Sobre Valeria Luiselli
'¿Qué pensaría sobre mí este autor que estoy leyendo?' es la pregunta que, según recuerda Harold Bloom, el crítico Saint-Beuve recomendaba al enfrentarse a un libro.
'¿Qué pensaría de mí Valeria Luiselli?' me he preguntado desde que tenía 23.
De todas las definiciones de genio -las que parten desde Roma, pasan por el barroco y se alojan en el romanticismo- elijo la(s) de Harold Bloom.
Porque resulta que, recientemente, a Luiselli le otorgaron una 'beca para genios' entregada por la Fundación MacArthur, que de acuerdo con su sitio web 'no son un premio por logros pasados sino una inversión en la originalidad, perspicacia y potencial de una persona'. Además, Luiselli fue la primera mujer mexicana en ganar el American Book Award por 'Los niños perdidos (Un ensayo en cuarenta preguntas)', mientras que 'Faces in the crowd', la edición en inglés de 'Los Ingrávidos', ganó el premio Los Angeles Times Book Prize por First Edition, y la escritora ha sido finalista en dos ocasiones del National Book Critics Circle Award.
Para definir la 'posibilidad' de la existencia de un genio, Bloom antepone la apreciación a las explicaciones analíticas: 'cuando digo apreciación no me refiero solamente a una 'valoración correcta'. La necesidad también interviene, en el sentido específico de recurrir al genio de otros para suplir una carencia en uno mismo, o de buscar en el genio un estímulo para los propios poderes, como quiera que éstos resulten ser'.
Cuando llegó a mi casa el paquete del Péndulo con 'Papeles Falsos' y 'Los Ingrávidos', hace cinco años, lo primero que pensé es que quería, algún día, que mi biografía fuera como la que estaba impresa en esos libros. Y por eso, si para Bloom 'el genio hace valer su autoridad sobre mí cuando reconozco poderes mayores que los míos', ese reconocimiento del talento y la inteligencia profunda de Luiselli ha sido lo que me ha hecho leerla una y otra vez, estudiar más duro, pasar más tiempo en bibliotecas.
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Lo maravilloso de los escritores favoritos es que no son los mismos para todos. Yo puedo releer 'Papeles Falsos' hasta el infinito, alguien más puede exiliarlo de su librero. Yo puedo recitar 'Collected poems' de memoria, alguien podría detenerse a mitad del tercer párrafo y no volver a él.
De Luiselli imité la idea de las cartografías literarias y lo maravilloso de nuestros escritores favoritos es eso: que siempre, en nuestros mapas mentales, en las referencias que alimentan ese concepto tan abstracto de 'cultura', saltarán de nuestros labios cuando charlemos en una cita y aparecerán en nuestra cabeza cuando estemos en el metro de Nueva York, cuando vayamos en bicicleta por la colonia Roma, cuando leamos -o nos invada- la palabra 'melancolía'.
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En uno de mis ensayos favoritos de Valeria Luiselli, 'Pretoria', acerca de su infancia en la Sudáfrica de Mandela, escribe 'supongo que ahí, leyendo 'Las batallas en el desierto' en el balcón cuajado de grillos, se abrió la primera brecha entre el mundo infantil y luminoso que habitaba de día y el mundo más silencioso y sombrío que me fue habitando de noche'. Creo que la literatura nos permite verlo todo desde nuevos ángulos. Si nunca hubiera leído 'Pretoria', nunca habría detectado el libro y el momento que abrieron esa primera brecha en mi vida. Y si nunca hubiera leído 'Dos calles y una banqueta', un ensayo de Luiselli sobre la nostalgia y la melancolía, si no hubiera descubierto nunca las existencias delirantes de 'Los Ingrávidos', si no hubiera explorado los diferentes lenguajes que me han conformado gracias a 'Building a new world', tal vez no se hubiera abierto esa brecha fantasmal entre una vida anterior y una vida nueva, como ocurre con los narradores de 'Los Ingrávidos', esa brecha en la que uno por fin entiende que siempre es posible dinamitarlo todo.
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Samuel Johnson es el escritor a quien Harold Bloom elige tanto para el deseo de haberlo conocido -por un ensayo de William Hazlitt sobre el tema- y para la pregunta de
Saint-Beuve. 'Pero no tengo el valor de enfrentar su juicio', precisa.
¿Qué pensaría de mí Valeria Luiselli?
Espero que todos, algún día, enfrentemos el juicio de nuestros escritores favoritos.
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