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La poesía ¿para qué?

La poesía  ¿para qué?

La poesía ¿para qué?

JUAN EMIGDIO PÉREZ

¿Y para qué poetas en tiempos de penurias y violencias?

¿Y para qué poesía en la era digital, época de tiempos fugaces y de caos?

Primero agradecer, al poeta Petronilo Amaya, como presidente de la Fundación Cultural Amaya, este acto de homenaje, este galardón editorial, que lo defino como el acto de reconocer, el acto de ser Uno con el Otro, con los Otros. Porque agradecer es el acto más modesto, más trascendente de aceptar el reconocimiento del Otro. De esta manera nos reconocemos mutuamente, pues el Otro al reconocer el trabajo, la obra del Otro, se reconoce asimismo. Agradecer, es un reconocimiento mutuo. Tú vales y me haces valer.

Gracias amigo, poeta Petronilo, porque a través de su medio de comunicación literaria, la revista internacional CANTALETRAS, dedica un número especial a mi modesta trayectoria literaria. Trayectoria que en gran parte hemos recorrido juntos, por más de treinta años. Desde que compartimos la elocuente compañía de nuestro recordado patriarca literario, el poeta y lo digo con honra, mi guía intelectual Alexandro Martínez Camberos. Poeta, Juez y jurisconsulto, con el que no solo me unió una relación de trabajo, me unió una relación del ejercicio imparcial de la justicia federal, en los tiempos más difíciles de la década de los sesenta y setenta. Época de guerrillas, de bloqueos carreteros, de marchas campesinas y callejeras, de mítines estudiantiles en la Plaza de Armas, con su oratoria de fuego Prometéico.

Alexandro, el poeta creador del azul Durango. Con el que también me unió, un amor hacia nuestra Alma Máter la Universidad Juárez de Durango, sin estar ausente el amor hacia el terruño, nuestra milpa y huerta, nuestro valle, nuestras alamedas y acequia grande. Lugares donde compartimos la más sincera, sólida y memorable amistad. Por eso puedo decir, Alexandro: permíteme recibir este reconocimiento en tu fructífera memoria, porque al recibirlo tú también formas parte de él, y estás presente en el Pino Alexandrino, que en febrero de 1999 abonamos con tus cenizas, y se yergue majestuoso en tu memoria, en la aorta izquierda del corazón, en el jardín universitario.

Porque también compartimos la Era de las Libertades y del rompimiento de lo tradicional y caduco. Época del florecimiento de los movimientos estudiantiles y populares. Época en que escribí en la década de los sesenta y ocho, en las oficinas del Juzgado de Distrito, ubicado en el Callejón del Arco, frente al Palacio de Gobierno, donde ahora se encuentra la escultura Juárez y el Estudiante, escribí en mi máquina Remington, la sentencia jurídica que brotó como un pregón fulminante de tu boca Alexandro Martínez Camberos, sin que te temblaran los labios y desde el fondo de tu corazón de águila libre y mexicana, me dictaste la frase que era y sigue siendo un cobijo, contra la prepotencia de la autoridad y que aún resuena en mis oídos: <>, marcando con ello que debía existir la libertad de expresión, la libertad de la lucha social, que sólo con esa forma de protestar era posible saber que existían graves problemas sociales por resolver.

Pero Alexandro era un consumado poeta y yo su amanuense, que se atrevió a mostrarle las bestezuelas de sus poemas y por respuesta solo recibí una frase: <>. Eso fue suficiente para entablar una charla poética, por más de cuarenta años. Entonces yo era un estudiante de la secundaria nocturna de la Universidad, que tenía lecturas de los poetas mexicanos heredados de mi madre: Amado Nervo, Juan de Dios Peza y el peruano José Santo Chocano, , pero en la clase de literatura abrevé con sed avorazada la lectura de los poetas del Siglo de Oro Español y Gustavo Adolfo Becker, de ahí me fui con Máximo Gorki, Dostoyevski y salté a los poetas sudamericanos: Neruda, Vallejo, y a la vanguardia con Vicente Huidobro; regresé con los poetas mexicanos: Octavio Paz, Homero Aridjis, Sabines y José Carlos Becerra -murió en plena juventud-. Leí algo de los poetas Beats, recuerdo el poema de Allen Ginsberg. Conocí, leí, leo a Juan Gelman, Tomás Segovia, Alí Chumacero y a tantos otros, que han dejado su huella en mi quehacer poético.

Pero es la libertad de expresión, la que hoy permite que circule la revista CANTALETRAS, con vuelo señorial de águila y lleve su mensaje literario por distintos rumbos de México y más allá de sus fronteras. De esta manera, los poetas y narradores de Durango, somos leídos por otros ojos y en otras lenguas, y soliciten la inclusión en sus páginas, escritores de reconocida estirpe literaria. Las revistas como los poetas, no se hacen en serie. Por esa cualidad de autenticidad su trabajo es considerado como arte.

Las palabras son la respiración del espíritu, la respiración de la vida y en este escenario terrestre y digital, estamos en todas partes y en ninguna. Vivimos la era del instante, de lo efímero. Efímero como el mensaje del WhatsApp; efímero como nuestra vida, efímero como nuestro poema; que logra salvarse y trascender en la página de la revista CANTALETRAS, para que alguien de futuras generaciones, pueda hojear con curiosidad la historia literaria, de aquellos escritores que publicaban en una revista llamada CANTALETRAS. Entonces ya no estaremos, nuestra voz será una molécula de silencio. Pero este día, en estos momentos es la luz del triángulodiamante, que se manifiesta en la ecuación pasado=presente=futuro, donde todo sucede en un momento presente: lo que hablo era un futuro, en cada palabra pronunciada, se fue convirtiendo en pasado, en historia. En historia de estos tiempos: en que se incendia la Amazonia, se deshiela Groenlandia, se hunde Venecia, el agua se agota y envenena, los bosques se aniquilan y las naciones luchan tercamente por la supremacía de sus ideologías y religiones. Y surge la pregunta:

¿Para qué sirve la poesía? ¡Sirve para vivir!

Para vivir en estas cuatro paredes del presente, de una sala que lleva el nombre de un pasado poético: Olga Arias; festejando un presente de CANTALETRAS; que es el futuro de un instante de JUAN EMÉRITO PÉREZ OLVERA, personaje creado por Petronilo Amaya, para un poema, que refleja la vida de amigos poetas, amigos escritores, amigos de instantes de la vida, amigos de este instante literario y poético.

¿Para qué sirve la poesía? ¡Sirve para recordar!

Para recordarnos que somos efímeros, que somos un suspiro enamorado. Para recordarnos que tenemos voz y lenguaje para comunicar lo más íntimo, lo más nuestro. Lo cual moriría con nosotros si no lo decimos. Estamos en la orilla del abismo, del vacío existencial, del olvido eterno, enarbolando la poesía para salvarnos.

¿Para qué sirve la poesía?

Sirve de boleto de entrada a este auditorio de la vida, a esta Sala Literaria, que nos abriga en está congelante noche de diciembre.

Muchas gracias poeta Petronilo, por dedicarme el número 84 de CANTALETRAS. (Discurso de agradecimiento en la presentación de la revista Cantaletras 83/84, el pasado 27 de diciembre en la sala Olga Arias de la Fundación Cultural Amaya).

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS poetas, poeta, revista, amigos

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