Kiosko

SORBOS DE CAFÉ

Sentido sin sentimiento

Sentido sin sentimiento

Sentido sin sentimiento

MARCO LUKE

Ayer lo dije en mis redes sociales y hoy lo reitero: El fanatismo está formado por la ignorancia y el miedo.

Sin embargo, lo más grave del fanatismo es que, quien la padece ignora padecerlo, es una ignorancia protegida por la propia ignorancia.

Es uno de los vicios morales y emocionales más profundos del alma.

Se necesita de un ejercicio de honestidad riguroso, y de una valentía capaz de deshacerse de prejuicios y, sobre todo, una valentía que le permita al individuo romper con los vínculos que han cimentado su fanatismo.

De hecho, cualquier crecimiento personal requiere, como lo dicen hace ya casi cien años algunos grupos de superación personal, romper cadenas.

Y es que, cuando nuestra historia personal se va nutriendo de acontecimientos placenteros donde van incluidos nuestros seres queridos, es normal que nos queramos aferrar a esos buenos tiempos.

Uno de mis mejores recuerdos es aquel Super Bowl número XXIX donde los poderosísimos 49ers de San Francisco apalearon a los San Diego Chargers con un marcado de 49 por 26.

Ni conozco la ciudad de San Francisco, ni he ido un solo juego de futbol americano (y vaya que tuve la oportunidad muchas veces de asistir), ni tampoco he jugado ese deporte.

Irónicamente, San Diego es una de las ciudades que mas he pisado en mi vida.

Pero el vínculo que me unió a ese equipo comenzó con la sugerencia indirecta de uno de mis primos, del cual desconozco las razones de su preferencia.

Acto seguido, aquella temporada, los 49ers lograron no sólo ganar el Super Tazón, sino que su temporada fue apabullante en manos de el mariscal de campo Steve Young y el mejor receptor de todos los tiempos Jerry Rice.

Pero la más significativo de mi "afición" estaba lejos de un análisis deportivo.

Lo que más me ata a ese quipo es el recuerdo de aquella tarde en casa de mi abuelo donde, todos mis primos y alguno de mis tíos estuvimos reunidos en la sala conviviendo y compartiendo el platillo de esas reuniones familiares de cada domingo.

Ese recuerdo es el porqué mantengo colgado un pañuelo de los "niners" en la pared de mi cuarto.

Aquellos días están lejos de volver.

Hoy, cada uno de nosotros ha hecho su vida y cada vez es más difícil no sólo reunirnos a ver un evento deportivo, sino que, se ha convertido en una hazaña podernos ver un par de veces al año.

Afortunadamente la vida me dio la capacidad para entender que el vínculo hacía ese equipo son solo los recuerdos y las cosas en común que compartes con la gente que quieres.

Ni yo soy accionista, ni tampoco me pasa nada si pierden o ganan, y de ninguna manera me van a reconocer ni a premiar por apoyarlos.

Desgraciadamente, de esos sentimentalismos se aprovecha la élite para crear pseudo aficionados que defienden a su equipo a capa y espada.

Mientras los fanáticos se matan en los estadios por defender una camiseta, los dueños de los equipos comen en la misma mesa.

Y es que, no tiene nada de malo conservar los recuerdo, lo malo es cuando tu vida pierde el sentido, cuando la vida comienza a caer en monotonía y los placeres mundanos no son suficiente para resucitar la alegría de vivir, abriendo la puerta para que entre el fanatismo.

Comienzas a alimentar a ese fanatismo con la obsesión, un mecanismos de defensa que aparece cada vez que alguien intenta ensuciar el nombre de tu equipo, porque quizás, es lo único que te queda, porque no hay nada más que defender en tu vida actual.

Nadie defiende a capa y a espada a las tiendas departamentales que te tienen ahorcado en deudas, ni tampoco nadie defiende a su lugar de trabajo en donde los sueldos son injustos y los tratos son abusivos.

Nadie defiende con su vida a la empresa que te ofrece pizza en la horas extras o te regala una taza en navidad con tu nombre en pequeño y su logo ocupando casi todo el recipiente.

Las obsesiones comienzan a ser una válvula de escape.

Es verdad que el sentido de pertenencia es indispensable para fortalecer comunidades, instituciones, ciudades y países, pero cuando el "amor" por tu país se limita a ir a estadio para gritarle al árbitro, tu patriotismo deja mucho que desear.

Si eres tu patriotismo sólo sirve para defender la camiseta de la selección, no es patriotismo, es pretexto.

Si te tatúas el nombre de tus hijos al lado del escudo de tu equipo favorito, pero no eres capaz de dejar tus vicios por ellos, entonces, no es amor, es hipocresía.

Si en tus pláticas ya sustituiste tus mejores recuerdos por anécdotas de borracheras anteriores, no perdiste el sentido de pertenencia... le perdiste el amor a la vida.

Escrito en: SORBOS DE CAFÉ vida, cada, equipo, que,

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Kiosko

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas