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Francisco Rico en México

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ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

El lunes pasado recibí por paquetería el "Petrarca" (Arpa editores, 2024) del filólogo español Francisco Rico a tres días de su lamentable fallecimiento. Erudito en tantos temas, sobre todo lo gratificaba saberse conocedor, como el que más, de la vida y obra del ilustre poeta de Arezzo. Por lo mismo yo quería leer ese libro, como antes otros del que se ha considerado con razón el mayor especialista del "Quijote" de los últimos tiempos y estudioso imprescindible de las letras medievales y del "Siglo de oro", como ya se ha justipreciado incontables veces. Fui reuniendo parte de su trabajo de investigación a partir de su primera edición del clásico cervantino de 1998, que será sin duda su mejor herencia. Hoy las necrológicas han dado cuenta de su notable trayectoria académica, de los numerosos galardones recibidos, reconocimientos de gran relieve o de sus apariciones en más de una historia de ficción. Aquí apunto específicamente parte de su relación con México.

En el mismo año de 1998, en la que menos de una década más tarde sería nombrada capital cervantina de América, lo conocimos personalmente en la espléndida y emblemática ciudad de Guanajuato, al amparo de la generosidad de don Eulalio Ferrer Rodríguez, siempre inolvidable. Lo acompañó desde luego un grupo muy representativo de escritores y especialistas en Cervantes. En aquel coloquio internacional, el décimo, el profesor Rico disertó sobre "Pidió las llaves a la sobrina del aposento", una lección a la vez de profundidad y claridad acerca de la oralidad e "incorrección" en la escritura del "Quijote", para centrase en seguida en lo que vendría a ser la verdadera naturaleza de la novela realista, con esa mezcla, digo, de conocimiento extraordinario e incluso buen humor, tan característicos del ponente. En su momento lo escuchamos con agrado, y ahora releemos el registro de su conferencia con algo de nostalgia por la reciente partida del maestro. Conversé unos minutos con él, y al final le pedí a mi esposa Maricarmen que nos tomara la foto del recuerdo. Todavía alcancé a preguntarle por su libro "Breve biblioteca de autores españoles", de la que apenas tenía noticia por una reseña publicada en la revista "Vuelta". "Ahí va", me contestó amable, mientras nos despedíamos. Seguiría presente en Guanajuato en posteriores ediciones del coloquio, a través de las alusiones en las conferencias de otro grande, Florencio Sevilla Arroyo, también ya desaparecido, y quien fue un formidable interlocutor, contrario y en base a sólidos argumentos de las propuestas del ameritado profesor.

Después, en 2013, don Paco Rico -como se le llamaba amistosamente- recibió el Premio Alfonso Reyes, lo que representó una buena oportunidad para que recordara algunos vínculos con nuestro país, concretamente a propósito de El Colegio de México, y por supuesto respecto al autor de "Visión de Anáhuac", de quien señaló "Tengo clarísimo cuál ha sido para mí la más vital de sus lecciones, la que más estrictamente me he esforzado por seguir línea a línea: que escriba uno lo que escriba, filología, ensayo, historia, pensamiento..., debe escribirlo con la mejor voluntad de estilo y la misma exigencia literaria que si estuviera componiendo un soneto. Un soneto, pongamos de "Homero en Cuernavaca". Y si algo es visible en Francisco Rico, además de su saber enciclopédico, subrayemos, es la belleza y elegancia con la que describe sus tareas literarias. Igualmente en aquel discurso añadió otra cosa muy significativa para nosotros: la importancia que tuvo en su formación la lectura de la Nueva Revista de Filología Hispánica (por sus siglas la prestigiada NRFH), animada y trabajada por Amado Alonso, Raimundo Lida -hermano de su admiradísima María Rosa Lida- y Antonio Alatorre, los "magníficos triunviros", en los términos del propio Rico. Este texto por cierto se recoge en la obra "Una larga lealtad. Filólogos y afines" (Acantilado, 2022), un libro de alabanza a sus maestros y colegas, pleno de la quintaesencia cervantina, cifrada en una palabra suficiente: gratitud.

Otro destacado mexicano, Fernando del Paso, le mereció elogios en la prensa, al comentar el libro "Viaje alrededor de El Quijote" (2004), precisamente en la fecha en que el autor recibió en Alcalá de Henares el Premio Cervantes 2016. Si escatimar, Francisco Rico refirió a propósito: "es un soberbio despliegue de aciertos seguros y sugerencias inteligentes", para más adelante resumir la aportación de Del Paso en una útil formulación verbal para comprender en forma más abarcadora nuestra producción sobre el tema cervantino: "ha leído admirablemente el Quijote mismo, con una perspectiva de la cultura que me atrevería a decir arquetípicamente mexicana -muy universal y muy castiza-, conjugando la mirada arqueológica con la contemporánea". De la misma manera apunto que el artículo en mención se incluyó tiempo después en su libro "Anales cervantinos. Notas al margen de un centenario", Arpa editores, 2017.

En este recuento a vuela pluma no se puede dejar de lado la visita, ese 2013, de Francisco Rico a la UNAM, donde -en compañía de los académicos Margit Frenk y don Aurelio González- expuso "La edición de textos en la edad de la imprenta manual", a partir de su trabajo sobre el "Quijote", labor que le otorgó proyección mundial, al tiempo que también produjo debates de altura, teorías y prácticas a revisión, con otros cervantistas eminentes, como el mencionado Florencio Sevilla Arroyo. Resultó una cátedra por demás ilustrativa, desarrollada más ampliamente en su monumental "El texto del Quijote. Preliminares a una ecdótica del Siglo de oro", (Universidad de Valladolid, 2005), obligado volumen para los mejores conocedores del clásico español en el siglo XXI. No estaría por demás, pienso, la planeación de un Diplomado en donde se analicen a fondo las dos posiciones, Rico-Sevilla, para editar el "Quijote", con un guía de alto nivel académico.

Cierro. El profesor Rico dijo también en El Colegio de México que en dicha institución había cursado estudios a distancia a través de sus lecturas de la NRFH en España. ¿Qué decir por mi parte? Desde que conocí la obra del notable filólogo, hace cerca de treinta años, elegí ser un estudiante más en su clase, sin otros merecimientos que el de seguir sin tregua la huella de sus libros. Durante el encierro en aquellos tres meses terribles por la pandemia, en Durango -una ciudad en la que, anoto de paso, todavía no cuenta en este 2024 con una licenciatura en letras- escuché a detalle sus conferencias grabadas por la Fundación March, de las que recientemente una de las iniciales se ha dado a conocer en su versión escrita y pormenorizada en "El primer siglo de la literatura española" (Taurus, 2022).

Ensombrece la muerte de don Francisco Rico. Me consuela, sin embargo, el tesoro invaluable de su legado. Seguiré siendo su alumno puntual, pendiente de sus nuevas lecciones, porque cuando lo saludé allá en Guanajuato, sentí que en el sabio profesor también le daba la mano a toda una tradición cervantina: Pellicer, Clemencín, Riquer, tres de los más grandes anotadores del "Quijote"...y sus pares ahora más allá del tiempo.

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