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Uso y abuso de las encuestas electorales

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Uso y abuso de las encuestas electorales

Uso y abuso de las encuestas electorales

FERNANDO RAMÍREZ GUZMÁN

El pasado lunes se dio a conocer la encuesta electoral del diario El Financiero que le da 17 puntos de ventaja a Claudia Sheinbaum sobre Xóchitl Gálvez. Hace unas semanas generó polémica los resultados que arrojó la encuesta del diario Reforma que, entre otras cosas, le dio una aprobación a AMLO de 73% y le daba una ventaja de 24 puntos de la candidata morenista por sobre la abanderada de la oposición. Hoy como nunca, los estudios demoscópicos están siendo observados con lupa. Son objeto de controversia.

En prácticamente todo el mundo se ha normalizado la utilización propagandística de las encuestas. Han dejado de ser instrumentos de medición cuantitativa para convertirse en herramientas fundamentales en la estrategia y manufactura de campañas políticas. Entre las principales funciones que tienen las encuestas electorales destacan la planeación de la estrategia de campaña, la comprensión del electorado y el vaticinio de los resultados electorales.

El próximo 2 de junio se elegirán en nuestro país más de 19 mil cargos de elección popular, entre los que se encuentran presidente de la república, 128 senadurías y 500 diputaciones federales. Las casas encuestadoras ofrecen sus servicios a las y los candidatos que habrán de contender por uno de esos puestos. Si para las elecciones presidenciales de 2006 se registraron ante la autoridad electoral 131 encuestas, para la de 2012 se registraron alrededor de 320. Para este año la cifra se asemejará bastante.

Lamentablemente, de todo ese universo de estudios demoscópicos, la mayoría son pagados y los encuestadores suelen dar por ganador a su respectivo cliente. Para un candidato es importante saber si es el puntero porque esto le permite administrar las acciones de campaña y tener el control de la agenda. En cambio, para el que va abajo lo obliga a arriesgar, a echar toda la carne al asador precipitadamente. Para el electorado los resultados de los estudios le sirven porque generan sentido de pertenencia con el puntero (a), la gente prefiere estar con las mayorías.

Por esa razón se ha convertido en una parte importante en la estrategia electoral el difundir y destacar las encuestas favorables y desdeñar o descalificar las que muestran un resultado adverso. Por eso se popularizó la estrategia conocida como "este arroz ya se coció". Es decir, aquella en donde el candidato del oficialismo difunde estudios con ventajas de dos dígitos ante su más cercano contendiente, para atraer el voto de indecisos y desmotivar el voto de los contrarios.

Aquí, por ejemplo, en las elecciones para gobernador del 2010 Jorge Herrera Caldera ganó con una diferencia del 1.9%, cuando las encuestas de un mes anterior a la elección le daban 12 (GCE) y 17 (Mitofsky) puntos de ventaja al priísta. Ni que decir del estudio de Consultores y Marketing Político que le daba más de 20 puntos de ventaja a quien lo contrató. Todavía se recuerda el cambio del semblante de la directora de esta casa encuestadora y estratega principal de la campaña tricolor, Gisela Rubach, ante el resultado preliminar.

Algo similar se vivió en la campaña presidencial del 2012, cuando Enrique Peña Nieto se impuso por un margen de 6.8% a Andrés Manuel López Obrador. El promedio de las encuestas finales era de 14 puntos en favor de EPN. Desde que inició esa campaña electoral se construyó una narrativa de la victoria priísta "respaldada" en un margen de 28 puntos entre los dos principales contendientes. El resultado final llevó al descrédito de no pocas casas encuestadoras y se generó un debate sobre la confiabilidad de las encuestas.

En el proceso electoral de este año, hemos visto resultados de quienes le dan intenciones del voto del 70% a Claudia Sheinbaum y hasta de otra que la pone a la cabeza por tan solo 7 puntos sobre Xóchitl Gálvez. En la pasada elección a gobernador en el Estado de México se dio un fenómeno similar. La hoy gobernadora, Delfina Gómez se impuso por un escaso margen a su contendiente cuando los estudios marcan una ventaja considerable.

Es verdad, como dicen algunos pollster o encuestadores, las encuestas tienen un nulo carácter predictivo y no solo se les puede evaluar a partir de que hayan "atinado" o no, al resultado. Pero también es cierto que hay muchas que se realizan sin brindar una metodología clara.

En resumen, las encuestas nos pueden brindar una instantánea del momento en que se realiza, pero no necesariamente refleja el resultado final de la contienda.

La moneda está en el aire.

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@ferramirezguz

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