
Las aguas de los ríos Nazas y Aguanaval
Desde la avanzada española hacia el norte, con la fundación de los primeros presidios comenzó la apropiación de la tierra por parte de la corona española y su adjudicación como parte de un derecho de conquista, acaparando grandes extensiones, y éstas se fueron repartiendo a diferentes españoles, como fue el caso de Francisco de Urdiñola, recibiendo tierras que incluían la comarca Lagunera, propiciando la colonización y poco a poco, desde el nacimiento de los ríos en la sierra hasta las lagunas, comenzaron a establecerse los primeros pobladores ribereños; la convivencia con grupos indios locales, amistosos en algunos casos, facilitó el establecimiento de nuevos poblados, pero con grupos indios hostiles hizo que por siglos la vida fuera difícil y riesgosa. Pero sin importar esto, comenzó a cambiar el entorno, y se dieron los primeros intentos para aprovechar las aguas de los ríos: ya no era esperar solamente lo que la naturaleza y el entorno del río y sus lagunas pudiera ofrecer sin mayor riesgo. La agricultura incipiente debía aprovechar la humedad que se tuviera en las riberas, así como la humedad que proporcionaban las lagunas y también los primeros canales de conducción hacia tierras rudimentariamente preparadas; el río, en su paso siguiendo los desniveles en ciertas áreas y en algunos debido al cambio de cauce, dejaba espacios más bajos al nivel del río llamados "vegas", facilitando la conducción del agua y su uso en la siembra.
El río Nazas y el Aguanaval no solo hacían la diferencia por su agua en las tierras por las que cruzaba, en su paso por siglos iban arrastrando y acumulando la tierra junto con la materia orgánica que desde su nacimiento llevaban río abajo, siendo este proceso natural llamado aluvión, dando como resultado un cambio en la composición del suelo y, por ende, a cada temporada en un sinfín de años, lograban formar una capa acumulada de metros de profundidad, de un suelo extremadamente rico, con una composición aprovechable para las plantas y para una producción agrícola provocada y controlada. Conforme uno se alejaba de esta área de influencia que daba el aluvión, las tierras encontradas eran pobres y salitrosas, con una capa aprovechable de algunos centímetros o menos de espesor, con una composición arcillosa, arenosa o formada por cantos rodados y en los cuales no se podían desarrollar las plantas para cultivar.
Para ampliar el panorama de esa lucha por domesticar el agua del Nazas uno puede encontrar en el tiempo menciones y descripciones personales, haciendo alusión de las aguas sin control y con una fuerza inmensurable, donde los pobladores ribereños veían las fuertes corrientes del río llevando árboles, ganado y todo objeto que se encontrara a su paso sin respetar el ancho del vado natural, causando una gran destrucción. Pero curiosamente a su vez, ese nuevo aluvión daba un gran beneficio ante toda desgracia provocada, llegando a aumentar el valor de las tierras donde acumulaba toda esa nueva materia orgánica a la riqueza de ese suelo. Se tiene registro del cambio de rumbo del vado provocado por los caudales sin control en el río Nazas, afectando a tierras que alguna vez colindaban con el río y, en su fuerza al cambiar de rumbo del trayecto del vado, quedaban alejadas perdiendo todo valor.
Un factor que iba de la mano a la fuerza sin control del agua era la cantidad de lluvia que se captaba en las partes altas, pudiendo ser intensa en pocas horas o la misma cantidad, pero durante varios días, o simplemente, en caso contrario, escasa, casi nula o fuera de temporada. Cada año las condiciones cambiaban y sobre todo con temporales impredecibles e inexactos, aun así, al juntar todas las posibilidades, el proceso de siembra dejaba altas expectativas de éxito, aunque siempre con una pequeña línea que separaba el fracaso.