
Paisajes del inconsciente, exposición pictórica de Sunny Lee Bacon Arias
Sócrates, refiriéndose a la representación artística, recomendaba a sus discípulos: «Los movimientos del alma deben representarse mediante la observación exacta de como los sentimientos afectan el cuerpo en acción », confirmando lo que para los griegos de la época clásica significaba la mímesis artística, posteriormente, Leonardo da Vinci expondrá con insistencia la relación espíritu - cuerpo, cómo el primero se expresa en el segundo: «El buen pintor tiene dos objetivos principales cuando pinta, a saber: el hombre y su espíritu. El primero es fácil. El segundo es más complicado porque tiene que representarlo por medio de movimientos corporales», en otro pasaje de sus notas afirma: «Debe tenerse cuidado de que la dignidad de los movimientos revele el estado del alma», y refiriéndose específicamente al retrato dirá: «Verdad que las facciones del rostro muestran, en parte, la naturaleza del hombre, sus vicios y su temperamento, pero sólo en el rostro». La historia del arte nos muestra como estos preceptos fueron regla para un significativo número de artistas, quienes con determinado ahínco buscaron capturar el mundo interior de los personajes que retrataban, algunos con el simple propósito de mostrar su talento y posicionar su trabajo, otros, como una meta más allá de lo profesional, una forma de adquirir conocimiento sobre la interioridad humana y su expresión en el cuerpo y, más específicamente en el rostro.
Algo así parece suceder en la joven artista emergente Sunny Lee Bacon Arias quien realiza una interesante obra figurativa que se caracteriza por el uso del retrato como una forma de exploración de la psicología humana. Los personajes que representa, algunos inmersos en lo cotidiano, otros acompañados de simbolismos, constituyen un análisis de los fenómenos psíquicos que más interesan a nuestra artista, sobre todo aquellos cargados de profunda melancolía. Las atmósferas neutras de sus pinturas envuelven el drama interior de los representados y acentúan su ensimismamiento convirtiendo los lienzos en testigos del desencanto existencial de una generación que parece todavía presa de la angustia posmoderna. Así pues, su propuesta artística se despliega a través de dos recursos para hablar de lo mismo: por un lado, la metáfora visual y por el otro, el retrato de penetración psicológica.
En ocasiones, los recursos simbólicos se encuentran en el segundo plano, donde el entorno constituye una forma de reflejo del estado psíquico de cada personaje, como se muestra en las pinturas “A la deriva” y “Tormenta Bohemia”, así como en los objetos con los que interactúan en “Cuna de oro”, “Barreras” o “Fragmento”, sobresaliendo “Reflejos de Vanidad” por su logrado efecto especular, original composición y carácter expresivo. Mientras que, en algunas piezas menos complejas, pero no por ello menos importantes, se observa un método distinto, más directo, el de sondear el interior a partir de la lectura de la expresión facial, ejemplos de lo anterior son las obras “Crisis” 1, 2 y 3, subrayando que la emoción predominante siempre será aquella que remite a un abatimiento latente que fluctúa de lo melancólico a lo depresivo. Estas exploraciones psicológicas a través del arte tienen antecedentes en distintos momentos de la historia como en obras de Alberto Durero (1471-1528), (Melancolía I, 1514), las visiones sublimes del romanticismo de Caspar David Friedrich (1774 -1840) y, más cercanos a nosotros, Edward Hooper (1882-1967), y la desgarradora propuesta de Francis Bacon (1909 -1992).
Sunny Lee apuesta por la vía de un realismo contemporáneo que recoge la representación pictórica tradicional a través de procedimientos técnicos que le permiten una calidad significativa en los efectos de carnaciones y texturas de diferentes materiales, siendo, una especial sensibilidad en el manejo de la matización tonal de sus colores una herramienta eficiente para sus propósitos estéticos.
Para mostrarnos el drama interior en sus retratos y autorretratos Sunny Lee no busca fáciles soluciones expresionistas o gestuales, su método es un realismo sutil e inteligente que invita al espectador a la reflexión mediante retratos de personajes que hurgan en sí mismos los enigmas de la contemporánea aflicción del espíritu, involucrándonos irremediablemente por ser una condición que reconocemos como nuestra al pertenecer a la “generación del desencanto”, es la contemplación de un futuro incierto que nos obliga a voltear hacia atrás para recordarnos nuestro origen, la comprensión de la tragedia personal y su respectivo exorcismo, el bello naufragio que nos revela, muy en el fondo, que somos algo más.
