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Sobre una biblioteca, un duelo y un cometa

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SAC NICTÉ CALDERÓN

Tengo cierta afinidad por escritores que son difíciles de clasificar. El primerísimo por el que perdí por absoluto la cabeza, al que a veces todavía llamo "mi novio virreinal", fue Carlos de Sigüenza y Góngora. Y en 2016, cuando puse un pie por primera vez en la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero, un letrero me distrajo de mi fascinación mientras recorría los estantes: Colección Kino.

Soy del tipo de criatura que no perdona jamás a los exnovios de sus amigas, así que por supuesto sentí la indignación correr en mí al leer el nombre del archienemigo (tal vez exagero un poco) de mi novio virreinal. Aunque tenía sentido, pues la biblioteca pertenece a una universidad jesuita, eso sólo hacía crecer mi furia, pues después de correrlo de la orden, Sigüenza y Góngora intentó volver durante toda su vida, sin éxito.

Sigüenza, el mejor amigo de Sor Juana, fue uno de los grandes intelectuales del México Novohispano. Aunque es -creo yo- el mayor representante de la ciudad letrada, desde su centro, y aunque lo hacía a sus conveniencias, también era disruptivo (una amiga mía lo llamó alguna vez "el Bad Bunny virreinal"). Entre los muchos -muchos- títulos que ostentaba, tenía también el de cosmógrafo de la Corte. Y así pasaba sus días, escribiendo arcos alegóricos y cartas-crónicas y leyendo, cuando en 1680 el avistamiento de un cometa hizo correr el caos en la Nueva España. Para calmar el ambiente, decidió escribir el Manifiesto filosófico contra los cometas despojados del imperio que tenían sobre los tímidos. Por "tímidos", escribe Bertha Hernández, "Sigüenza se refería a los ingenuos, a los supersticiosos, a los ignorantes que seguían pensando extrañas cosas y padeciendo tremendos miedos cada vez que se hablaba de un cometa". El texto, por supuesto, recibió muchísimas críticas y respuestas, y la más sonada fue la del padre Eusebio Kino, un jesuita recién llegado a la Nueva España en su camino hacia el norte. Kino escribió su Exposición astronómica del cometa: en un resumen muy sencillo, si bien Víctor Navarro Brotóns especifica que algunas de las ideas del jesuita eran similares a las de Sigüenza, sobre todo respecto a algunas clasificaciones científicas, sí mantenía el argumento de que los cometas anunciaban acontecimientos, ya fueran buenos o malos. Kino publicó su texto en 1683, y además le regaló un ejemplar a Sigüenza. A los investigadores les encanta recordar este hecho porque ayuda a pintar muy bien la escena de mi novio virreinal, completamente indignado porque alguien puso en duda su Manifiesto, y lanzándose inmediatamente a construir una respuesta. (No puedo evitar imaginármelo como el Hamilton de Lin Manuel Miranda, escribiendo como loco y demasiado, y ahora sólo puedo desear que algún día alguien también convierta su vida en un musical).

Así nació la Libra astronómica y filosófica, cuyo título completo es: Libra astronómica y filosófica en que don Carlos de Sigüenza y Góngora, cosmógrafo y matemático regio en la Academia Mexicana examina no sólo lo que a su Manifiesto Filosófico contra los cometas opuso el reverendo padre Francisco Eusebio Kino, de la Compañía de Jesús, sino lo que el mismo padre opinó y pretendió haber demostrado en su exposición astronómica del cometa del año 1681. Para mi novio virreinal era una cuestión de honor, era un "duelo entre los que se desvelan sobre los libros", según cita Bertha Hernández. De acuerdo a Navarro Brotóns, "el ataque de Sigüenza se puede esquematizar como sigue: Primero [...] contrapone el saber como una hermenéutica, propio de la Edad Media, al saber como búsqueda activa y constructiva de la verdad. Segundo, Sigüenza pone de relieve la ausencia demostrada de correlación entre la aparición de los cometas y determinados hechos atribuidos a ellos. Tercero, descubre la ambigüedad calculada de Kino [...] mostrando el nulo rigor de sus cálculos matemáticos".

La Libra Astronómica es una de las obras más importantes en la historia de la ciencia en México, y consolidó a Sigüenza y Góngora como una de las figuras más importantes no sólo de esa época, sino también de la historia del país.

Mucho tiempo juré no poner un pie en esa zona de la biblioteca que lleva el nombre del padre Kino. No atravesar ese espacio coronado con el nombre de un sacerdote que había osado poner en duda la inteligencia de mi novio virreinal.

Por supuesto, la promesa era imposible de sostener.

Así que ahora, cuando tengo que solicitar algún material en esa zona, o necesito estar en uno de los cubículos, pienso que sólo me queda respirar profundamente y resignarme, así como tengo que comportarme en la calle cuando veo a los exnovios de mis mejores amigas.

X: @SNGCALDERON

Escrito en: Itinerante cultura bibliotecas Padre Kino columna Sigüenza, novio, astronómica, padre

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