El futuro se define aquí
Quien gane la Presidencia contará con alrededor de 55 por ciento del Congreso. El voto diferenciado no es muy grande en México, y la competencia entre dos, que será cerrada, apunta en esa dirección, ya considerando los ocho puntos de sobrerrepresentación. La presidenta tomará posesión el 1 de octubre, pero un mes antes lo hará el Congreso. La primera tarea en la que deberá concentrarse será en las finanzas públicas, lastimadas y mal administradas.
La próxima presidenta heredará una crisis fiscal. Los ahorros de 25 años se dilapidaron en los primeros dos de esta administración. En los dos siguientes se ahorcaron las secretarías. En los últimos dos, no nos ha quedado de otra más que reconocer y "aprobar" un déficit que llegará al 6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
Pero el nuevo gobierno se dará cuenta que el faltante es mucho mayor. Excluyendo a las secretarías donde se ha anotado el presupuesto de las grandes obras y el reparto de dinero en efectivo, la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena) y Marina (Semar), hay una contracción de 27 por ciento real en el presupuesto durante este gobierno. Sumado a esto, ha habido una destrucción de capital humano; es claro que la presidenta no tendrá con quién, ni con qué gobernar.
La próxima titular del Ejecutivo Federal se encontrará con las ruinas de lo que alguna vez fue Pemex y CFE, empresas que tienen un valor negativo desde hace mucho, pero que en este sexenio se quemaron más de 3 billones de pesos en ellas, sin lograr ni más producción ni una reducción en pasivos. Dos Bocas no habrá entrado en funcionamiento, ni lo hará en un par de años más, pero sí va a requerir dinero para terminar la obra inconclusa.
Tampoco habrán terminado el Tren Maya, pero ese no tiene por qué acabarse, al fin y al cabo ya se inauguró. Y del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), mejor ni hablamos; junta más gente un atropellado que las salas de abordar de este inmueble.
En salud, la nueva presidenta tendrá apenas algunas semanas para intentar encarrilar de nuevo los programas de compra de medicamentos y evitar que también en 2025 tengamos los problemas de los seis años previos. Lo tendrá que hacer con un sistema de salud -si se le puede llamar así- más complicado e ineficiente que el que teníamos antes, y con un presupuesto que no ha crecido, pero está ahora asignado de peor manera.
Llegará la siguiente mandataria a enfrentar más de un centenar de homicidios y desapariciones cada día, y que no puede ya cubrir todo el territorio nacional con el despliegue de sus corporaciones policiacas, podridas desde el interior por nexos irremediables con grupos del crimen organizado. Entidades federativas completamente controladas por organizaciones criminales, con anuencia total de gobernadoras y gobernadores que no han mostrado el mínimo interés por combatir este cáncer.
Con una mayoría en el Congreso construida con base en favores políticos y no en capacidades legislativas, será muy difícil procesar cambios de fondo para nuestro país.
Todo lo anterior es independiente de quien sea la nueva presidenta; la diferencia entre ellas será el enfrentamiento con López Obrador. Para una, habrá cuatro meses de amenazas y el riesgo de una crisis constitucional; para la otra, serán años de control férreo.
Es por eso que la construcción del futuro es aquí y ahora; más allá de la diferenciación entre las propuestas de las y los candidatos, la discusión que las mismas generen e incluso, de las campañas que realicen... esta no es una elección como alguna otra que hayamos vivido. El próximo 2 de junio se decide el futuro de México, de las entidades federativas y de la vida de millones de mexicanos. Si está interesado en cambiar el rumbo de nuestra tierra, no hay de otra: hay que salir a votar.
No hay más.
@eduardguezh