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FRANCISCO SUÁREZ DÁVILA

Zafarrancho en la plaza Después del COVID-19, ¿qué?

FRANCISCO SUÁREZ DÁVILA

FRANCISCO SUÁREZ DÁVILA

Cuando se escriba la historia de la Administración Trump, el caos y la confrontación de la semana pasada en la plaza Lafayette, frente a la Casa Blanca, será uno de sus momentos palmarios. Estados Unidos ha perdido ya a 105 mil personas por COVID-19; poco más de 40 millones están desempleados con la economía en caída libre. De costa a costa, las ciudades se han convertido en zonas de protesta y confrontación, en un amplísimo espasmo de dolor y rabia por la violencia policiaca contra minorías de color que no cesa. El país no había sido sacudido por tantas crisis políticas, económicas y sociales simultáneas y graves desde la guerra de Vietnam. ¿Y qué hace el presidente mientras todo esto ocurre? Tuitea, básicamente, cuando no anda de pirómano.

Después de un fin de semana de protestas en la emblemática plaza que propiciaron que su equipo lo trasladara al búnker debajo de la Casa Blanca, el presidente Donald Trump llegó el lunes 1 de junio a la Oficina Oval cilindrado por las imágenes de televisión y cabreado de que se pensara que él se había escondido. Su reacción inmediata fue querer mandar al ejército a las ciudades, una idea que primero provocó una acalorada discusión entre sus asesores y luego con varios gobernadores que se opusieron al despliegue de tropas en sus estados para confrontar a los manifestantes. Pero al final del día, inducido por su hija, se le ocurrió una forma "más personal" y electoralmente redituable de demostrar dureza: cruzaría a pie la plaza Lafayette hacia una iglesia que había sufrido daños la noche anterior por un grupo de vándalos infiltrados en la manifestación. El único inconveniente era que para ello habría que expandir el perímetro de seguridad alrededor de la Casa Blanca. Mientras se preparaba para ir hacia la iglesia, Trump primero se autoproclamó ante las cámaras como el "presidente de la ley y el orden" a la par de que el procurador general William Barr daba la orden de sacar a los manifestantes que todavía estaban protestando en el extremo norte de la plaza. Lo que le siguió para que el presidente pudiese caminar doscientos metros para tomarse su foto fue un estallido de violencia como no se había visto a la sombra de la Casa Blanca en generaciones.

La clave para entender la decisión de cargar con macanazos y gas pimienta contra manifestantes pacíficos es ver estas imágenes a través de la lente de un "reality show". La estabilidad de la nación está bajo amenaza, afirma, y el bienestar del presidente y de los estadounidenses respetuosos de la ley está amenazado por los extremistas en las calles. Esa es la esencia del mensaje de Trump. Pero para un hombre forjado por la televisión, requería el complemento de un telón de fondo visual. De ahí la puesta en escena de la ópera bufa que todos atestiguamos el lunes pasado: su discurso a la par del desalojo de la plaza con lujo de fuerza, para luego ir a posar frente a la iglesia, tomar una biblia en mano, levantarla y pontificar ante los medios repitiendo sin ton ni son, "es una Biblia".

Como habitualmente sucede con Trump, hay un intenso elemento mussolinesco de farsa mezclado con fanfarronada y diatriba. El truco de espejos y humo que se aventó el presidente -y de monumentos emblemáticos de las libertades de los estadounidenses y la lucha por la igualdad en ese país rodeados por la Guardia Nacional- en medio de los peores disturbios civiles en una generación, no fue más que el alcahueteo tribal con la derecha religiosa y su base de voto duro. Pero planeando sobre este execrable simulacro Potemkin de fuerza bruta, están los números a la baja para Trump en todas las encuestas y el triple cóctel de una pandemia mal gestionada, la peor contracción económica desde la Gran Depresión y la incapacidad para calmar la ira legítima detrás de las manifestaciones por el asesinato de otro afroamericano más a manos de la policía. Rara vez en la historia de EUA un presidente ha sido tan inadecuado ante una coyuntura tan difícil como la actual o tan decisivamente superado por los acontecimientos. Como afirmó el periodista estadounidense Nick Confessore, "un presidente que arrancó su campaña presidencial prometiendo construir un muro para proteger a los estadounidenses del mundo acabó construyendo uno alrededor suyo para protegerse de los estadounidenses". Es una metáfora potente, pero también una vergüenza nacional y debiera ser sujeto del oprobio internacional.

