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El mal ejemplo también enseña; atención Coahuila y Durango

Recuerdos de una vida olvidable...

El mal ejemplo también enseña; atención Coahuila y Durango

El mal ejemplo también enseña; atención Coahuila y Durango

MANUEL RIVERA

A propósito de un hecho trascendente relacionado con la vida pública, cito dos experiencias personales intrascendentes.

La primera tuvo lugar hace pocos años en una ganadería zacatecana, donde su propietario me permitió lidiar una vaquilla para celebrar mi cumpleaños.

Mis limitaciones taurómacas se sumaron ese día a otras condiciones que hicieron, por angustiosa, inolvidable mi estancia en el ruedo.

La res, toreada y muy fuerte, tuve que enfrentarla sin ayuda alguna: mi hermano e hijo, ellos sí prudentes y conscientes, tomaron sendos capotes que de vez en cuando asomaban tímidamente desde el burladero del que jamás salieron, y mi maestro, el matador de toros Jorge Carmona, quien solidariamente trató de dar los primeros capotazos al ejemplar, debió cancelar su intento porque las secuelas de sus cornadas le impidieron desplazarse con la velocidad que exigía la vaquilla.

En este trance, cada vez que avanzaba con mi miedo hacia el animal, que refugiado en tablas emprendía inesperados arreones, pensaba, una y otra vez, "¿qué diablos hago aquí?". Toda mi vida quise ser torero, pero ahí comprendí que una cosa es desear y otra es tener la disposición para sacrificarse por lo deseado.

El segundo recuerdo data del tiempo en el que un asesor de comunicación durante el sexenio en Nuevo León de Natividad González Parás, me pidió representarlo en una junta acompañado de una de sus colaboradoras. El tema, nos dijeron, estaba relacionado con el contenido de un importante acto cívico, por lo que nuestra presencia era necesaria para orientar los mensajes del evento.

Ubicados en uno de los salones del Palacio de Gobierno nos dispusimos a participar en la reunión, sin embargo pronto comenzaron a desfilar lentos los minutos en los que en vano esperábamos alguna oportunidad para intervenir, pues ni mi compañera ni yo éramos expertos en electricidad y acústica. ¿Qué no era la comunicación social el eje de la reunión?, podrá preguntar el lector. Justo nos planteamos la misma interrogante en esa junta.

En actitud presuntuosa diría que entendimos las palabras "watts", "reverberación", "cables" y "electricidad". La junta trataba, exclusivamente, sobre las necesidades de alimentación eléctrica y audio del acto cívico, aunque para nosotros parecía encuentro mundial de premios Nobel.

En ese contexto, y después de más de dos horas, mi compañera, sentada en el lado opuesto de la mesa, me mostró una hoja carta en la que escribió con grandes letras: "¿Qué hacemos aquí?".

¿Y si algo así estuviera pasando con algún gobernador que haya iniciado su mandato pensando que su trabajo sería similar al del rey de la primavera que saluda, posa para fotos, expresa buenos deseos, habla con base en supuestos y se molesta con quienes le piden deje la comodidad del carro alegórico que lo transporta?

Podría haber más de un caso así, pero cito por su actualidad el de Nuevo León, pretendiendo hacerlo con una intención ajena a la censura o crítica hacia sus mandatarios y, sí, con la intención de someter al cuestionamiento del lector una reflexión sobre las enseñanzas que brinda este ejemplo nacional de negligencia superlativa y continua.

Salvo la mejor opinión de quien sigue estas letras, es válido que toda persona que gobierne se pregunte en cierto momento "¿qué hago aquí?", cuestión de cuya honesta respuesta podrá depender el juicio de la historia y la aprobación o condena de los ciudadanos en el presente.

Al parecer, los tres últimos gobernadores de Nuevo León evitaron esa pregunta o la respondieron desde el punto de vista de los reyes de la primavera, pues ninguno contestó expresando algo parecido a "contribuir al bienestar colectivo", condición que tiene como componente esencial el servicio domiciliario de agua potable.

Rodrigo Medina (2009-2015, PRI, la desconfianza que aborta proyectos, otra consecuencia de la sospecha de corrupción), Jaime Rodríguez (2015-2021, "independiente", la comodidad de posponer la atención de los problemas) y Samuel García (2021-¿?, MC, la reducción de la realidad para ajustarla al espacio de las redes sociales) parecieron olvidar, entre otros factores, que la población crecía, cambiaba el clima, se perdía vegetación y olvidaba la cultura del agua.

Admitir que desear algo implica capacidad para hacerlo realidad o que se es incompetente para desempeñarse en la posición que las circunstancias llevaron a ocupar, es tan humano como inhumano resulta dejar sin agua a un pueblo.

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Escrito en: Recuerdos de una vida olvidable... otra, Nuevo, quien, hacerlo

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