específico, pues lo mismo se observa en familias de un poder financiero sobresaliente, que en un hogar donde incluso puede haber carencias en lo más básico, con lo cual queda demostrado que en ocasiones pesa más la ambición por quedarse con un bien material de un ser querido muy cercano como el padre o la madre, que conservar el recuerdo y la gratitud perenne por todos esos bienes intangibles que nunca se gastarán ni se deteriorarán con el paso del tiempo ya que los valores transmitidos se convierten en una herencia, en un legado más valioso que cualquier objeto o dinero.

En lo personal, me llama la atención los casos de mucha gente que se obsesiona con el hecho de acumular numerosas posesiones materiales como si todas ellas se las fuera a llevar consigo una vez que muera, cuando sabemos que todos los bienes tangibles se quedan en este plano existencial, para el disfrute de los seres queridos más cercanos o, incluso, de otros de quienes se desconocía que formaban parte importante de la vida de quien partió de este mundo dejando por este motivo conflictos legales muy fuertes que sólo desgastan y dividen a la familia.

Sin embargo, muy pocos de quienes ambicionan tener cada vez más bienes materiales se ponen a pensar en que nada de lo que vayan acumulando se lo van a poder llevar a otro plano, luego de que fallezcan, de ahí que se les observa con esa obsesión enfermiza por adquirir más objetos lujosos y costosos que pueden lucir y disfrutar mientras viven, y difícilmente se ponen a reflexionar en el hecho de que todas esas posesiones pueden llegar a ocasionar disputas familiares que sólo podrían dividir a la familia por pelearse por algunos o todos esos bienes que tanto esfuerzo y trabajo le costaron en vida.

Lo más sorprendente en muchos de esos casos es que esos padres de familia dedicaron gran parte de su vida a atesorar posesiones materiales al grado de que se olvidaron de que hay otro aspecto más importante y que poco fomentan, relativo a los valores y principios morales que deben inculcarse dentro de los hogares a los más pequeños y pequeñas, un factor que puede ser de mayor relevancia en el corto, mediano y largo plazos, que es cuando se comienzan a recoger los frutos de ese hábito positivo que los progenitores debemos practicar y poner el ejemplo en los hechos, no sólo con palabras.

Haciendo un ejercicio de comparación, por ejemplo, si un padre de familia les hereda a sus hijos numerosas propiedades y dinero en cuentas bancarias o en efectivo, pero si todos esos bienes materiales no son cuidados o bien administrados, seguramente en poco tiempo se habrán diluido y nada habrá quedado de esa herencia. En cambio, todos los valores inculcados y transmitidos, como la responsabilidad, la solidaridad, la generosidad, la disciplina, entre otros, difícilmente se perderán ya que se trata de bienes intangibles que se quedan por siempre y que se perpetuarán generación tras generación.

Ese es precisamente el aspecto más importante en el que los padres de familia nos deberíamos basar cuando pensemos en la herencia que podemos dejarles a los hijos una vez que partamos de este plano existencial, en lugar de albergar la idea de que tenemos la obligación de dejarles un bien material que, seguramente, les servirá por un lapso pero que terminará por agotarse o deteriorarse con el paso del tiempo, así que deberíamos desechar esa idea porque, además, podría ser la manzana de la discordia si se la disputaran los hijos en caso de que no hubiera un testamento.

Y a propósito de testamento, más nos valdría a los padres de familia (a ambos) contemplar esa idea de dejar plasmada por escrito nuestra última voluntad sobre la repartición de los bienes materiales que podamos tener antes de morir, esto con el objetivo precisamente de no generar una disputa legal innecesaria entre los hijos.

No obstante, insisto, siempre, lo mejor que podemos heredarles a los hijos serán esos valores y principios morales, de los cuales se podrán sentir orgullosos de haber recibido por parte de nosotros, mientras convivieron con nosotros en el hogar, y los cuales ellos mismos se encargarán de transmitir a las próximas generaciones, con la convicción de que representan la mejor herencia que se puede dejar, incluso, en vida.

Escrito en: Padres e hijos bienes, esos, todos, materiales

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