Durango

CRÓNICA

'¿Por qué no me contestas? ¡Me picó un alacrán!'

Crónica de una noche “típica” en Durango, con altas temperaturas 

'¿Por qué no me contestas? ¡Me picó un alacrán!'

'¿Por qué no me contestas? ¡Me picó un alacrán!'

EL SIGLO DE DURANGO

Jueves por la noche, de fútbol. Y con este calor, también de cervezas. Se termina el partido y el equipo se queda a “rehidratarse” para recuperar las fuerzas después de un buen partido. La victoria es la excusa perfecta. 

Después de un rato de relajación, cerca de las 11:30 pm, es momento de despedirse de los compañeros. El director técnico guarda su celular en la mochila y emprende el viaje de regreso a casa. No vive lejos de la cancha, son 10 minutos de trayecto así que no le presta atención al teléfono mientras maneja. 

Llega a la casa y ve las luces prendidas. Se le hace extraño, pues su esposa y sus hijas generalmente ya están dormidas a esa hora porque se levantan temprano. Sube las escaleras y mira un spray de insecticida en uno de los escalones. Al lado, un alacrán muerto, boca arriba. Le da un escalofrío y entiende la razón de por qué tanta luz en la casa. 

Las dos hijas están dormidas. Afortunadamente, no se dieron cuenta del suceso, pero su esposa está sentada en la cama llorando. Lo ve a los ojos y le pregunta: ¿por qué no me contestas? ¡Me picó un alacrán! 

La sangre se le va a los pies al “futbolero” y claramente no tiene una respuesta satisfactoria a dicha pregunta. No creyó en un tan corto trayecto pudiera haber pasado algo, pero desafortunadamente pasó. Lo único que atina a preguntar es ¿en dónde?, ¿te duele mucho? 

Ella responde que sí mientras se señala el costado, a la altura de las costillas. El esposo habla a sus familiares que viven cerca para pedir que vengan a esperar en la casa mientras lleva a su mujer al hospital. No supo de dónde salió el alacrán, hasta que sintió el ardor como “un calambre fuerte” que iba en aumento. 

VIAJE AL HOSPITAL

En lo que la esposa, adolorida, se cambia de ropa como puede, se terminan los preparativos para cuidar a las dos niñas que duermen en su habitación. Empieza el traslado desde las orillas de la ciudad al Hospital Materno Infantil, donde está el famoso “Antialacránico”, sala de atención especial para los “picados”.

El trayecto es de unos 15 minutos, ya que no hay tráfico. Al llegar, se le pregunta a los guardias que dónde queda la sala, a lo que responden amables y con paciencia que “al final del la rampa”, una respuesta que seguramente repiten varias veces todos los días y más en esta época de calor, que es cuando se eleva la cifra de picados por alacrán.

La pareja sube una larga rampa y ve una larga fila en Urgencias. Se acercan a preguntar y las dos mujeres guardias de la puerta señalan al fondo del pasillo, al área de “Antialacránico”, donde tiene que ir solamente la persona picada y esperar. No hay más, observación por un tiempo para ver cómo reacciona el veneno.

SALA LLENA

Obviamente, no es la única “víctima” de la ponzoña. En la sala hay otras diez personas también en observación, esperando a que los médicos les indiquen qué sigue.

No se les puede dar nada de medicamento aún, pues podría ser perjudicial. 

Si lo amerita, podrían recibir el suero antialacránico, pero todo dependerá de la reacción que tenga el cuerpo al veneno del arácnido. 

El esposo espera en la “rampa”, al igual que decenas de personas que no pueden ingresar a ver a sus enfermos. Una carpa al exterior sirve como sala de espera, que con los 24 grados centígrados qué hay en el ambiente, no es nada cómoda, pues para el duranguense ese clima es caliente para una noche. 

La esposa sigue en observación, al igual que sus “compañeros” de sala. Los tienen caminado por todo el pasillo para detectar posibles reacciones al veneno del alacrán. Es parte del protocolo y, aunque el dolor no cesa, no hay más que hacer todavía. 

Entre los picados, intercambian relatos de cómo fue qué sucedió. Hay de todo: niños, adolescentes, mujeres embarazadas y adultos mayores. Todos con algo en común: dolor. 

Mientras la espera continua, dos vehículos particulares suben la rampa, con diferencia de 15 minutos. Ambos, con otra víctima más de picadura de alacrán. Los guardias, acostumbrados, solo preguntan: 

-¿Alacrán? -Sí, les responden. -“Al fondo del pasillo”. Y la sala recibe a un visitante más. 

Los minutos pasan y los pacientes siguen en sus rutinas de observación. Algunos se van, otros se quedan. Cada cuerpo responde diferente al veneno; a quienes comienzan a sentirse mareados o el dolor en la zona aumenta, los canalizan con el antídoto que, en septiembre de 1931, Carlos León de la Peña Gavilán e Isauro Venzor, descubrieron después de años de trabajo y que han salvado la vida de miles de personas en todo el país. 

“Así es todas las noches, sobre todo cuando hace tanto calor”, dice uno de los guardias al esposo que sigue en la rampa esperando a su mujer. “Ha habido noches de hasta más de 20 personas picadas por alacrán; ‘típico’ para estas fechas (de calor)”, comenta. 

La esposa ya recibió una inyección más de medicamento, pues sentía que se le cerraba la garganta. Más de dos horas después de la picadura, la paciente ya fue dada de alta. El dolor en la zona seguía, ya no tan intenso, pero seguía ardiendo. 

Las recomendaciones que le dieron el personal médico fueron de no tomar alcohol, no fumar y no asolearse durante las siguientes 48 horas. El dolor en la zona, podría durar entre 3 y 10 días más. 

Así fue una noche “típica” en el Hospital Materno Infantil de Durango. Tan solo en lo que va del año, se han registrado más de 3 mil picaduras de alacrán en el estado, según cifras de la Secretaría de Salud. Afortunadamente, casi la totalidad de los casos, viven para contarlo.

Escrito en: picaduras alacrán picaduras esposa, sala, pues, dolor

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