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Zacatlán de las Manzanas, Pueblo Mágico

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Zacatlán de las Manzanas, Pueblo Mágico

AGENCIAS

Cobijado por la neblina cuando así lo quiere el tiempo, el Pueblo Mágico de Zacatlán de las Manzanas amanece en medio de la espesura. Luego el aire se encarga de llevarse las nubes y al descubierto queda la Barranca de los Jilgueros, la eterna acompañante del pueblo.

Aquí lo único que nunca ha de faltar es la abundancia, pues numerosos son los árboles que regalan manzanas, los monumentales relojes que el ingenio de la gente fabrica, y las panaderías que horneando llenan las calles con su azucarado aroma.

Quizá lo primero que deba hacerse cuando se llega a Zacatlán -antes de llevarse a los labios un refresco de manzana o saciar el antojo que supone una bolsa de manzanas deshidratadas- es ir a donde están esos hermosos árboles de frutas encendidas.

A siete kilómetros del centro, por ejemplo, se encuentra el pequeño pueblo de Tomatlán, lleno de huertas y plantaciones. Vale la pena detenerse en su iglesia dedicada a San Joaquín, acompañada por una sola palmera que se antoja anacoreta.

Ahí, en Tomatlán, se halla el Rancho El Mayab, un rancho fruticultor que se dedica a cosechar lo que la tierra regala: peras, duraznos y ciruelos, pero, sobre todo, manzanas.

Una visita basta para conocer todo sobre la forma en que estas se cultivan. Además, hay tres cabañas para dormir entre manzanos si así se quiere y se prestan bicicletas para andar el oloroso campo en el que crecen.

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De vuelta en el centro de Zacatlán, habría que darse tiempo para visitar alguna sidrera, como Bodegas Delicia (3era de Galeana 5), la fábrica que en 1928 comenzaron Gilberto y Ernesto Martínez para hacer vino con manzanas.

Unos años después elaborarían también sidra y luego el característico refresco de manzana que nadie olvida. Se puede entrar al cuarto de máquinas para ver cómo se producen las bebidas, pero lo cierto es que la mayor parte del tiempo al estar aquí se ocupa en observar los abarrotados estantes que hay en la tienda.

A diferencia de otras, la Plaza de Armas de Zacatlán gira en torno de un agigantado reloj cubierto de flores. Instalado en 1986 por Relojes Centenario, sus dos carátulas se accionan de manera simultánea movidas por un mecanismo central.

Si se camina hacia el sur cruzando el Parque Juárez, se llega a la Parroquia de San Pedro y San Pablo, un edificio de mediados del siglo xvii que ostenta orgulloso su fachada de cantera gris. En su interior neoclásico puede verse a Cristo presidiendo un altar blanco laminado en oro, y a sus costados se hallan, por supuesto, San Pedro y San Pablo.

Antes de abandonar la iglesia hay que detenerse en la Capilla de Guadalupe y admirar los cuadros virreinales con leyendas en náhuatl, así como el asombroso techo de madera de cedro.

Escrito en: Zacatlán de las Manzanas pueblo mágico Zacatlán, iglesia, tiempo, llega

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