El patrimonio que nos conforma
El verano del 86 del siglo pasado, para algunos un tiempo muy muy lejano, mi mamá me regaló mi primera cámara fotográfica, una Kodak 110 que si bien no era la más profesional, en aquel tiempo no me importaba, bastaba con que registrara imágenes de mi interés. Cada vez que completaba tres o cuatro rollos fotográficos corría a la a la Kodak, la única tienda especializada en el "revelado" e impresión de fotos. En ocasiones había que esperar hasta una semana para ver los resultados que podían ser, o un verdadero acierto o un completo desastre, después de eso no había mucho que hacer más que guardarlas en lo más profundo del cajón, sobre todo si la estética no nos había favorecido.
A partir de entonces comencé una larga colección fotográfica que se sumó a la que ya tenían mis papás y a otra, en menor cantidad, de mis abuelos. Con el paso del tiempo esas imágenes impresas conservadas en álbumes o simples cajas de cartón se convirtieron en parte del archivo histórico de mi familia, cada una de ellas cuenta hoy una anécdota, una vivencia, o simplemente lo que hemos sido a través del tiempo. Regresar a ese archivo de vez en cuando nos permite además del disfrute, el recuerdo y quizás la añoranza, reconocernos y reconocer a los demás, encontrarnos como parte de algo, valorarlo y quererlo. Es entonces que, esas fotografías pasan a ser parte del patrimonio familiar, aunado quizás a otros elementos u objetos como recetas de cocina, anécdotas, vajilla, muebles, en fin, todo aquello que consideramos valioso y que nos remite a la historia de nuestros ancestros. Por ello, es difícil pensar que quien conserva cualquier tipo de objeto o información que represente o signifique algo acerca de su vida no desee conservarlos o protegerlos.
Lo anterior es posible llevarlo a términos más amplios, es decir, socialmente hablando el patrimonio histórico y cultural es un conjunto determinado de bienes tangibles, intangibles y naturales que forman parte de prácticas sociales acumulados a través del tiempo y a los que se les atribuyen valores a ser transmitidos, y luego resignificados de una época a otra, o de una generación a las siguientes. Asimismo, el patrimonio es subjetivo y dinámico, no depende de los objetos o bienes sino de los valores que la sociedad en general les atribuye en cada momento de la historia y que determinan qué bienes son los que hay que proteger y conservar para la posteridad.
Preservar los patrimonios culturales en una ciudad es fundamental, una vez que estos, más allá de ser parte de su historia, son indispensables para la conservación de la memoria colectiva y para el desarrollo del sentimiento de pertenencia de los ciudadanos que viven en ella; así como la construcción de un marco que resiste y preserva los valores y costumbres sociales de una determinada época.
Finalmente, y a propósito de lo anterior, hace algunas semanas se instaló el Consejo Estatal de Patrimonio Cultural de Durango, una gran iniciativa que encabeza el ICED y a través de la cual se pretende la promoción, investigación, protección, fomento y difusión del Patrimonio Cultural tangible e intangible de Durango. El Consejo está integrado por representantes de la Secretaría de Educación del Estado de Durango (SEED), Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), Instituto Tecnológico de Durango (ITD), cronistas, historiadores, antropólogos, etc. En ellos recae la responsabilidad de dictaminar las propuestas ciudadanas que lleguen al Consejo. Sin duda su instalación denota un verdadero compromiso con la preservación de la historia y la cultura del estado y es, además, un acontecimiento histórico que se suma a otros tantos que enriquecen y hacen sentir orgullo por esta tierra. ¡Enhorabuena!
Le deseo un excelente inicio de semana.