
Con hijos adultos ¿dónde quedan ahora los padres?
Mientras eran niños sentías que te pertenecían por completo. Iban contigo a todos lados, vestían cómo tú les decías y eras tú la que decidías todos sus movimientos. Poco a poco, esa sensación de "pertenencia" y de control sobre los hijos se va esfumando, dejando paso a una cierta "independencia".
Primero empiezan a dar sus primeros pasitos y comienzan a alejarse de ti, luego se van al colegio, cuando van al campamento de verano aprenden a estar lejos de sus padres y nosotros lejos de ellos, en la adolescencia su mundo ya no eres tú, surgen amistades nuevas y, de repente aparece la reafirmación de su personalidad y empieza el proceso de independencia con todas sus tensiones y contradicciones, se vuelven reservados, huraños y ariscos, aparece un cierto distanciamiento, es el temido momento de su independencia, después llagan las largas temporadas estudiando lejos de casa y en un parpadeo de ojos, los hijos crecieron y ya son adultos, pero el paso definitivo es cuando tienen su propio hogar, eso marca la gran diferencia...
El ciclo natural de la vida es que los hijos se independicen y dejen el nido. ¿Dónde has visto un nido con cinco pajarracos más grandes que su mamá?. La labor como padres es guiarlos y apoyarlos para que el día de mañana estén en condiciones de ser adultos responsables de su propio destino, tenemos la responsabilidad de acompañarlos en su proceso de individualización o sea convertirse en individuos, es todo un desafío el dejarlos ir amándolos tanto, por lo tanto habrá que capacitarlos para que sean capaces de funcionar dentro de la sociedad, que sean aptos para vivir su vida sin ti, de manera autónoma y constructiva, van a vivir más años sin ti que contigo. Si hicimos un buen trabajo, la familia habrá sido motor para su crecimiento, entonces el resultado serán hijos adultos capaces de pararse en su propios pies y de hacerse cargo de sí mismos en todos los sentidos: física, emocional y económicamente.
Se supone que los educamos para ser personas maduras y autónomas pero cuando crecen y se independizan, nos provoca cierta nostalgia y un duelo constante entre el "amo ver cómo has crecido" y "quédate chiquito para siempre", nos cuesta trabajo adaptarnos a la nueva dinámica familiar. Se dice que, los padres sólo tienen obligaciones con respecto a los hijos menores de edad, entonces la pregunta es: ¿dónde quedan, ahora, los padres? ¿cuánto tiempo pasarán juntos? ¿qué pasa con la ayuda financiera? ¿situaciones de vida? ¿sabemos ser próximos sin resultar invasivos? ¿les ayudamos demasiado, los protegemos en exceso?
La ambivalencia entre autonomía y dependencia, la coexistencia de sentimientos encontrados, hace que no sea fácil, por lo cual habrá que reordenar la relación y poner límites saludables, reconocer que la vida de los hijos adultos ahora la gobiernan ellos, establecer límites contribuirá en gran medida a crear el tipo de relaciones respetuosas que todos queremos con las personas que amamos.
La relación entre padres e hijos, sobre todo cuando son adultos, es un constante aprendizaje, nos cuesta entender que ahora sus decisiones son suyas y la responsabilidad sobre ellas les atañe exclusivamente a ellos, nadie tiene "derecho" en la vida de los demás. Los padres no tienen derecho a dictar el curso de la carrera o el matrimonio de un hijo adulto y los hijos adultos no tienen derecho a esperar que sus padres los cuiden para siempre. Podemos aportarles nuestro punto de vista desde nuestra experiencia, pero no desde la certeza de que eso es "lo correcto". ¿Qué hacer entonces? ¿hasta dónde podemos participar de sus vidas sin ser invasivos? ¿es lícito manifestar nuestra opinión o tenemos que callarnos hasta que nos la pidan?
La medida la marca el hijo según sus necesidades, ya que cada persona tiene unas necesidades distintas. Como padres, hemos de estar atentos a los límites que ellos nos marcan y a las necesidades que nos muestran.
Para un hijo la presencia de los padres es siempre muy importante y es esencial que sepan que pueden contar siempre contigo. En la etapa de hijos adultos, los padres se enfrentan a un nuevo tipo de relación, donde estos ganan en independencia y actúan bajo su propio criterio que, en ocasiones, no coincide con el nuestro, lo cual, no siempre es fácil.
Por eso, apuesta por escuchar, más que hablar, escucha con atención cuáles son sus deseos y recuerda que, todos tenemos derecho a equivocarnos, nosotros también hemos cometido errores, a lo mejor, de esa equivocación, salen más fortalecidos. Los padres solemos cometer el error de enseñar responsabilidad quitándola. Comprende que ya llegó el tiempo de jubilación como padre de un niño de ocho años, tú ya no eres su "padre" al menos no de esa manera, sus decisiones serán siempre sus decisiones, tu podrás dar tu opinión si así lo desean, como lo harías con cualquier otro buen amigo, "de adulto a adulto" y no dentro de un contexto de protección padre-hijo.
No es lo mismo que te dé un consejo un adulto, a que tu madre esté con miedo de todo lo que haces, llamando todos los días e intentando controlarte. El ciclo de la familia cambia en cada etapa, las relaciones familiares deberían estar basadas mucho más en buscar la felicidad y el crecimiento personal, en poner raíces de responsabilidad y alas de independencia, regálales la posibilidad de elegir desde su propia vida.
Al final ser adulto es cobrar la quincena, prepararse un café y empezar a transferir, déjalos que vivan la experiencia y acéptalo: un hijo adulto no obedece ciegamente a sus padres, se alía con su pareja y no acata ciegamente los mandatos familiares, es autónomo consiente e independiente, claro está respetuoso, generoso y considerado con sus padres.