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El amor va a ganar en Durango

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El amor va a ganar en Durango

El amor va a ganar en Durango

ROMEN GARCÍA ARTEAGA

Seguirá esperando Durango por el matrimonio igualitario. Seguirá siendo uno de los últimos cinco estados de toda la República con una legislación que discrimina a las personas por su orientación sexual. Seguirá estando el pueblo de Durango por encima de una clase política que no admite el avance en materia de derechos del colectivo LGTBI.

Ayer, el Congreso del Estado aplazó una vez más la discusión del dictamen y votación del matrimonio igualitario. Cerca de una década han decidido postergar (en algunos casos los mismos diputados que actualmente se sientan en la sede de la soberanía popular) la decisión de actualizar el Código Civil para permitir la celebración del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Da igual que miles de personas desfilaran por las calles de la capital duranguense el pasado mes de junio en la marcha de la diversidad, reclamando un trato igualitario para el colectivo LGTBI por parte de las instituciones. Da igual que un juez haya requerido al Congreso de Durango que celebre la votación relativa al matrimonio igualitario a la brevedad. Da igual que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) haya sentado ya jurisprudencia que obliga a las entidades a no discriminar a quienes quieran contraer matrimonio en función de su orientación. Da igual que alcancen ya la treintena el número de matrimonios igualitarios celebrados en Durango mediante amparo constitucional.

Todo eso da igual. Por encima de los derechos de las personas a amar a quien quiera amar, a casarse con quien quiera hacerlo, está la voluntad de algunas diputadas y diputados que se creen en la capacidad de determinar cuál es la forma adecuada de una familia duranguense. Resulta vergonzoso cómo, sin pudor alguno, ciertos legisladores se niegan siquiera a discutir la idoneidad de que las y los duranguenses puedan elegir a la persona con la que quieren compartir el resto de su vida.

La negativa a debatir esta cuestión en la sede de la soberanía popular no es otra cosa que la impugnación de la libertad que tienen dos personas mayores de edad a contraer matrimonio de manera consensuada. Las diputadas y diputados de Durango saben que por más arcaica que resulte la legislación que defienden, la homosexualidad no va a desaparecer. Seguirá habiendo gays, lesbianas, bisexuales y personas trans en Durango, voten lo que voten, hablen lo que hablen, decidan lo que decidan. Su problema es que los quieren encerrados, callados, sin hacer ruido. Su problema es que los quieren en el closet y no mostrándose orgullosos, celebrando la libertad de amar a quien aman.

Algunos siguen hoy repitiendo el mantra de que "Durango no está preparado", adjudicando a la sociedad un conservadurismo que yo solo he visto dentro de los círculos de poder donde se toman estas decisiones. Para mayor gravedad, algunos de estos legisladores utilizan el comodín de la Iglesia para justificar su negligencia política. Les pediría un favor a estos últimos: no nos hablen de convicciones religiosas o se escuden en la tradición católica para rechazar el matrimonio entre personas del mismo sexo quienes pasan el sábado en un burdel y luego van el domingo a misa.

Ampliar derechos al colectivo LGBTI no recorta derechos a nadie. Dejen ya de resistirse a reconocer los derechos de todas las personas, sin excepción. Los que se hacen llamar defensores de la familia, podrían empezar a percibir que no hay familia más feliz que aquella que se configura de manera libre y se fundamenta en el amor. Más tarde o más temprano, el Congreso tendrá que votar a favor del matrimonio igualitario. Por más que se resistan, su homofobia está en un callejón sin salida. El amor va a ganar en Durango, a pesar de todos ellos.

Escrito en: Desde la frontera matrimonio, personas, Durango, derechos

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