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Ahora el subsuelo y la disponibilidad del agua en México, a la baja

Y el medio ambiente... ¿qué?

Ahora el subsuelo y la disponibilidad del agua en México, a la baja

Ahora el subsuelo y la disponibilidad del agua en México, a la baja

JORGE ARMANDO NEVÁREZ MONTELONGO

La muy incipiente actividad oceánica en el Pacífico hasta ahora, los efectos del fenómeno de La Niña y el cambio climático nos siguen castigando a muy amplias regiones del noroeste mexicano. En prácticamente todo el litoral y la mesa central las lluvias y la humedad que han enviado los eventos del Golfo de México, si bien han disminuido la gravedad de la sequia, aún están lejos de recuperar los embalses y cuerpos de agua que quedaron vacíos y agrietados ofreciendo un panorama triste y desolador, más para los miles de familias que de esa agua viven.

En muy corto lapso de tiempo, dos o tres años no más, nos hemos enterado y sorprendido por la falta de agua superficial casi total de las presas que abastecen a la zona metropolitana de Monterrey en dos ocasiones, la crisis agravada y también casi a punto de colapsar en la Ciudad de México y municipios conurbados, por los bajos niveles en las presas del sistema Cutzamala. Y también, el muy fuerte incendio que casi devora Valle de Bravo destruyendo casi 40 mil hectáreas de bosque.

Hemos visto las increíbles imágenes de sequedad prácticamente total, de los lagos de Chapala, Pátzcuaro, Cuitzeo y Zumpango; de las 11 presas de Sinaloa que cada año se fortalecen con los escurrimientos de la Sierra Madre Occidental ubicada mayormente en Durango, estado donde la Laguna de Santiaguillo, el mayor lago natural del norte del país y sitio Ramsar, así como la Presa Peña del Águila están en las mismas condiciones, además de tener el resto de los embalses en niveles históricos de bajo almacenamiento. Y hacia Sonora, Chihuahua y la Península de Baja California, ni se diga, las más difíciles condiciones de escasez de agua.

Sin duda no será fácil revertir tan lamentable situación y ahora con la variación climática son más inciertas las expectativas, pero cabe la esperanza que hacia los meses de septiembre y octubre en el Pacífico, haya mejores condiciones y los huracanes incidan en la recuperación de los cuerpos de agua, llámense presas, lagos, lagunas, bordos de abrevadero y todo lo que nos permita almacenar. No podemos darnos el lujo de desperdiciar después.

Pero, bueno, ¿qué ha pasado con toda la actividad que depende de la lluvia y del agua almacenada y que se agotó por estos años de sequía? Pues que, en los centros urbanos, con excepción de los que solo dependen del agua subterránea para abastecer de agua potable a la ciudadanía, necesariamente se ha dado una mayor extracción de agua de los acuíferos para tratar de compensar el déficit, generando lamentablemente una mayor sobreexplotación de nuestros mantos freáticos, y todo tiene un límite.

Lo mismo ocurre en el campo, con la diferencia que el uso agrícola, por la falta de tecnificación, la cultura en el riego y los tipos de cultivos que más se siembran, se consume entre el 75 y 80% del agua que se usa en general, mientras que en los centros de población, el porcentaje de uso ronda del 15 al 17%. En la actividad agrícola los productores, tecnificados o no, pusieron a trabajar más intensamente sus pozos para sustituir el agua superficial inexistente o limitada en cantidad por la autoridad, extrayendo más agua del subsuelo.

No así en el caso de los pequeños productores que no tienen acceso a un pozo y siembran una pequeña parcela con agua de temporal por falta de recursos propios y apoyos de los gobiernos, y que tienen que esperar que la naturaleza y el creador los favorezca con lluvias oportunas y en la cantidad necesaria, -nada más incierto- para lograr en el mejor de los casos alimentar a la familia con ese producto y si acaso comerciar algún sobrante para sobrevivir. Muy lamentable su condición.

Y entonces sucede que se siguen sobreexplotando aun más los acuíferos del país, o sea, nos estamos acabando también el agua subterránea, un recurso estratégico. Actualmente, de acuerdo con datos de la Conagua, de los 653 acuíferos ya 114 los tenemos sobreexplotados, pero da la casualidad que están en los principales centros urbanos y de producción agrícola y, por ello, para satisfacer la demanda creciente de una cada vez mayor población, tenemos que estar recurriendo a sobreexplotar cuencas aledañas y en algunos casos no tan cercanas.

Analizando esta situación, la disponibilidad de agua per cápita sigue a la baja en el país. Según estadísticas publicadas por la Conagua, andamos por debajo de los 3,000 m3/habitante al año, cuando hace solo 74 años, en 1950, rondábamos los 18,000. A ese ritmo y con toda la serie de variables que cada vez inciden más en la disponibilidad, el futuro cercano no es nada halagador. En el continente americano y teniendo 11,122 kilómetros de litoral y siendo de los más expuestos a la incidencia de las perturbaciones oceánicas, somos paradójicamente el país de mayor estrés hídrico.

Con la sequía, estamos causando un doble daño en el mismo evento. Extrayendo más agua subterránea de lo normal y en contraparte cada vez tenemos menos infiltración o recarga por dos cosas; en primer lugar, por las largas e intensas sequías, y en segundo, porque el cambio climático genera lluvias más torrenciales, de gran intensidad y corta duración. Esto impide una infiltración natural al acuífero y, por ello, entran en déficit, bajando los niveles hasta secarse y tener que buscar el agua a mayores profundidades, o en otros sitios, con otro tipo de consecuencias que después comentaremos.

En fin, en este y otros temas relacionados con el manejo del agua hay muchísimo qué hacer. Ojalá quien dirija la política hídrica del país tenga las capacidades para hacerlo lo mejor posible.

X: @_jorgenevarez ,

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