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El terremoto de 1985

Columnista invitado

El terremoto de 1985

El terremoto de 1985

EDUARDO CAMPOS RODRÍGUEZ

(En memoria de Rafael Hernández Piedra, universitario de grandeza)

En todo y para todo el destino juega su rol. Los seres humanos somos tiempo y circunstancia, así sucedieron los hechos en las últimas horas de vida de Don Rafael Hernández Piedra, con quién coincidí en el vuelo al entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México. Jamás nos imaginamos que al día siguiente jueves 19 de septiembre de 1985 a las 7:17 horas sucedería el fatídico terremoto que alcanzó una Magnitud de 8.1.

Durante el viaje platicamos amigablemente y él tenía la intención de reunirse con la empresa Editorial Cajica, sobre la edición de reformas a la ley penal que habían sido aprobadas por el Congreso de la LIV Legislatura, de la que yo era presidente de la entonces Gran Comisión, hoy Junta de Coordinación Política.

Don Rafael me dijo que pasaría a saludar en la Avenida Insurgentes a su entrañable amigo Raúl Cervantes Ahumada, que como sabemos ha sido uno de los grandes maestros en la historia académica de nuestro país, y a convivir con él, pues era costumbre que se reunieran con el poeta Efraín Huerta "El Caimán", en el reconocido centro bohemio "La Cucaracha", de la Avenida 5 de Mayo, pero yo destaco que el tema principal durante el vuelo se refirió a la obra literaria la Comedia Humana de Honorato de Balzac y fue insistente en que no dejara de leerla.

Como era su costumbre se hospedó en el Hotel Regis, famoso por ser centro de reunión de altos políticos y conocidos artistas por sus clásicos baños de vapor con expertos masajistas. Al despedirnos quedamos en que desayunaríamos a temprana hora en el hotel en mención, si saber que a pesar de nuestra voluntad no iba a suceder.

Mi reservación estaba en el Hotel Alameda a media cuadra del Regis, hice mi registro habitual y pedí una avena para cenar en mi habitación, misma que se tardó en llegar y yo aproveché para leer el libro Vecinos Distantes del autor Alan Riding, que me atrapó por su enorme interés y actualidad con el tema de relaciones de México con Estados Unidos.

Lo que sigue en mi narrativa es la terrible impresión de que fueron los estertores del movimiento telúrico los que me despertaron, ver las lámparas moverse como campanas a vuelo, los pedazos del techo caerse y escuchar los gritos de desesperación de los huéspedes que bajaban por las escaleras, por instinto hice lo mismo que todos.

El temblor con una duración de aproximadamente dos minutos que parecieron siglos y encontrándonos frente a la Alameda Central con otros duranguenses hospedados en el Hotel Bamer, me refiero a Judith Murguía Corral, Máximo Gamiz Parral, José Ramírez Gamero y Cristóbal Fernández; y juntos contemplar el devastador escenario similar en imagen a las catástrofes de las guerras mundiales.

La intensidad del terremoto había concluido y les hice saber del hecho de que Rafael Hernández Piedra estaba en el Hotel Regis y al acudir a prestarle auxilio, en el camino hubo una explosión de gas en la parte posterior que colapso el hotel totalmente en fracción de segundos. Coincidimos en que era inútil llegar a ese lugar. Fue entonces como Máximo Gamiz Parral nos invitó a su despacho para que desde ahí pudiéramos comunicarnos con nuestras familias y darles tranquilidad, en mi caso también lo hice con el gobernador Armando del Castillo Franco, que de inmediato me pidió que regresara a Durango.

La suerte corrió a mi favor pues aun cuando ya no había servicio de transporte la generosidad humana se prestó para que hubiera quien me trasladará al aeropuerto y pudiera abordar el último vuelo a Durango.

Inmediatamente llegué con mi familia y luego me trasladé a la oficina de Palacio de Gobierno a informarle al Gobernador en dónde también se encontraba el licenciado Carlos Galindo Martínez, secretario General de Gobierno. Les dije todo lo que había pasado y les di mi punto de vista subjetivo de que encontrar con vida a Don Rafael ya resultaría muy difícil.

El licenciado Carlos Galindo no coincidió con mi punto de vista y lo estimo como una apreciación pesimista, yo respetuosamente le contesté que todos desearíamos que estuviera vivo pero yo fui testigo de los acontecimientos. El Gobernador dijo: "ambos tienen razón", y desde ese momento instruyó al jefe de la policía judicial, José Duran Valenzuela, para que integrara una brigada y se trasladara a la capital para la búsqueda de Don Rafael y sin limitaciones para prestar el auxilio necesario.

Nunca se encontraron vestigios de su persona. Y concluyo esta vivencia dolorosa deseando que los historiadores cumplan socializando la semblanza de Don Rafael Hernández Piedra con la grandeza de poeta, jurista, político y humanismo de un universitario que deja un legado ejemplar.

Correo: [email protected]

Escrito en: OPINIÓN Rafael, Hotel, hice, Hernández

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