
La historia de la pintura 'Cristo destruye su cruz'
El presidente Andrés Manuel López Obrador emitió un mensaje con motivo de Navidad acompañado de la pintura "Cristo destruye su cruz" (1943), del muralista José Clemente Orozco, que forma parte de la colección Carrillo Gil y en la que "contemplamos un Cristo desencajado, tristísimo y cadavérico".
Muchos aún reconocen la obra por su amor a los pobres y olvidados, incluso Gandhi decía 'no sé de nadie que haya hecho más por la humanidad que Jesús'.
El mensaje del presidente se acompañó de la pintura "Cristo destruye su cruz", de José Clemente Orozco (Ciudad Guzmán, 23 de noviembre de 1883 - Ciudad de México, 7 de septiembre de 1949), en donde se ve que Cristo destruye su cruz pero se le contempla desencajado, tristísimo y cadavérico. Cristo harto de todo y resuelto a todo.
VARIAS PINTURAS DE CRISTO
La pintura de 1943 no fue la primera versión, antes hubo otras dos.
En la primera se apreciaba a un Cristo magro y enérgico, de grandes ojos bizantinos muy abiertos, espléndido de júbilo y furia. Empieza de nuevo, firmemente de pie, desafiante: se ha dado cuenta de que ha sido burlado.
La destrucción de la cruz es el paso inicial para abrirse el camino que nunca se abrió con ella. En esta primera versión, en Dartmouth College, Cristo se ve alerta, con desencanto sin límites diluido en la certidumbre de que se va a armar la de Dios es Cristo.
Lúcido y victorioso en el trasfondo de su desencanto, ha destruido la cruz sobre un desierto de símbolos y cenizas. Inicia, apenas, el camino. Se ha encontrado. Y con el hacha que empuña tala dos mil años en que sirvió de señuelo.
UNA OBRA DE ESTUDIO
El ensayista y diplomático Luis Cardoza y Aragón analizó la vida y obra del muralista mexicano en el libro "Orozco", donde señala el contenido de las creaciones de Clemente y concluye que "en los dibujos anticlericales estigmatiza a la Iglesia por su alejamiento de Cristo y señala la oposición entre Cristo y la Iglesia".
En el caso de la pintura "el drama alcanza su culminación cuando su Cristo humano destruye la cruz y se sobrepone al dolor que es más tremendo todavía que el del calvario. Esto no tiene ya relación alguna con los matices de un jacobinismo elemental.
Nos hallamos ante una dimensión distinta. Ante una concepción en que restallan los lamentos de los salmos proféticos", añadió.
Y es que la obra de Orozco es de las concreciones más cabales, pues se plantea una moral que es imposible en la sociedad presente.
"No es una moral abstracta y eterna, ideal, sino la que resultará de un cambio de la sociedad. Las razones de ser rebelde, de ser revolucionario, las cree justas y exactas. Pero la Revolución en sí es otra cosa distinta de por qué se puede llegar a ser revolucionario. La necesidad histórica, sometida a leyes de desarrollo, no es sólo una exigencia moral previa que la hace surgir: es una expresión de lucha de clases, y la moral se edificará sobre las mutaciones, sobre los nuevos cimientos", finalizó el ensayista.