
Plantas medicinales de Durango
Entre los libros de autor o tema durangueños, el que lleva por título "Plantas medicinales del estado de Durango y zonas aledañas" (Prosima-Instituto Politécnico Nacional, primera edición 2004, primera reimpresión 2013) guarda un especial interés, por el rigor científico que sustenta la información, junto a su atractiva presentación editorial. Porque siempre es grato ver fotografías tan ilustrativas, al lado -en estos casos- de los usos curativos de la herbolaria de la región. En el estudio que nos ocupa participaron Martha González Elizondo, I. Lorena López Enríquez, M. Socorro González Elizondo y Jorge A. Tena Flores.
Sabía de la existencia de esta obra desde tiempo atrás. Persistí en su búsqueda hasta que una buena amiga, funcionaria del IPN en Durango, me la hizo llegar en el marco de una feria del libro en nuestra ciudad. El hallazgo valió la pena, desde los textos introductorios del citado volumen, en los que se subrayan algunas cuestiones importantes: el cuidado y conocimiento que son indispensables para beneficiarse del uso de estas plantas, el rastreo de campo que fue necesario para organizar debidamente el catálogo de la medicina tradicional, la sabiduría de siglos que ha sido decantada en la materia, la bibliografía en que se ha apoyado la investigación. Incluso se precisan los términos científicos de las plantas y los nombres populares con los que son conocidas. Se dan también los antecedentes en este tipo de investigaciones y, en nuestro caso, se agradece a las autoridades de Durango por las facilidades y colaboraciones para realizar las mismas, allá apenas pasado en cambio de siglo, como ya se dijo. Un bello libro, pues, bien organizado, y que al final viene a enriquecer el patrimonio bibliográfico de Durango.
A manera de muestrario, me gustaría compartir algo del contenido del libro, cuyos nombres son parte de nuestra memoria colectiva, y que aquí reflejan la calidad del tratamiento académico del tema. Me detengo, entonces, en la Salvilla, el Yerbanís, el Orégano, el Huizache, el Mezquite y la Hierba del cochino, de este último diré más adelante el porqué de su mención.
La Salvilla, dice este magnífico volumen, "Arbusto bajo muy ramificado, de color cenizo. Hojas sésiles, oblanceoladas, muy pequeñas, pubescentes, nervaduras muy conspicuas en el envés, con el margen crenado. Flores amarillas muy pequeñas (3 mm), agrupadas en inflorescencias terminales. Crece en los pastizales de la región de los valles. Se conoce del sur de Estados Unidos al centro de México". Esto es muy importante: no quiere decir que estas especies sean exclusivamente nativas o frecuentes de hallar solamente en Durango sino que, además de ser familiares en esta región, asimismo son localizables en otras partes, como en el ejemplo citado. Escogí a la Salvilla porque me trae muy buenos recuerdos, cuando la tomábamos en los agostaderos de San Juan del Río, a la luz de una fogata y cenando tortillas de harina con queso. ¡Qué bien nos caía en el estómago antes de irnos a dormir a campo abierto, mirando las estrellas en aquellos cielos tan grandes! Del Yerbanís se puede decir cosa parecida: es una bebida aromática, muy acostumbrada entre los duranguenses del medio rural, y tan reconocida por nosotros que hasta una población con tal nombre tenemos en la entidad.
Pero si de remedios y complementos alimenticios se trata, ¿qué decir del orégano? En las casas le tienen una fe extraordinaria. Apenas se escucha a alguien de la familia toser repetidamente, que luego se oye: "Tómese un té de orégano con miel". Es algo muy común en nuestra vida diaria. Después de informarnos sobre el nombre científico del orégano (Lippia graveolens HBK. Lippia berlandieri Schauer), y ofrecernos la descripción de la planta, el volumen que nos ocupa, señala: "Usos: se usa como antipirético, balsámico, estimulante, expectorante y tónico, así como en el tratamiento del catarro. La infusión se toma para curar bronquitis. Otros usos: las hojas se utilizan como condimento". ¡Vaya si no!: para quienes gustan de comer el Menudo tan norteño (Pancita, le dicen más al sur del país), el orégano es un ingrediente indispensable, o también para agregarse en las ensaladas, digamos de paso.
Me han llamado igualmente la atención el Huizache y el Mezquite, de los que desconocía sus propiedades curativas, y eso que cuando nos íbamos a sembrar en el tractor, eran nuestra mejor compañía. Por falta de espacio, invito a consultar este libro para saber más de este par de árboles o arbustos.
Finalmente no quiero dejar de decir algo acerca de la Hierba del cochino, con un apunte personal. En los años ochenta me contrataron como topógrafo para medir un predio de alrededor de diez mil hectáreas, ubicado en la hermosa sierra de Súchil. Fueron varios meses de trabajo y lo dueños de aquella enorme extensión de tierra consideraron que tenían que acompañarme durante las mediciones, además del encargado principal, algunos indígenas tepehuanos que conocían bien la región y que nos ayudarían con los equipos de trabajo. Mientras nivelaba yo el teodolito y luego visualizar el estadal para tomar las lecturas, me fijaba que los tepehuanos se dedicaban a buscar plantas para curar las enfermedades. Lo hacían con verdadero interés, y de pronto se ponían muy contentos al encontrar en la humedad bajo los pinos la llamada "Raíz del cochino". Desprendía, como ya se supondrá, un fuerte olor, pero la guardaban como un auténtico tesoro. Y es que, volviendo al volumen de referencia, se nos dice: "Los tepehuanos utilizan esta planta como remedio para el dolor de estómago, de cabeza, fiebre; para dolencias de origen reumático..." Nuestros hermanos indígenas saben lo que hacen.
Esto es algo de lo que nos espera en este libro (el recuento es de 220 especies). Conocimiento útil y una valiosa herencia cultural. En las instalaciones del IPN en Durango, en los altos de la Biblioteca Municipal de las Moreras, puedan dar información sobre cómo conseguir espléndido libro (sería una maravilla que hubiera también la versión digitalizada). Por si a alguien le interesa.