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LETRAS DURANGUEÑAS

Había una vez un principito

Había una vez un principito

Había una vez un principito

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

Hace unos días tuve la oportunidad de disfrutar en la televisión (en film&arts, por si interesa la posible repetición) un documental muy bien logrado sobre Antoine de Saint-Exupéry, el célebre aviador y escritor francés, autor -como sabemos- de una de las obras literarias más emblemáticas del siglo XX: "El Principito", publicado en 1943.

El programa me llevó naturalmente al libro, cuyas páginas por cierto me han acompañado durante décadas y como "caballito de batalla" en no pocas conferencias de promoción a la lectura con adultos, jóvenes y niños.

Sin embargo, ahora "El Principito" me pareció mejor que nunca. Tenía razón Heráclito: nadie se puede bañar dos veces en el mismo río. Ninguna lectura es igual a otra, estaríamos de acuerdo por nuestra parte.

Y en el caso que nos ocupa, es evidente que la terrible pandemia del coronavirus que padeció el mundo, creó un clima emocional extraordinario; el relato con todas sus maravillas y tesoros contribuyó -como todo buen libro- sin duda a mantener la esperanza frente al dolor presente y sufrimiento por la salud perdida, ante la inminente derrota económica y sus consecuencias, que esperemos que se superen pronto. El relato, así, recobra y traza hacia el horizonte los más altos valores humanos: la amistad, el amor, el descubrimiento afectivo por la naturaleza, los encuentros y desencuentros inesperados..., incluso la sabia aceptación de la muerte. Me sorprendió de verdad esta "nueva" experiencia: si bien el libro me es muy familiar hasta por cuestiones de trabajo, según he referido, me pareció, luego del inolvidable y difícil 2020, que leía el libro por primera vez, principalmente el final.

Con la invitación a que se atienda la obra con la dedicación que se merece, permítanme compartirles algunos pasajes que volví a subrayar pluma en mano, al tiempo que se confirma que hay libros con vocación reconstructiva, de beneficios espirituales, como si le dijeran a la gente: "todavía hay mucho camino por andar". Señala con razón Michele Petit que hay obras que crecen, ganan profundidad y resplandecen en las crisis. "El Principito" ilustra magníficamente la frase. Leamos entonces:

"Cuando un misterio es demasiado impresionante, no se atreve uno a desobedecer"

"Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos..."

"La prueba de que el principito ha existido es que era encantador, que reía y que quería un cordero. Cuando se quiere a un cordero es prueba de que uno existe".

"Pero, por desgracia, yo no sé ver un cordero a través de una caja. Puede que sea un poco como las personas mayores. He debido de envejecer".

"Pero las semillas son invisibles. Duermen en el secreto de la tierra hasta que a alguna se le antoja despertarse. Entonces se estira y se mueve hacia el sol, al principio tímidamente, como una encantadora ramita inofensiva. Si se trata de una ramita de rábano o de rosal, se la puede dejar brotar a su antojo. Pero si se trata de una mala planta, hay que arrancarla enseguida, en cuanto se percata uno de su presencia".

"Sabes...cuando uno se siente muy triste, le gustan las puestas de sol..."

"Nunca ha contemplado una estrella. Nunca ha amado a nadie. Nunca ha hecho otra cosa que sumas. Se pasa el día diciendo como tú: "¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio!", lo que le hace hincharse de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!"

"-Entonces te juzgarás a ti mismo -le respondió el rey-. No hay nada tan difícil. Es mucho más difícil juzgarse a uno mismo que juzgar a los demás. Si consigues juzgarte bien serás un auténtico sabio".

"Tu planeta es tan pequeño que le puedes dar la vuelta en tres zancadas. Solo tienes que caminar muy despacio para permanecer siempre al sol. Cuando quieras descansar, camina...y el día durará todo lo que quieras".

"-Me pregunto -dijo- si las estrellas brillan para que cada cual pueda encontrar la suya."

"-¿Los hombres? Creo que hay seis o siete. Los vi hace años, pero quién sabe dónde encontrarlos. Los lleva el viento. Les faltan raíces, lo que les fastidia mucho".

"-Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Así que me aburro un poco. Pero si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente a los demás. Los otros pasos me hacen esconderme bajo tierra. Los tuyos me sacarán de la madriguera como una música. Y además, mira: ¿ves esos campos de trigo? Yo no como pan. El trigo no me sirve de nada. Los campos de trigo no me dicen nada. ¡Y eso es triste! Pero tú tienes el pelo de color de oro. ¡Así que será maravilloso cuando me hayas domesticado! El trigo es dorado, me recordará a ti. Y me gustará el sonido del viento entre el trigo..."

"-Adiós -dijo el zorro-. Éste es mi secreto. Es muy sencillo: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos".

"-El agua también puede ser buena para el corazón..."

"-Las estrellas son hermosas gracias a una flor a la que no se ve..."

"Mirad atentamente este paisaje para que estéis seguros de poder reconocerlo si viajáis alguna vez por África, por el desierto. Y si por casualidad pasáis por allí, os pido por favor que os apresuréis, ¡esperad un poco, justo debajo de la estrella! Si entonces un niño se os acerca, se ríe, si tiene el pelo de oro, si no contesta cuando le preguntáis algo, adivinaréis enseguida quién es. Por favor, sed amables y no me dejéis tan triste: escribidme enseguida y decidme que ha vuelto".

Las teorías modernas confirman cada vez más lo que siempre han sabido los viejos escritos: que la lectura también cura. Y "El Principito", con su intensa irradiación poética, será como aquellas aguas limpias del río que reza el Salmo: bueno para el espíritu, que dará su fruto a su tiempo.

Escrito en: letras durangueñas Pero, lectura, trigo, mismo

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