
Versiones de Job
Fue Borges quien me condujo al Libro de Job. Desde entonces, a finales de los años ochenta, esta obra se convirtió en una buena compañía, junto a otros escritos bíblicos, de autoridad sapiencial: los Salmos, el Cantar de los Cantares, los Proverbios...La edición que recomendaba el célebre escritor argentino era la comentada y versificada por el poeta español Fray Luis de León, a un tiempo exégesis y testimonio de esplendor literario.
Ha corrido mucha agua a partir de aquellas primeras lecturas, pero siempre me quedaron claras sus claves principales: el horizonte lejano de donde proviene el relato oriental, los dos planos complementarios (las conversaciones entre Dios y Satán, con el gradual sufrimiento posterior del patriarca de Hus), los sugerentes diálogos entre Job y sus amigos -Elifaz, Bildad, Sofar, después se incorporará Elihú-, círculos discursivos donde se alterna la acusación, velada o no, con la conmovedora defensa argumentativa. Se indaga la naturaleza divina en relación a sus actos de justicia terrenal. Palabra por palabra una maravilla para todos los tiempos. El misterio de la vida descrito en la profundidad de un poema, que le pide a la narración antigua, de fuentes originales del hebreo, sus acentos y enigmas esenciales.
Antes de proseguir, y solamente a manera de muestra de ese espléndido castellano, transcribo la entrada del relato (con apego a su ortografía, en algo distinta a la nuestra), la breve explicación y traslación en verso: "Un varón fue en la tierra de Hus, su nombre Job, y fue este varón sencillo, y derecho, y temeroso de Dios, y esquivador de lo malo. Y naciéronle siete hijos y tres hijas". Aquí el comentario: "Algunos dijeron, que ni huvo Job, ni pasó en hecho de verdad esta historia; sino que es parabola ordenada por Dios, y escrita por sus Profetas para dechado de paciencia perfecta. Mas esto es falso, y condenado, i en cierta manera injurioso a la verdad de la Divina Escritura". Y la traducción en tercetos: "En la región de Hus en la primera/ edad fue un hombre justo, Job llamado,/ ejemplo de virtud simple, y entera:/ Temeroso de Dios, y del pecado,/ enemigo mortal, y juntamente/ de bienes y riquezas abastado, Clarisimo entre todos los de ?Oriente./ Hijos e hijas bellas Job tenía,/ y de servicio inumerable gente." ¿Qué decir? Si como se señala que el mejor español es el del "Libro de Buen Amor", del Arcipreste de Hita, la cumbre del idioma, el verbo de Fray Luis de León le sigue muy de cerca.
De letras espléndidas la obra que nos ha llegado, es sin embargo la terrible experiencia de Job la que fundamentalmente queda en el imaginario colectivo por generaciones. Se habla de su paciencia, su obediencia a Dios, tras padecer toda clase de sufrimientos: la pérdida de sus hijos, sus bienes, su salud. La prueba de su fe " ("Yahvé dio, Yahvé quitó")... hasta que un día maldice el día en que nació. Sus interlocutores tratan de convencerlo: todo es consecuencia de sus hechos en el pasado. Job no lo acepta. Él es un hombre justo que no sabe el porqué de sus desgracias. Elihú, en el último de los diálogos, y anticipando el cierre de la historia, le dice: "Mira: Dios es más grande de lo que entendemos /inconmensurable es su tiempo./ Forma las gotas del diluvio/ va destilando el vapor de sus lluvias/ las que vierten los cielos/ descargadas a mares sobre la humanidad". Y antes, en referencia sus calamidades, Job confiesa que "Pesan más que las arenas del mar". Sofar, el Naamatí, por su parte le advierte. "Será la vida más luminosa que el mediodía/ las tinieblas convertidas en aurora". Toda la obra brilla con imágenes como las anteriores.
Y en el centro, como sabemos, vendrá la llamada Voz de la Tormenta. Es Dios: "¿Dónde estabas tú cuando Yo fundaba la tierra? Es decir, la razón humana no alcanza a develar el misterio divino. Siguen más páginas deslumbrantes.
Nada como disfrutar el texto original; No obstante los estudios contribuyen, sin duda, a esclarecer su contenido. Entre la inmensa bibliografía sobre el tema, vale la pena entonces recomendar tres títulos: "Voces en el silencio. Job: Texto y comentarios", de Isabel Cabrera, UAM, 1992; "Job, de Julio Trebolle y Susana Pottecher", Editorial Trotta. 2011; y la agradecible y grata aportación de un mexicano: "Libro de Job", versión de Francisco Serrano, CONACULTA, 2011. Y como tarjeta de presentación de esta obra, nada mejor que la fórmula de G.K. Chesterton: "La Iliada es grande sólo porque toda vida es una batalla, la Odisea porque toda vida es un viaje, el libro de Job porque toda vida es un enigma".
Al final, recordemos, a Job se le recompensa con más de lo que tenía. Otra familia y propiedades multiplicadas. Pero desde que leí por primera vez el libro ("¿Y el mal no lo recibiremos?", se me grabó para siempre la frase en el corazón), en esa profunda navegación por la escritura de siglos, enfatizo, también se me quedó clavada una pregunta imposible de evadir: Los hijos que se ahora se tienen, ¿remedian los perdidos en el pasado?