
Nazas y Aguanaval
El cauce del Nazas en su llegada a La Laguna se dividía en un tramo en dos brazos, en el del lado izquierdo se regaban una porción de tierras de los señores Jiménez y Flores y para el brazo derecho se acordó dejar correr libremente las aguas por el derecho para evitar mayores problemas entre ellos.
La experiencia y la vida en el campo del semi desierto lagunero fueron afinando las acciones que se debieron usar para contrarrestar la suma de inclemencias que estaban presentes en cada ciclo con el río Nazas y Aguanaval en su fuerza y caudal inciertos, más un clima vacilante y primordial para abastecer del agua necesaria a los nacimientos de los ríos y en otra parte en la cantidad de lluvia que caería en el campo lagunero, así como la suerte para evadir las heladas que afectarían a las plantas, la preparación del suelo con herramientas rudimentarias, la conducción del agua desde su desvío con las represas vacilantes y tajos que flaquearían a la fuerza del paso del agua destruyendo a su paso y otros más, entre otras calamidades.
Teniendo en general lo anteriormente mencionado, las acciones para iniciar la siembra comenzaban anticipadamente al ciclo de las plantas: las lluvias y la llegada normal estimada para La Laguna era entre los meses de agosto a octubre, en ese momento comenzaba la carrera para aprovechar las crecientes de los ríos Nazas y Aguanaval, las tierras elegidas donde más tarde se sembraría era las de aluvión, se inundarían hasta lograr tener un metro de profundidad de agua y según la fecha en que se hubiera inundado correría el tiempo en el que se debería conservar la humedad realizando una práctica agrícola llamada arrope, que es una acción de movimiento de la capa superficial del suelo para dar el efecto de tapado para evitar evaporación.
En el caso del algodón la siembra se realizaba a fines de febrero o a principios de marzo, cuando ya habían pasado la mayoría de las heladas, esto ya a seis meses del anegado de las tierras. Ya en la primer creciente del siguiente periodo de lluvias del año siguiente, se le daba a la planta ya desarrollada un riego de un metro de profundidad y si acaso fuera posible, un segundo riego, pero si no se pudiera, e incluso con el primer riego del año anterior, se podría esperar una cosecha regular, pero de ser posible que se dieran los riegos recomendados, la cosecha llegaba a aumentar al menos un treinta por ciento en el caso del algodón.
Al tiempo cambiaron los dueños y los nuevos propietarios fueron fraccionando o rentando. La tecnología que llegó con el ferrocarril hizo más eficiente el uso del agua para riego, mejoró las formas de cultivo, nuevos canales con materiales resistentes se formaron para abrir otras regiones como lo fue para la compañía de Tlahualilo, otras poblaciones nacieron como Matamoros de la Laguna y San Pedro de las Colonias, quienes aprovecharon el agua para la agricultura; los conflictos aumentaron ante la repartición y aumento de concesionarios para el uso de esa agua incierta de cada año.
El río Nazas aun dio batalla algunos años más con su fuerza incontrolable hasta que se construyó la primera presa que detuvo su furia y almacenó cuando traía poca agua para repartirla cuando fuera escasa dejando en el olvido y en la extinción a los árboles y a la vegetación milenaria que habitaron las lagunas dentro de las grandes tierras formadas por siglos de un gran aluvión.