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LETRAS DURANGUEÑAS

Elogio a la patria chica

Elogio a la patria chica

Elogio a la patria chica

JUSTINO N. PALOMARES (POEMA TOMADO DEL LIBRO “BOCETOS DURANGUEÑOS”. POESÍAS, 1951)

Canto a la ciudad blanca, la discreta ciudad para mí tan jovial y tan querida que si tuvo la gracia en darme vida yo le causé el dolor de ser poeta.

Canto a Durango, la urbe soberana cada día más coqueta y hechicera como que es en el Valle del Guadiana tierra de vida propia ya que plugo a la maga Primavera vaciar en ella rica cornucopia.

Barrios de Tierra Blanca y el Rebote, del Calvario, de Analco y San Antonio, donde siempre iba al trote como alma perseguida del Demonio.

Mi cerro de Mercado: tú fuiste la pandorga de mi infancia feliz, cuando a hurtadillas de ti bajaba a la presa de Morga para después, mis irascibles tías en su tienducha "La Locomotora" me flagelaban todas las costillas al volver por la tarde, ya en deshora.

Calles Coronado y Victoria ¡cómo a mi frente vienen y se van dejando del pasado en mi memoria, momentos de pesares y de gloria con Macario Armendariz y el Chaflán.

Noches de juventud en tolvanera cuando reunido con la muchachada, con mi indumenta cual si fuera un zuavo, descalzo recorría de acera a acera las oscuras callejas portando primitivas candilejas de ocote resinoso para al siguiente día captar el gozo de vender alacranes a centavo.

Arroyo San Vicente, cerro de Guadalupe, las Moreras, la China, aún me desvela recordar cómo pude y cómo supe con mis "venadas" suplantar la escuela.

Oh andanzas de aguerrido mozalbete por el Tunal, Pueblito y Ferrería donde con mis amigos, un banquete se imrovisaba ahítos de alegría; el "menú", bien sencillo más lo hubiera envidiado Pantagruel: semitas con chorizo y piloncillo y un jarro de fresquísima aguamiel.

¡Oh mi ciudad católica y bizarra!

Hasta el exilio tú me envías el eco de tu noble historial y de tu rango.

Sea mil veces bendito don Alonso Pacheco, don Ginés de Mercado y Francisco de Ibarra que gentiles te crearon, mi Durango!

En homenaje a eximios fundadores cada día te remozas y engalanas ¡oh mi ciudad que hueles a copal!

Perfuman en su loor las gayas flores, les recuerdan los pájaros cantores y alharaquientas suenan las campanas en tardes y mañanas desde las torres de tu catedral. Tierra de nuestro epónimo Victoria:

Un zodiaco de nombres te amerita donando a tu prestigio claro rastro y a remembrarte la memoria invita para afirmar lo justo de tu euforia. Fuiste la musa de Ricardo Castro, de Francisco Fournier y de Alvarado, de Dolores Guerrero y de Gaxiola y en tus manes de fijo se ha inspirado cual caracol que guarda los sonidos Pancho Castillo Nájera, el doctor poeta eminente, rey de los Corridos.

En fin, que tu rancia prestancia perpetúa en su estación, Felipe Pescador y en diamantino canto la Anitúa tu mirlo, tu zinzonte y ruiseñor. Ave a tí mi Durango! Cuna santa, de mi fiel devoción el relicario.

Tu hijo ausente con amor te canta y en tu loor aviva su incensario!

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