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¡Hazlo sentirse especial!

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VANESSA BARDÁN PUENTE

¿A quién quiere más mamá, a ti o a mí? pregunta la hermana menor. La mayor se queda pensando y le responde con aire malicioso: "Yo creo que nos quiere igual, pero yo te llevo 3 años de ventaja"...

Con la llegada de un nuevo hermanito, se tiene la impresión de que el amor es limitado y se teme perderlo, se tiene la impresión de que el amor que los padres dan a su hermano, ¡se lo quitan a él! se siente desplazado y piensa que el amor que ya tenía asegurado, ahora ¡corre peligro!, ¡vaya lío!.

Los celos entre hermanos son inevitables, especialmente cuando el hijo mayor ha estado solo mucho tiempo y se anuncia la llegada de un hermanito. El ¿Porque él y yo no? suele tener su origen cuando los padres comparaban hermanos o adulaban a chicos con más suerte.

Cada hijo busca la mirada, atención y amor de sus padres, busca ser el centro, ocupar un espacio emocional mucho mayor que los otros integrantes del sistema. De cualquier manera, busca acaparar su mirada, ya sea por estar enfermo, ser amoroso o disfuncional, las personalidades de los hermanos adoptan diferentes estrategias para ganarse la atención de los padres. La rivalidad con los hermanos es normal y necesaria. ¿Cuál es el origen de esa competencia? la lucha por el amor y la mirada de los padres.

Un hermano, y es obvio para cualquiera que no sea hijo único, le resta momentos de encuentros afectivos con la madre y el padre. Este escenario de sana competencia, puede resultar enturbiado por el rol que cumplan los padres. Muchas veces, el embrollo comienza por culpa de intervenciones desafortunadas, de los progenitores que pueden terminar provocando en sus hijos secuelas muy negativas.

Lo cierto es que no existe tratos iguales entre los hijos, aunque los padres lo digan es falso, en la práctica tienes más afinidad por uno que por otro, es un hecho, la razón es muy sencilla, tienes más puntos congeniando con unos que con otro, eso se llama sinastría. Si te preguntas quién era el hijo preferido de tu papá o tu mamá cuando eras niño, ¿puedes identificarlo? Seguramente sí, aunque tus padres respondan que siempre los quisieron por igual y no manifestaban predilección por alguno en especial.

Aspectos tan profundos como la personalidad o los gustos, o tan externos como los rasgos físicos o la ubicación entre sus hermanos, puede ser la razón por la cual los padres se sienten más apegados o tienen más afinidad por un hijo en especial. Es normal y humano sentir mayor afinidad con un hijo, lo inapropiado es demostrar esa predilección sin cautela, haciendo una clara diferencia entre los demás.

La preferencia por uno de los hijos es una realidad más común de lo que se piensa y responde a factores inconscientes, que nada tienen que ver con la voluntad de los padres.

El problema surge cuando el hijo "no preferido" es relegado o menospreciado consciente o inconscientemente. Aquí no sólo se compromete la salud y bienestar del hijo relegado, sino que se pone en juego toda la estabilidad familiar.

A veces comparamos a los hijos porque pensamos que es una buena manera de motivarlos a que mejoren, y lo que sucede es que poco a poco, se guardan resentimientos, cada vez que se escucha "deberías ser como tu hermano" aprendes a medirte cuando estas con otras personas, como si se pusiera en una báscula para saber cuánto pesa más en relación con los demás, si el hijo piensa que necesita ser el mejor, para ser querido por sus padres, hará lo indecible por mostrarles que merece su cariño.

Es así como se afectan las relaciones entre hermanos, iniciamos una competencia en el cual el ganador le toca la mejor parte: ser el más aplaudido, por los padres, aunque el costo a pagar sea pasar por encima de los demás. Cuando educamos comparando, destruimos las relaciones cordiales que puede haber entre hermanos, sustituimos el compañerismo por los celos, la traición y la envidia, generando odio, frustración y enojo, porque el otro tiene justo lo que yo quería.

Comparar a los hijos es una forma segura de abrir brechas y fomentar odio en tu propia familia. Los padres que demuestran sus preferencias en forma obvia, provocan que los hijos que no se sienten preferidos lo perciban como falta de amor y eso afectar su autoestima y las relaciones con sus hermanos y sus padres.

Los hermanos es el primer laboratorio social en el que los niños pueden experimentar relaciones con sus iguales, aprenden a negociar competir y cooperar, los hermanos son esas personas tan próximas que nos encontramos desde nuestro nacimiento, son la relación más larga y curiosa que se tiene, se mueve entre la complicidad y la rivalidad, la convivencia y la competitividad, lo común y lo diferente, entre el amor y el odio, son los viajeros de un mismo coche, todos viajando en el mismo auto.

Con los hermanos es con quienes se establece la primera relación de igual a igual, se hacen alianzas, se viven momentos inolvidables, se aprende a compartir y nos enseñan que no somos el centro del universo, se establece un lazo de amor fraterno.

Expliquemos a los niños como pueden mejorar sin disminuirlos compararlos o humillarlos, mucho menos con sus propios hermanos. Respetar las diferencias que hacen único a cada hijo y destacar la diversidad de sus talentos, dones, fortalezas y retos es tarea de los padres.

¿Qué hacer para regresarle al hijo la certeza de que es querido? Nada gusta más a un niño, que ser protagonista en la vida de sus padres, saberse amado es muy importante, ¡hazlo sentirse especial!

Escrito en: Cariñoterapia hijo, amor, hermanos, padres

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