
Lilia Santaella, la reina madre
Hay mujeres que hacen de su vida diaria una lucha única e irrepetible. En tal sentido todas aquellas que vigorosas se despiertan por las mañanas siempre deberían tener la posibilidad de sobresalir y ser reconocidas.
No obstante, por razones que en pleno siglo XXI aún no se comprenden, muchas de ellas se quedarán condenadas en las sombras por la supuesta intrascendencia de lo cotidiano y sólo unas cuantas alcanzarán fama y fortuna, haciéndolas acreedoras a premios y reconocimientos.
En desagravio de todas esas mujeres anónimas, debemos aceptar que cualquier acción humana que en la sociedad se lleve a cabo, se escribe diferente cuando en ellas esté presente la mano femenina. Las mujeres todo lo transforman, lo mejoran, logran que trascienda.
Dicho lo anterior, quiero hacer un paréntesis para reconocer el invaluable trabajo de una mujer norteña, que ha hecho de la promoción cultural su reinado. Incansable impulsora de las tradiciones y la cultura mexicana, tenaz promotora del arte popular, terca y aguerrida, perfeccionista y apasionada, oriunda de Coahuila y adoptada por los duranguenses como paisana: La Maestra Lilia Santaella Abud.
Desde muy pequeña en su querido Canatlán de las manzanas, Lilia tomó una firme decisión respecto de su futuro: ser maestra y ser artista. Cumplir su objetivo no le fue difícil, su talento para el canto que aderezaban una singular belleza y gracia pronto le abrieron las puertas de la radio local y a base de tesón y constancia, no pasó mucho tiempo para que su nombre estuviera en las marquesinas de distintos escenarios de buena parte del país.
Lilia saboreó las mieles del ambiente artístico, sin embargo el destino le tenía encomendada una tarea mayor la cual aceptó sin restricciones: llevar a través de la música vernácula el nombre de México tan lejos en el mundo como fuera posible.

Amén de su carrera artística y con su formación de maestra a cuestas, una joven e inteligente Lilia Santaella colaboró de manera cercana con las esposas de dos presidentes de la República a finales de los 70's y principios de los 80's. Muy probablemente en estas andanzas por el país entendió que era el arte el medio idóneo no solo para preservar y difundir la cultura mexicana, sino que además permitía la formación integral de niños y jóvenes.
Con esta idea en mente y su formación de maestra por delante, Santaella regresó a Durango y no descansó hasta que iniciados los 90's convenciera a un Gobernador de que fundara lo que a la postre sería uno de los proyectos de formación artística más exitoso de las últimas décadas en el norte de la república: La Escuela de la Música Mexicana.
La grandeza de Lilia reside en su obsesión de hacer las cosas bien y hacerlas en grande y en este afán, en más de una ocasión le dijo sus verdades en público a quienes intentaron ponerle freno a sus proyectos, no importando que se tratase del mismísimo Gobernador en turno. Este arrojo que muchos calificaron de osadía o soberbia le ganaron no pocos enemigos en la promoción cultural, a pesar de todo y en ocasiones con medio mundo en contra, los artistas formados en la Escuela de la Música Mexicana pisaron con éxito escenarios de países como Cuba, Colombia, Estados Unidos y casi todo México. Lilia le estaba demostrando a propios y extraños que la cultura y la enseñanza del arte era una herramienta muy eficaz en el crecimiento y desarrollo como personas de una larga lista de niños y jóvenes de las más variadas clases sociales.
A base de esfuerzo y resultados Lilia se coronó como la reina de la cultura mexicana y el folclor; formó con amor y disciplina a infinidad de alumnos que se convirtieron en exitosos profesionistas, artistas y políticos que hoy se dirigen a la maestra con respeto y gratitud. Con este currículum a cuestas y con el cariño de miles de exalumnos, la maestra puede decir lo que guste y mande donde quiera que se pare, no en vano la Escuela que fundó y que con tanta pasión continua defendiendo sigue formando a cientos de niños y jóvenes cada año, no en vano como artista ha sido reconocida en tantos y tantos lugares desde Colombia hasta la Unión Americana; compositores y poetas le han dedicado a la mujer que es, sus obras.
Lilia, nuestra querida Lilia, ha sido desde siempre una mujer de una sola pieza y una sola palabra, con ella no hay medias tintas, ni hipocresía, ni caras falsas y lo políticamente correcto queda de lado cuando hay que llamar a las cosas por su nombre. Incapaz de ser mediocre, férrea defensora de la escuela de sus amores y sin dejar de ser siempre una dama pareciera no importarle el qué dirán cuando de manera contundente y con voz poderosa dice lo que piensa.
¡Larga vida a Lilia Santaella!