Grito silenciado

Crecen como hiedra en la memoria los años que dejaron en ceniza, pesares al ir sembrando esperas. Los muertos no dan hilos de llanto, Los amigos caídos en tristes fechas, las mujeres dejaron cicatrices. Algunas nos quisieron, las dejamos.

Aquellas como besos se diluyen, las de los ojos tristes, hoy señoras llevan entre sus sueños mis palabras. Lo que robé de amores primerizos y dejé estrellitas y suspiros, Y las que sus nombres ha borrado de la lista sin fin que esparce el viento. Pecados del ayer, fueron de muchas, algunas saborearon mis tristezas, en un sorbo de amor, acto fallido, de desechos y nulos corazones que me amaron por lástima.

Las otras quisieron amar y no pudieron, flores marchitas en el tallo verde. Algunas han de estar en fosa fría otras igual que yo viejas y tristes.

Los días aquellos, los gloriosos, ni ellos volverán, como no vuelven los amigos tronchados, los que siguen sin que nadie ilumine su siniestra senda. Donde nuestro paso tembloroso irá detrás de ellos, sólo es tiempo. Los que juntan sus días a mi vigilia compañeros alegres de bohemia, voces roncas de alabar fatigas. ¡Cuántas burbujas de licor tomamos! queriendo herir los sueños, otro día como dados el cráneo atravesaban. Ellos enseñaron que los versos no solo son de amor, hay trágicos. Poemas a la muerte, a la escoria, al enemigo malo, al traicionero. Rehuían a la vida, miserables, callejeros mendigando besos.

Palabras que murieron con el tiempo, amigos animados a mi paso, que abrazamos los años a tirones. De la mísera vida, desprendimos algunos triunfos de fallidos días, esos siguen siguen conmigo en la vereda a done pisa el pie cansado y vano, a ellos, los que leen mi cuitas y critican el verso envejecido, sin darse cuenta que el espejo les devuelve la moneda misma. Compañeras y amigos hoy con ternura, os evoco a que vayamos juntos, al final del carcomido tiempo.