Sta es la interrogante del momento. La respuesta que todos quisiéramos dar. Para ello, José Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, acaba de dar una videoconferencia, por invitación del Foro Jesús Silva Herzog, para honrar su memoria, con el mensaje de un servidor público prestigiado, sobre un tema trascendente. Su discurso es propositivo, sin descalificaciones y por ello muy valioso. Presentó 11 recomendaciones para enfrentar el "después" del COVID-19:

1) Fortalecer el sistema de salud. Aumentar significativamente el presupuesto para personal médico, medicinas, equipo hospitalario; ampliar cobertura y calidad. El gasto en salud es de los más bajos de la OCDE, 5.5% del PIB, frente a 9% en promedio.

2) Fortalecer los sistemas de protección y bienestar social. Nuevamente el gasto social es el más bajo, 8% vs 20% del PIB. Se requerirá redefinirlo como un verdadero "sistema", no "aspirinas asistenciales". Ideas, como un seguro temporal de desempleo o un ingreso básico para la informalidad, una reforma de pensiones.

3) Fortalecer la capacidad de respuesta del sistema educativo y de formación de competencias, habilidades y destrezas. Se destruyó la mejor reforma, y la educación se dio como botín a los sindicatos. Urge mejorar la calidad, donde tenemos la más baja calificación, con énfasis en la formación de profesores.

4) Una política macroeconómica, como instrumento de protección social. El gobierno carece de recursos. La recaudación tributaria es de las más bajas de la OCDE, 16% del PIB, vs 34%. Claramente requerimos una reforma fiscal, no factible, sino hasta después de las elecciones 2021. Mientras, hay que "puentear" acudiendo a la deuda. Coincide Gurría con el gobierno, que fortalecer la administración tributaria es una buena inversión. Advierte que la OCDE ha trabajado contra la evasión, identificando cuentas de nacionales en el exterior (50 millones); "el SAT ya tiene una lista de mexicanos".

5) Fortalecer la política financiera. El flujo de crédito y la liquidez debe mantenerse para las empresas y bajar las tasas. Apoya el importante programa de estímulos del Banco de México.

6) Fortalecer apoyos a empresas en especial PyMES. Incluye créditos blandos; diferir impuestos, cuotas sociales, deudas. También diseñar programas para los sectores más afectados, como turismo. Prácticamente no se ha hecho nada.

7) Propiciar uso de tecnologías digitales, ya que tenemos el nivel más bajo de conectividad a Internet, solo 64% de la población.

8) Fortalecer el apoyo a la ciencia, la tecnología y la innovación. Somos el país de la OCDE que invierte menos en ciencia y tecnología 0.3% del PIB vs 2.4%. Se desmanteló el Conacyt.

9. Reestructurar la economía para enfrentar el cambio climático y proteger el medio ambiente y la biodiversidad. Establecer, como prioridad, acelerar la transición hacia energías renovables y aprovechar nuestro gran potencial. Vamos a contracorriente.

10) Fortalecer las capacidades del Estado para anticipar, prever, evaluar riesgos, mejorar la coordinación y coherencia entre las políticas de los niveles de gobierno; contar con funcionarios competentes e instituciones fuertes. Se están destruyendo.

11) La estrategia de desconfinamiento debe estar basada en la ciencia, la evidencia y las mejores prácticas para facilitar una reactivación gradual. Usar pruebas, identificación y rastreo, de lo que carecemos con graves riesgos.

Pareciera que las recomendaciones se sustentan en los indicadores de nuestro mayor atraso entre países avanzados, en los temas más importantes para nuestro futuro. ¿Cómo enfrentar los nuevos retos que surgirán al término incierto del COVID-19?; sí carecemos de verdaderas estrategias en seguridad, reactivación económica, bienestar social, sistema anticorrupción, los temas prioritarios, que se abordan con acciones aisladas, a veces contradictorias, ineficaces o simples ocurrencias.

Concluyó Gurría: "La OCDE está lista para seguir apoyando a México para enfrentar la crisis y construir el país más próspero, más justo y más sustentable, al que aspiramos". ¡Deberíamos tomarle la palabra!

Escrito en: FRANCISCO SUÁREZ DÁVILA Fortalecer, presidente, plaza, Casa

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