Las fobias y las filias
Fobia significa aversión, y su contrario, filia, quiere decir gusto o afición.
Con estos elementos antitéticos podemos componer un buen número de palabras, basta con ver a qué le tenemos aversión o gusto y luego juntamos su nombre con uno de los sufijos aquí indicados. Así tenemos la xenofobia, palabra muy socorrida actualmente, por aquello de los twits de Trump y otros gobernantes.
Xenofobia es el rechazo al extranjero, pero se aplica con más exactitud a los inmigrantes, pues la aversión no se da cuando alguien se va de turista y disfruta la hospitalidad de la gente en un país diverso, sino cuando personas de otro lado vienen al entorno de alguien y a éste no le gusta por las supuestas incomodidades que le ocasionan. Hasta ahora no he visto escrita la palabra xenofilia, pero sí se puede usar con corrección para designar a quienes aceptan de buen grado a los que buscan oportunidades que no encontraron en su lugar de origen.
Agorafobia es el miedo a las multitudes, y esto es así porque ágora en griego significa plaza pública, y en ella se juntaba el pueblo, la multitud, para tomar decisiones en común, comprar y vender, escuchar a un filósofo o simplemente pasear. Entonces, si cierto sujeto siente un miedo irracional y se angustia frente a una multitud, aunque no sea muy grande, entonces tiene el padecimiento psiquiátrico llamado así: agorafobia. Las fobias se refieren por lo regular a la aversión morbosa, la que se padece de manera recurrente y exagerada, no al simple rechazo superficial.
Hay otro significado de la agorafobia, y es el temor extremo a los lugares abiertos, lo que es contrario a la claustrofobia.
Pero poco a poco algunas de estos padecimientos psicológicos se han convertido en enfermedades sociales, es decir, que a partir de los individuos se extendieron a grupos. Estos colectivos descalifican y combaten a quienes ellos rechazan de manera violenta, hasta el extremo de cometer delitos. Cuando el rechazo patológico se extiende a mucha gente, la enferma es la sociedad, no solamente algunos individuos.
Así tenemos a los bad hombres afiliados al Ku Klux Klan, quienes perseguían, en principio, a los negros y a los judíos, pero ahora añaden a los latinos, a quienes confunden, por su ignorancia, con los mexicanos, es decir, para ellos todos los de piel morena son simplemente mexicanos y ya.
También hablamos de homofobia, pero no se confunda, no se trata de rechazo a los seres humanos si usted sabe que homo en lengua latina significa hombre. La homofobia de la que actualmente tanto se habla es la aversión a los homosexuales, por aquello de que esta palabra empieza precisamente con estas dos sílabas. Si quisiéramos hablar del rechazo a los hombres tal vez tendríamos que decir androfobia, pues aner (el genitivo es andros) en lengua griega significa varón. Lo contrario de esta voz es la androfilia, pero si se refiere a las personas, o a los hombres en general, entonces se llama filantropía.
La homofobia es, por tanto, la aversión morbosa a los homosexuales de cualquier tipo, varones o mujeres que tienen preferencias sexuales distintas a la mayoría de los mortales. Esto es así porque generalmente quien rechaza a los gays hace lo mismo con las lesbianas. No falta quien se empeñe en complicar el lenguaje y propone el extraño término lgtbifobia. Ignoro cómo se pronunciaría esta extraña palabra, además resultaría muy incómodo incluirla en una conversación.
Y si seguimos con enfermedades sociales, podemos mencionar la aporofobia, que significa la aversión o el rechazo a las personas pobres, por el simple hecho de ser así, pobres. En este caso quienes rechazan a los indigentes lo hacen hasta el extremo de querer exterminarlos o negarles todo derecho, como a la existencia, a la salud o a todo tipo de bienestar, porque los menesterosos, según los aporofóbicos, son improductivos y nocivos, a tal grado que merecen ser exterminados.